domingo, 5 de julio de 2015


LA NOSTALGIA DE UN NAVARRICO

Hace tiempo que no puedo acudir a Pamplona por San Fermín ¡Maldita sea! Para contentarme, hago lo indecible para vivir la experiencia en la distancia. Esos días, madrugo cada mañana para ver ante el televisor los prolegómenos del encierro y su desarrollo. Ilusión no me falta y quizás algo de locura, tampoco, pues me visto para la ocasión con la indumentaria sanferminera,  sin olvidarme del calzado deportivo ni del periódico, en mi mano derecha. Agitándolo, coreo el cántico a san  Fermín con el televisor a toda pastilla. Escuchando las protestas del vecindario y, sin hacerlas caso, no reprimo exclamaciones cuando los morlacos resbalaban sobre el empedrado, empitonan a algún mozo o brincan sobre las montoneras. Respiro aliviado cuando los pastores introducen las reses en los corrales. Entonces, espero impaciente, hasta escuchar el parte médico; si no hay heridos graves, almuerzo chistorra con tinto navarro en porrón, escuchando como música de fondo jotas de la tierra. Dejo, intencionadamente, que algunas gotas  manchen mi camisa para que todo resulte más real. Con el sopor que me proporcionan las viandas, cierro los ojos e imagino estar allí... Cuando vuelvo en mí, me desvisto, esperando ilusionado el encierro del día siguiente. ¿Qué año podré hacer realidad mi sueño?. 


2 comentarios:

  1. Carlos, cuentas que la historia la protagoniza un amigo tuyo. Pero no será una historia personal?. Digo....

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    1. Es un hecho cierto. Hace algún tiempo, un amigo mío sufría enormemente cuando por san Fermín no podía desplazarse a Pamplona porque estábamos haciendo la programación del curso siguiente.
      Naturalmente, está un poco anovelado y en primera persona, pero ocurrió, Javier.

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