jueves, 30 de marzo de 2017




CEIP "SAN PEDRO" BALTANÁS (Palencia)

La mayor satisfacción que experimenta un escritor, es saber que su obra ha sido leída y, si como sucede en este caso, los lectores son envidiablemente jóvenes, esta sensación se convierte en puro gozo. Esto es lo que me ha sucedido en la mañana del día 28, cuando tras haber sido invitado, he dado una charla sobre mi novela "Las lamentaciones de mi primo Jeremías", en el CEIP San Pedro de Baltanás.

La invitación, ha partido de los profesores de los últimos cursos de Primaria, Sonia, Nieves y Alfonso. Ellos conocen bien el valor que tiene en la formación de sus alumnos, la lectura comprensiva y saben cómo inculcárselo.

Así, resulta sencillo exponer en un audiovisual, algunos pasajes del texto, cuando las miradas de los futuros escritores, indican que lo que están viendo les resulta familiar. Todo aquello que no les había quedado muy claro durante la lectura o que motivaba su interés, lo tenían convenientemente apuntado en sus cuadernos, de manera que, llegado el momento, me han preguntado, sin ningún complejo, acerca de las más diversas cuestiones. Por cierto, muchas de las preguntas, parecían corresponder a alumnos de mayor edad.

En un ambiente cordial y festivo, y haciendo uso de las nuevas tecnologías, la firma de ejemplares, se ha convertido en un continuo disparo de flashes, que han inmortalizado  momentos, que a todos nos servirán para recordar con agrado tan amigable encuentro.

Creo que comprenderéis el regusto que conservo de esta visita, que espero y deseo no sea la última que realizo a este ejemplar centro educativo.

Vaya  mi agradecimiento a los profesores por su acogida y gentileza al invitarme y a los alumnos por su ejemplar comportamiento y por reafirmarme en el convencimiento de que la juventud (divino tesoro), en buenas manos, tiene un futuro esperanzador.

Para haceros partícipes  de esta jornada, incluyo varias instantáneas de tan emotivo encuentro.



domingo, 26 de marzo de 2017

CONVERSACIONES CON ÓSCAR (IV)


.Se ha estrenado comercialmente en España, esta película del director italiano Paolo Virzi, que ya recibiera en la SEMINCI de Valladolid, el máximo galardón: la Espiga de Oro, así como el Premio del Público y el Premio, ex aqueo, a la mejor interpretación femenina a sus protagonistas, Valeria Bruni Tedeschi y Micaella Ramazzotti. Avales que me parecieron más que suficientes para interesarme por su visionado, a pesar de que, desgraciadamente, este año, la calidad de las películas presentadas  en la SEMINCI, no tuvieran la altura de las de años anteriores.

Paolo Virzi, que ya es conocido por haber dirigido entre otras, las películas "La prima cosa bella" y "Il Capitale Umano" se supera en esta cinta titulada en versión original como "La pazza gioia". Lo cierto, es que el argumento no resulta excesivamente novedoso. Dos mujeres: Beatrice (Valeria Bruni) y Donatella( Micaella Ramazzotti) coinciden en una institución mental. Beatrice, es una aristócrata arruinada mentirosa compulsiva y despilfarradora. Donatella soporta un pasado de prostitución y drogas con intento de suicidio incluido. Se trata de una joven vulnerable que pronto será adoptada por Beatrice y juntas huirán del centro en el que están recluidas para evitar el tratamiento al que deben someterse, convencidas de que la medicación no las curará. Su fuga a lo Thelma y Louise, les hará vivir múltiples peripecias en las que tragedia y comedia se alternan y hacen cuestionar al espectador si los comportamientos que consideramos normales lo son, simplemente, por el hecho de responder a lo que la mayoría consideramos como tales. La cinta se sustenta en las interpretaciones femeninas, siendo, quizás, Beatrice, la que con su verborrea incansable da un ritmo muy vivo a las acciones en las que interviene que son, prácticamente, todas. Las secuencias tristes, pero hilarantes de comienzo de la cinta, se transforman en otras de mayor contenido, a raíz de la fuga de las mujeres. Ambas quieren regresar a sus orígenes, recurso empleado por el director y guionista, Paolo Virzi, para irnos mostrando los porqués que han llevado a ambas a su lamentable situación actual. Es en este punto cuando hay que conceder al mencionado Virzi, una buena dosis de permisividad, para que podamos creernos que las cosas pudieran suceder en la vida real, tal como nos la cuenta. Se trata de situaciones disparatadas, que difícilmente podrían darse y que de no narrarlas, le hubieran llevado a concluir la película, bastante antes de las dos horas que dura la proyección. Con todo, la película no se hace pesada, aunque languidece en tonos melodramáticos que, aliviados con un final edulcorado, dejan en el espectador, al menos, una grata sensación. 

Mención aparte merece la conocida canción "Senza fine", que supone un  acierto indudable al escucharla en los últimos tramos del filme. Por cierto, este mismo tema musical ya sirvió para imprimir romanticismo en la divertidísima película: ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre? (1972, Jack Lemmon, Juliet Mills).


