domingo, 28 de febrero de 2016

NIEVE EN FEBRERO

Cuando nieva, el tiempo parece entretenerse
sin querer avanzar.
A ritmo de vals,
bailan los copos de nieve,
dubitativos antes de tomar tierra;
 esta tierra en la que concluirá,
más pronto que tarde,
la aventura que partió de nubes algodonosas,
una mañana, a finales de febrero.
Nieva sobre los blancos almendros y
sobre el negro asfalto de la ciudad.
Cada vez que nieva, sin poderlo evitar,
siento un retroceso temporal a la infancia.
En el recuerdo, los copos tenían
la blancura total de la inocencia primera,
se moldeaban a impulsos de manos inexpertas,
volaban prestos buscando el objetivo
de un compañero de juegos
 y, finalmente, abandonados, se desvanecían
envejecidos en pequeñas montículos,
hasta su completa desaparición.
Hoy, la nieve me traslada al momento pasado
de la blancura impoluta, aquella que nunca debí perder
con el paso de los años; aquella que era
blancura fugitiva, sin reparar,
 que acabaría ennegrecida
esperando el fatal deshielo.

Fotografía: Santos Pintor Galán

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