FINA LLUVIA
mansamente, las gotas
como
lloros infantiles.
También
tus lágrimas se deslizaban de igual forma
en
el momento fatal del desencuentro.
No fueron menos copiosas las mías,
aunque
supe ocultarlas
en
el fondo de mi orgullo varonil.
Del
luminoso arco iris,
huyeron
los anaranjados y amarillos
para derramarse en él, los añiles violáceos.
Ni
un asomo del rojo pasión
de
los momentos felices, ni un atisbo del
verde
esperanza para restañar la herida.
Caía
una lluvia fina sobre el cartón piedra
de
nuestro amor, que parecía consistente,
y
que se desmoronaba con las primeras
humedades
del otoño.
Sin
embargo, pensaba en ti,
inicio
del camino de rosas que un día recorrimos juntos,
creyendo
que el sol no nos abandonaría nunca.
Me
pregunté si no estarías, tú también,
asomada
a la ventana del recuerdo,
si
no habrías pensado reiniciar el camino intransitable
que
la lluvia enfangaba a cada instante.
Por
eso, antes de que fuera demasiado tarde
y
que la lluvia me empapara de soledad,
corrí
a llamarte por teléfono.
Fotografía de Santos Pintor Galán
Qué lindo, Carlos.
ResponderEliminarDarse cuenta del error y tratar de corregirlo, además de servir de cura de humildad, puede darte la felicidad ¿O no?.
ResponderEliminarTe agradezco el comentario, querida Areños.
Totalmente de acuerdo. Perdona el retraso en contestar, estoy alejada de las redes, pero no me olvido de leer a escritores por los que siento predilección.
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