En definitiva, una película que alterna comedia y drama, sonrisa y alguna nota triste, que conmueve y al mismo tiempo distrae, aunque no convencerá a los más exigentes.

jueves, 23 de marzo de 2017

PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (34)

CAPÍTULO I
El Viaje

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Calor y mucho era lo que sentía a medida que entraba la mañana. En la estación quedábamos cuatro gatos sudorosos con el sopor propio de quien está haciendo la digestión, bostezando a cada momento e intentando no caer en las redes del sueño. Para vencer el aburrimiento, releí la carta que mi primo Jeremías me había escrito días atrás y que guardaba bastante arrugada en el bolsillo del pantalón. La caligrafía era pésima: a veces no conseguía descifrar las palabras y en cuanto a la ortografía, mejor no hablar... Se notaba que en el colegio de mi primo no daba clase «el cuervo» de Lengua, el padre Astíz, que cuando veía una falta de ortografía, rechinaba los dientes y te aplicaba un tortazo en la oreja, suficiente para oír con eco el resto de la mañana. Este buen jesuita se había ganado a pulso el apodo de «Rompe orejas».
La carta de mi primo decía así:

«Qerido primo: Malegraré que al recivo desta carta estés bien, nosotros estemos bien G. a D.
Primo: Estoi deseando que vengas, lla parecen que cantan los griyos. El qe te guarde el año pasao se murio de pena pero lla tengo echas dos griyeras . griyos y pajaros no han de faltar en el regato i mucho menos las ranas. Los pilones estan llenos dagua pa bañarnos. Lo vamos a pasar a lo grande i pa fiestas vente preparao que Rosita la de la Nicanora sestá poniendo mui guena.
Bueno lo dicho qe vengas pronto aber si este año estas mas espabilao qe te se nota mucho qe eres de capital. besos para los tios y para mi prima
Jeremias»

Jeremías era la esperanza de un verano divertido. El año pasado me había enseñado a cazar toda suerte de animalillos, demostrándome en cada ocasión que los de capital, como él decía, éramos unos pazguatos que no sabíamos distinguir una mata de tomates de otra de pimientos, y que más concretamente, yo estaba muy atrasado en el asunto mujeril.
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domingo, 12 de marzo de 2017

IMPRESIONES

Solo sé que soy árbol, sentimiento
nacido de semilla tan liviana,
que al hundirme en la tierra, porcelana
parece ser la savia, que yo siento.

El estar arraigado es sufrimiento.
¿No he volar jamás? En la solana,
aguardo esperanzado la mañana
que ahuyente de la noche, el pensamiento.

Los pájaros recorren mi corteza
quitándome el dolor, después sonrío,
si por temer la tala, me abandonan.

Cuando la lluvia llegue, la tristeza
se alejará por siempre del plantío,
en el que mis delirios se sazonan.


Fotografía de Santos Pintor Galán.


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jueves, 9 de marzo de 2017

AMOR EN LIBERTAD

Llevaban casi dos años saliendo juntos, o al menos daban esa impresión, a familiares y amigos. Pero la suya, era una forma de entender el amor muy peculiar. Se deslizaban hacia arriba o hacia abajo, según soplara a favor o en contra el viento del deseo. Desde los "te quiero" más apasionados, hasta las semanas en las que apenas intercambiaban un par de whatsapp, habían pasado por toda la gama de cercanías y desencuentros que pudiera imaginarse. Ya, en el mismo momento en que decidieron iniciar su noviazgo, se rigieron por un principio máximo aceptado por ambos: "Libertad total", según el cual, cada uno podía decir al otro, con absoluta franqueza, si deseaba salir con su pareja o buscar otra compañía, sin que el que se quedara descabalado, tuviera que sentirse ofendido o despechado. Como consecuencia de esa libertad, Ana se quedó más de una vez con la miel en los labios al no poder disfrutar de ver una película que le apetecía con Jorge, y este, en otras ocasiones, veía truncados sus deseos de bailar bachata con Ana, si en un escueto mensaje, su pareja le indicaba que aquel día saldría con las amigas. No sucedía eso en los primeros meses de la relación, cuando el amor les urgía a pasar la mayor parte del tiempo juntos. Entonces se necesitaban, buscaban la manera de verse con frecuencia, sintiéndose ambos, en esos días, los seres más afortunados del mundo por haber tenido la oportunidad de demostrarse su amor y por vivir los encuentros con intensa pasión. En aquella época, no se acordaban de recurrir a la cláusula de "libertad". Para patentizar su enamoramiento, por San Valentín, Jorge regaló a Ana una sortija rematada con un precioso diamante y ella le correspondió con unos gemelos de oro. Después, el hastío hizo presa en ellos y recurrieron con demasiada frecuencia a la condición suprema, sucediéndose los días de abandono; a veces, semanas sin verse, en tanto el sutil vínculo que les mantenía como pareja se iba debilitando de forma alarmante.  

