jueves, 9 de noviembre de 2017

PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (40)
CAPÍTULO V
La Acogida
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Con la complicidad de ambos conseguida y sabiendo que aquella tarde mis padres estarían de tertulia en el Círculo de Recreo, me animé a llevarles a mi casa, que con los retoques había quedado muy presentable.
―Vamos a casa y le contamos a Margarita si le parece bien que organicemos un bailongo en nuestra casa; la pobre, apenas sale a la calle. Guarda las ausencias como si estuviese comprometida. Seguro que al decírselo se alegrará. Nosotros procuraremos alegrarnos también porque sé que tata Lola siempre tiene en su cuarto una botella de vino Sansón para cuando se acatarra. Las pastas están aseguradas, porque son el avituallamiento de tía Gertru ―afirmé con desenfado, para que no se notara que era la primera vez que llevaba a una chica al bastión de los González Hontañera.
Petra fue quien nos abrió la puerta. Había empezado ya “las prácticas” y llevaba puesto el uniforme completo, zapatos incluidos. Todavía la cofia se le resistía, pues, ladeada, amenazaba con desprenderse en cualquier momento.
―Pasen los señoritos que ya cierro yo la puerta con cuidado, no siendo que con el aire me se vuele este pedazo de trapo que llevo en la cabeza y que todavía no sé para qué coños vale.
La respuesta hizo que los tres no pudiéramos contener la carcajada. Margarita acudió solícita a recibirnos y tras las presentaciones intentó disculpar a la novata.
―Os ruego no tengáis en cuenta lo que ha dicho. Lleva poco tiempo entre nosotros y no conoce todavía la manera educada de dirigirse a quienes nos visitan.
Cuando Margarita conoció el plan diseñado para acoger a Nacho, nos dio las gracias y se mostró encantada, dejando encargado a Daniel que, llegado el momento, hiciera un programa detallado de todas las visitas sagradas y profanas que pensábamos llevar a cabo.
―Lo que hagas, nos parecerá bien a todos. Goyita no pondrá ningún obstáculo, pues como amiga, es una niña encantadora.
―A mí me parece que no debemos descuidar la preparación de los tiempos de ocio ―dije, acordándome de Cécile―. Y puesto que para gente de nuestra edad no hay locales de baile, estoy pensando que aquí mismo podíamos hacer el guateque.
Margarita se quedó pensativa y expuso sus dudas:
―No sé, no sé... Ya sabes que papá es muy estricto para algunas cuestiones.
―Por si acaso, podemos hacer la prueba ―dije.
Y al momento me puse manos a la obra, desplazando la mesa y amontonando las sillas junto al aparador, de manera que quedó despejada una parte del salón. Enchufar el tocadiscos y colocar un vinilo, fue cuestión de segundos. Margarita tomó de la mano a Daniel, sacándole a bailar, haciéndose la ilusión de que, en aquel momento, era Nacho su pareja. Cécile y yo les imitamos, bailando primero un tanto distanciados, para juntarnos más tarde cuando sonó el tango “El Día que me quieras” que parecía escrito expresamente para nosotros. Fueron unos momentos inolvidables, en los que floté más que bailé, teniendo a escasos centímetros de mi cara la de Cécile, mientras un fino aroma completaba la fantástica sensación de sentir nuestras manos juntas en tanto evolucionábamos sobre la tarima.
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2 comentarios:

  1. Qué delicia es leerte, Carlos. Buen fin de semana!!!

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  2. Para mí, lo que es una delicia, es ver aparecer en mi blog una cara tan bonita. Gracias Mª Ángeles. Yo también te deseo un feliz fin de semana.

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