domingo, 18 de octubre de 2015



CRISTALES ROTOS


Este es el sugerente título con que el escritor J.M. Barbot ( Burgos. 1976), ha bautizado a su  primera publicación en prosa. Editada hace algunos meses, ayer, en la  Microbodega Urbana, tuvo lugar su presentación en Valladolid, ciudad en donde el autor vivió su infancia y buena parte de su juventud.

J.M. Barbot es un poeta de cualidades excepcionales, autor del Poemario "Ulises desconcertado"y componente del grupo PoeKas, difunde sus versos en cuantos recitales literarios tiene oportunidad de demostrar su valía. Su incursión en un mundo diferente, pero no alejado del habitual, representa un reto con el que su envidiable pluma intenta llegar a un mayor número de seguidores a través de relatos de mayor o menor extensión, que agrupa en un único volumen. En mi modesto entender, esta meta la alcanza sobradamente, por cuanto la colección de cuentos que componen su publicación:textos ágilmente narrados, resulta amena, variada y en algún caso de sorprendente final. Los relatos, de contenido muy diverso, transportan al lector apenas comenzada su lectura, a un mundo en donde la imaginación de cada cual puede seguir fantaseando, una vez concluido el pasaje. Resulta muy acertada a este respecto, la cita de Hemingway que figura en el prólogo: "lo importante no es lo que se cuenta, sino lo que se esboza". El simbolismo del cristal roto, que bien pudiera referirse a la conciencia, la inocencia o el recuerdo, encierra la metáfora de la vida misma. Desde una estructura intacta con las que somos lanzados a esta vida, los avatares en los que nos sumerge la existencia, hacen que ésta se vaya fracturando hasta el punto de que, pasado un tiempo, al volver a mirarnos en ella, tengamos dificultades para reconocernos; los proyectos se van quebrando de igual forma que los anhelos e ilusiones, de forma tal, que para tratar de recomponer el imposible puzzle de fragmentos rotos, hayamos de recurrir como pegamento mágico al mundo onírico. He creído descubrir ese mundo de manera más o menos encubierta en sus relatos, que nos llevan a recordar la frase calderoniana: "que los sueños, sueños son". La nostalgia de lo que pudiera haber sucedido y no ocurrió, se relata con la credibilidad de un sueño. Como sucede cuando estamos inmersos en él, todo encaja a la perfección y tiene sentido. Una vez despiertos, alimentamos esa ilusión para afrontar con éxito la cotidianidad, seguramente menos atrayente, pero real.   
Una desbordante imaginación impregna las páginas de este volumen que debemos paladear pausadamente, como el buen vino con que el autor obsequió a quienes encantados y en gran número, asistimos al evento.

Enhorabuena al autor, al que deseo, vehementemente, continúe con su exitosa carrera literaria.




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