lunes, 17 de noviembre de 2014

LOS DESVELOS DE UNA MADRE

Este cuento lo envíe en su momento para participar en el VI Concurso Internacional de microrrelatos de San Fermín que organizan en Pamplona, allá por el mes de Julio. No fue premiado, lo cual no me desanima lo más mínimo para que en el 2015 vuelva a intentarlo de nuevo.

Las siete. Me levanto sin pegar ojo en toda la noche. ¡Este hijo...! Está visto que hasta que no suene el “Pobre de mí”, me pasaré las noches en vela, rosario en mano.
Comienzo los cinco Misterios...
Las siete y media. Un Misterio más, que son seis los morlacos...
Las ocho menos cuarto. Otro Misterio para que los cabestros esquiven las montoneras...
¡La caja de cerillas! ¿Dónde he puesto las cerillas?  ¡Mira dónde están!: al pie del santo. Enciendo la vela que alumbra a mi san Fermín. Tenía que haberlo hecho antes, pero estoy aturdida y la cabeza no da para más.
Van a dar las ocho. Tiemblo...
Las ocho. ¡El chupinazo! Vuelvo al rosario. Otro Misterio. Éste para la Virgen. Apunto alto. Ella siempre me escucha. Una salve y tres padrenuestros a las benditas ánimas del purgatorio, y para que no les haya pasado nada a los corredores.
Las ocho y cuarto. ¿Cuándo llamará este hijo?
Suena el teléfono.
—Madre: ¡que estoy vivo! (Risas). Ahora me voy con la cuadrilla a almorzar. Te quiero, vieja. Agur.

Yo no almuerzo. Apago la vela, guardo el rosario y me meto en la cama. Gracias san Fermín, hijo —le digo—, y me quedo dormida.


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