jueves, 5 de enero de 2017

PASAJES DE "CÉCILE.AMORÍOS Y MELANCOLÍAS..."  (32)

CAPÍTULO V
La Acogida

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En una tarde a finales de diciembre, que se presumía maravillosa, recibimos la visita de mi tía Gertru, que vino a casa a merendar siguiendo la costumbre de hacerlo al menos tres veces por semana. Su presencia fue anunciada por tata Lola y confirmada por el aroma de agua de rosas que la oronda mujer esparcía con el abanico, del que no se desprendía ni en el invierno. Los sofocos no le impedían mover la lengua con tanta agilidad como el abanico, encomendado siempre a la mano izquierda, pues la derecha debía estar libre para alcanzar la bollería, las pastas o cualquier comestible que se pusiera a su alcance. En la conversación surgió, como era de prever, la llegada de Nacho, para la que mi tía ya tenía sus planes:
―Estaba pensando ―dijo a mi madre tía Gertru, que no concebía una merienda sin engullir churros con chocolate― que tal vez Alvarito pudiera ayudarnos en una cuestión que no podemos pasar por alto: cuando venga Nacho, nuestra pareja de tortolitos deberá tener quien les acompañe por esas calles de Dios, porque es fácil imaginar lo que dirían las lenguas afiladas de nuestras amistades si les ven pasear solos, cuando todavía no están comprometidos. Alvarito puede hacer la función de “carabina”, y para que el pobre no esté desparejado, le pediremos a Goyita que le acompañe. Estoy segura de que aceptará, ¡es una muchacha tan servicial!
―¡Nooooo...! ―grité, dando un respingo en el sofá en donde me encontraba, atento a la conversación, tras oír pronunciar mi nombre―. ¡Me niego rotundamente! ¡No estoy dispuesto a caminar por los bordillos con Goyita ocupando toda la acera!
Esta exclamación, exagerada sin duda, respondía al mal recuerdo que tenía de haber ejercido de “carabinero” de mi hermana durante el último verano. Al decirlo, debí herir la sensibilidad de tía Gertru, porque dado su volumen, era una acérrima defensora de toda mujer que sobrepasara, como ella, los cien kilos. Sorprendida por mi negativa, paró en seco la trayectoria del churro que tenía en la mano y respondió airada:
―Pues hijo... Más vale tener que no desear. Has de saber que las mujeres rellenitas somos un ahorro para nuestros maridos, en ropa y en calefacción, porque las tallas grandes siempre están de oferta y en la cama damos calor y comodidad. Las carnes magras son el mejor colchón lateral en que pueden apoyarse y calentarse nuestros cónyuges. En vida, a mi pobre Cesáreo nunca le importó que me gustara comer, porque sabía que conmigo se lo ahorraba en ropa, y por las noches, agradecía dormirse acurrucado a mi lado… ―Y, seguramente, sin relación alguna con lo que acababa de decir, remojó con fruición varias veces el churro en la taza de chocolate.

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2 comentarios:

  1. Agradezco tu "Delicioso" y como lo que hablamos dice mucho de lo que somos, estoy convencido de que eres una mujer "Deliciosa". Gracias y feliz año, Mª Ángeles.

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