domingo, 11 de enero de 2015

PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS"  (13)

CAPÍTULO III
La casa del abuelo
...............................

 Afortunadamente para mí, Jeremías, con el estómago más que lleno, olvidó mi proposición de enseñarme a pescar ranas y, en su lugar, me invitó a pasar la tarde en el lugar donde solía ir en ocasiones a pensar y a lamentarse de su escasa fortuna y de su condición de niño mal nacido. El paraje estaba situado a escasos quinientos metros de la iglesia, cerca de los lavaderos, pero lo suficientemente alejado del pueblo para que los ruidos del quehacer cotidiano no perturbaran la paz que se podía disfrutar en esa enorme pradera, surcada por un zigzagueante regato que discurría paralelo en aquel lugar, a las vías del ferrocarril Zamora-Salamanca, parte del recorrido Gijón-Sevilla, llamado con orgullo por los lugareños como «La Ruta de la Plata».
Allí nos tumbamos, permaneciendo un buen rato en silencio, dormitando. Jeremías se cambiaba de postura constantemente, en un intento de que su estómago girara como una hormigonera para digerir la copiosa comida, y yo miraba el cielo, salpicado de algodones cambiantes de forma, mientras el aire, moviéndome el flequillo, me traía de paso el inconfundible olor del agua fangosa, que discurría perezosamente muy cerca de nosotros, entre juncos, espadañas y carrizos.
.............................


No hay comentarios:

Publicar un comentario