jueves, 13 de octubre de 2016

FINA  LLUVIA

Sobre el cristal de mi ventana, resbalaban ,
mansamente, las gotas
como lloros infantiles.
También tus lágrimas se deslizaban de igual forma
en el momento fatal del desencuentro.
No fueron menos copiosas las mías,
aunque supe ocultarlas
en el fondo de mi orgullo varonil.
Del luminoso arco iris,
huyeron los anaranjados y amarillos
para derramarse en él, los añiles violáceos.
Ni un asomo del rojo pasión
de los momentos felices, ni un atisbo del
verde esperanza para restañar la herida.
Caía una lluvia fina sobre el cartón piedra
de nuestro amor, que parecía consistente,
y que se desmoronaba con las primeras
humedades del otoño.
Sin embargo, pensaba en ti,
inicio del camino de rosas que un día recorrimos juntos,
creyendo que el sol no nos abandonaría nunca.
Me pregunté si no estarías, tú también,
asomada a la ventana del recuerdo,
si no habrías pensado reiniciar el camino intransitable
que la lluvia enfangaba a cada instante.
Por eso, antes de que fuera demasiado tarde
y que la lluvia me empapara de soledad,
corrí a llamarte por teléfono.

Fotografía de Santos Pintor Galán



3 comentarios:

  1. Darse cuenta del error y tratar de corregirlo, además de servir de cura de humildad, puede darte la felicidad ¿O no?.
    Te agradezco el comentario, querida Areños.

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  2. Totalmente de acuerdo. Perdona el retraso en contestar, estoy alejada de las redes, pero no me olvido de leer a escritores por los que siento predilección.

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