jueves, 19 de febrero de 2015

PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS......(11)

CAPÍTULO II
La Amistad

...............................................

A mi casa solían venir muchas de ellas. Además de Cristina, era visita habitual una chavala de buen temperamento, pero tan entrada en carnes, que cuando se pesaba asustaba a la báscula, y que desde el comienzo del curso, pasaba por ser la acompañante asidua de Margarita. En estos detalles, mi hermana se parecía cada vez más a mi madre en lo referente a hacer obras de caridad. Era incapaz de decir “no” cuando alguna compañera estaba desasistida de amigas, aunque ello supusiera llevar un baúl andante a su lado. La chica en cuestión era Goyita Marcuenda, hija de un alto cargo de la RENFE, casado en segundas nupcias con doña Engracia Tejada, mucho más joven que él y cuya obsesión era que su hija encontrara novio a toda costa, aunque para ello tuviera que comprarla ropa y abalorios hasta despilfarrar el complemento que su marido recibía haciendo horas extras en la estación.
Aún sin decirlo, se percibía una rivalidad latente entre los señores de Marcuenda: don Servando y doña Engracia, padres de Goyita, y mis padres, por ver cuál de sus hijas, iba más elegantemente vestida. Goyita era una jovencita de cara agradable, aunque un poco aniñada, que había arribado a Valladolid-Campo Grande, procedente de Orense, como diría su padre, debido a un traslado de su progenitor. Hija única, sobreprotegida en grado sumo por sus padres y consumidora impenitente de dulces y chocolatinas, que le daban el aspecto de una manzana almibarada de feria, ponía en difícil situación a dependientas y modistas cuando salía de compras en compañía de su madre. Doña Engracia se esforzaba en que los trajes con que la vestía fueran lo suficientemente vaporosos para intentar disimular sus formas: misión complicada dado el volumen de la muchacha. La joven no podía ocultar cierta admiración por mi hermana cuando, paseando, observaba que el esbelto talle de Margarita atraía todas las miradas masculinas, sin que ninguna fuera a detenerse en su persona, a no ser para mofarse del enorme lazo con que intentaba disimular su cintura.
                                                                                                          ...............................................

No hay comentarios:

Publicar un comentario