PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y
MELANCOLÍAS..." (8)
CAPÍTULO II
La Amistad
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Mis continuas visitas al río propiciaron el desarrollo de
una temprana vocación literaria, impregnada de un apabullante romanticismo. Los
balbuceos poéticos en forma de versos burlescos, compuestos durante el verano
en honor de la impertinente Arancha, se fueron transformando paulatinamente en
un poemario en donde el lirismo superaba a la estructura poética. Sólo necesitaba
un bolígrafo y una hoja de papel cuadriculado, arrancada de mi libreta, para
plasmar en ella la belleza aprehendida. De aquellos momentos dan fe estos
versos en los que, con un atrevimiento sin límite, quise emular a Antonio
Machado en su excelente Poema: “A un olmo seco”, aunque el objeto de mi
composición fuera, en mi caso, el río Pisuerga. Bien se podría aplicar en esta
ocasión el conocido dicho: “Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid...”
AL RÍO PISUERGA
Aguas
dulces del río verde y plata;
el
resplandor dorado
realza
la belleza que arrebata,
al
humillarse el sol, enamorado.
Deja
que admire, corazón en vilo,
el
porte con que bañas las orillas,
reflejando
al deslizar tranquilo,
árboles
de hojas verdes y amarillas.
Discurres
sin saciar el ansia toda,
de
huertos, pedregales y sequeros,
que
pidieron tu mano y no hubo boda.
Faltos
de ti, pastores y labriegos,
lamentan
tanto líquido perdido
rumbo
al mar, sin haberlo retenido.
Otra
vez, mi Castilla, siempre seca,
será
todo un clamor de voz reseca;
otra
vez, quedarán los campos yertos,
esperando
la lluvia que no llega,
mudando
los sembrados en desiertos;
llorará
el labrador la dura brega
¡tanto
dolor sin fruto!
hasta
hacer del trigal, campo de luto;
otra
vez ante los ojos, curioso,
del
puente que te ve pasar callado,
suspiraré
celoso
de
los muros que gozan lisonjeros
por
siempre contemplando tu belleza.
Pisuerga:
viajeros,
quieren
volar mis versos con certeza,
para
ser de mi voz, los mensajeros.
El resultado de tanto ir y venir, de tanto buscar
palabras que rimasen y, en definitiva, de tanta pérdida de tiempo sin hacer
hueco para conjugar una sola vez el verbo estudiar, se concretó en un brusco descenso
en las calificaciones mensuales. Suspendí en casi todas las asignaturas,
incluida la de Religión. Pronto se hicieron evidentes las previsiones que me
auguraban en casa estos resultados, y el Padre Oquendo, que ejercía de tutor,
no tardó en avisar a mis padres para concertar una entrevista, advirtiéndoles,
de paso, sobre la necesidad de un cambio radical en mi comportamiento, dejando
caer la sibilina amenaza de que, de persistir en tal actitud, peligraba mi
continuidad en el Colegio.
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