domingo, 24 de enero de 2016


PASAJES DE " CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS..."  (22)

CAPÍTULO I
La Ostentación

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El señor Echegáriz rivalizaba con mi padre en el uso de la palabra. Se notaba que en el ejercicio de su profesión, había adquirido destreza en los diferentes modos de entablar conversación, de amistad o comercial, con quien tuviera delante.
―Soy vasco de toda la vida ―comenzó diciendo―, pero en cierta ocasión en que fui a León acompañando a mi difunto padre ―dijo, cerrando los ojos en una sincera evocación―, tuve ocasión de conocer, amén de las murallas de la ciudad, la casa de los Botines, el Palacio de los Guzmanes, San Marcos y las vidrieras de su magnífica Catedral, un monumento de carne y hueso que cambiaría el rumbo de mi vida: la hija de unos clientes de mi progenitor, llamada Camino. Quedé tan prendado de esa mujer, que al poco tiempo la pedí en matrimonio, y no pudiendo traerme a Zarautz a “la Pulchra leonina”, me traje a las Vascongadas, esta preciosa mujer que ha enriquecido mi vida con estas tres joyas ―dijo señalando con el índice a sus hijos, ante una ruborizada esposa.
                                                         
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