En esta coyuntura tan sumamente inestable, acordaron verse y clarificar su situación. Jorge manifestó sin ambages que, en los últimos meses, había tenido ocasión de conocer a varias chicas por las que en un principio se sintió atraído, pero que ninguna de ellas fue capaz de hacerle olvidar la tierna sensación que recordaba de sus encuentros con Ana. "En ocasiones, mariposeaba con otras, no siéndote fiel—confesó—, y ni siquiera en su momento, actué honradamente, pues el brillante que te regalé, no era tal, sino una circonita. No debí hacerlo, lo sé, pero la condición de "libertad" no me daba la suficiente seguridad para regalarte una joya de gran valor.
Ana, escuchó en silencio y comenzó a relatar la propia experiencia vivida en los meses precedentes. "También yo he tenido otros pretendientes. Alguno estaba decidido a comenzar conmigo una relación formal, pero cuando pensaba en ti, sus palabras me parecían huecas y carentes de sentido y recordaba con nostalgia aquella manera con me asegurabas que era para ti una mujer única — y añadió—.¡Ah! Tampoco yo he jugado limpio, los gemelos que te regalé no eran de oro, apenas tenían un débil baño de ese metal. No podía arriesgarme a adquirir algo valioso, existiendo la posibilidad de que nuestro principio de "libertad" arruinara nuestra relación".

Esta mutua y sincera confesión, fue la clave para que los rescoldos de una bella historia de amor se reavivaran. Mirándose fijamente a los ojos, y sin pronunciar palabra, se cogieron de las manos y acercaron sus cuerpos. Como si el sol quisiera unirse al momento supremo del encuentro, sus rayos templaron el ambiente en el momento en el que Ana y Jorge se perdonaron mutuamente fundiéndose en un abrazo.

Desde entonces, supieron que la "libertad" no consistía en disfrutar individualmente lo que había que compartir en pareja, sino la maravillosa capacidad que les permitía elegirse y la que les hacía pasar el mayor tiempo posible juntos, disfrutando de un amor que se prometía eterno.


jueves, 2 de marzo de 2017

PASAJES DE " CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS..." (33)

CAPÍTULO V
La Acogida
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Los colores acudieron de inmediato a la cara de mi madre, que como si no hubiera oído, limpiaba con una servilleta los berretes de chocolate de la boca de Tinín, intentando que el pequeño no pensara sobre el sistema de calefacción empleado por sus tíos en el tálamo. En cuanto a mí, únicamente me miró y, aprovechando la entrada en el comedor de tata Lola, me dijo a media voz: “Luego tengo que hablar contigo”.
¡Y ya lo creo que habló! Una vez que tía Gertru se hubo marchado y las tatas pusieron en orden el comedor, me indicó que la siguiera hasta el cuartito de plancha y costura. Me temía que mi comentario poco afortunado sobre Goyita le hubiera enojado, y no me equivoqué. Sin sentarse en el sillón orejero, tras cerrar la puerta, mostró todo el disgusto que le había causado mi negativa a ser la pareja de tan simpática y rolliza jovencita.
―Si hay algo en este mundo que me irrite, y más en un hijo mío, es la falta de caridad. La caridad es amor. Si no amas, todo lo demás a los ojos de Señor, no vale nada. Al igual que hace unos días te felicité por tu feliz idea de amparar a Petra, hoy me has disgustado enormemente. ¡No puedes mofarte de un semejante por el mero hecho de su apariencia externa! ¡Bastante castigo tiene Goyita que no consigue bajar de peso! Además, no has tenido en cuenta a Margarita. Para una vez que viene Nacho a verla ―razonó― no vamos a tenerles todo el tiempo en casa sin que el muchacho conozca la ciudad. De lo contrario, sabes bien que si les vieran pasear solos, seríamos la comidilla de todos nuestros amigos en el Círculo de Recreo.
―Sí, mamá ―la interrumpí―; tienes tu parte de razón, porque no estuve acertado en el comentario que hice sobre Goyita, pero quiero que me comprendas también a mí. Estoy harto de hacer de escolta de mi hermana. Y si mis acompañantes fueran medianamente atractivas, tal vez me callaría, pero es que, de agraciadas ¡nada! Y en cuanto a su corpulencia, me paso de un extremo al otro. Después de estar paseando todo el verano con Arancha, que es el mismo espíritu de la golosina, me veo en invierno acompañando a un fardo de cien kilos. ¡Y yo no tengo madera de santo!
―Recapacita ―dijo, mi madre, más serena―. Sé por propia experiencia que cualquier mortificación hecha por los demás, resulta tan agradable a los ojos de Dios que ya en esta vida recibimos la recompensa en forma de satisfacción interior. Compruébalo tú mismo, hijo, compruébalo... Tienes que vivir esta experiencia. Es un favor que te pide tu madre ―me sugirió, en un tono de súplica.
―Está bien mamá, haré lo que dices para no disgustarte.
 Y abandoné el cuarto de plancha totalmente “planchado” y con la sensación de estar siendo utilizado.
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