jueves, 7 de julio de 2016

LA MUERTE DEL CISNE

Parece estar comprobado, que aquellos acontecimientos que quedan grabados en nuestra mente en los primeros años de  existencia, no se borran con facilidad. Al menos así le ocurrió a Germán, abogado, asesor fiscal y melómano recalcitrante, que desde edad muy temprana, se sintió atraído por los encantos de una compañera de Colegio, sin que supiera, como ocurre en estos casos, el motivo de tal fijación.

Hijo de un violinista de la Sinfónica de su localidad y de una profesora de piano, es fácil imaginar que Germán aprendió antes a leer partituras que a juntar las letras. Tenía tan buen oído y una predisposición tan atinada para modular sonidos que, sus padres no dudaron en matricularlo en la Escuela de Voz y Canto a fin de que su hijo fuera con el tiempo, un tenor de prestigio.

Germán, ajeno en un primer momento a los planes de sus progenitores, se sintió atraído al poco de comenzar sus estudios de Primaria, por una compañera, Alicia, cuyos  ojos dulces y cándidos poseían una mirada singular. Las cintas o diademas de vistoso colorido que hermoseaban su rubio cabello, eran otro aliciente más para que prestara mayor atención a la nuca de la niña que a las explicaciones de la maestra. Germán, vivió ese curso y los siguientes, admirándola. Disfrutaba en silencio contemplando  la hermosura cada vez más atrayente de la adolescente, sin atreverse a declarar esta atracción a la interesada, por miedo a que una respuesta negativa rompiera esa fascinación tan sugestiva. Imaginaba que su amor platónico era la protagonista de Lakmé en la ópera de Delibes, o la princesa Odette en el célebre ballet ”El lago de los Cisnes de Chaikovski y hacía quiméricos planes soñando con que su ilusión se haría realidad en cualquier momento.

La casualidad o el destino hizo, que fuera ella quien iniciara el acercamiento con motivo de la fiesta de graduación. Alicia quedó prendada de la voz de Germán y preguntó a éste por el camino a seguir para que ella pudiera llegar a ser bailarina de ballet, una profesión para  la que creía estar capacitada.
  — No tienes ningún problema.  En mi misma Academia también se imparten ese tipo de estudios—respondió, Germán—. Si lo deseas, yo mismo te presentaré al Director para que cuanto antes comiences tus estudios.

Los gustos artísticos comunes y las consiguientes idas y venidas juntos al mismo Centro de Estudios, propiciaron que ambos jóvenes se enamoraran y que se hicieran realidad todas las expectativas de Germán. Sin embargo, así como él no progresaba en canto lo que debía, los profesores descubrieron en Alicia unas portentosas facultades que la catapultaron en poco tiempo a ser una bailarina de prestigio, actuando en Ballets  cada vez más renombrados, con lo que sus salidas al extranjero menudearon con la consiguiente disminución del tiempo dedicado al noviazgo.

Una mañana, Germán recibió la fatal comunicación en que Alicia le manifestaba el fin de la relación “por la imposibilidad de continuar una relación a distancia”
Germán, enormemente disgustado, abandonó todo lo que tuviera algo que ver con el canto, aunque, por el momento, no podía reprimir alguna lágrima cuando escuchaba “El lago de los cisnes”, e imaginaba, en cada audición, junto a la muerte de su amor, la del cisne al que Alicia daba vida; Alicia, aquella niña de mirada singular que lucía en el pelo cintas de colores.

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