jueves, 29 de marzo de 2018


LA REFORMA
Crónicas de mi Periódico            29 de marzo de 2017
VACACIONES

Estamos a Jueves Santo. Para unos, principio de vacaciones, mientras otros, en ardua reflexión, contemplan la botella medio vacía o medio llena de una semana largamente esperada. Para jubilados y parados, continuación de una situación que los primeros quisieran prolongar por muchos años y que los segundos, anhelarían que concluyera cuanto antes. ¡Así es la vida! Entre la ingente cantidad de personas que nos rodean, disparidad de afanes, diversidad de estados, diferentes modos de aceptar su realidad. Diríase que todos convivimos en un enorme hospital en el que al mismo tiempo se contabilizan nacimientos, muertes, mejorías, empeoramientos, alegrías y tristezas. O si lo prefieren, siguiendo el modelo calderoniano, en el gran teatro del mundo, cada uno representa el personaje que las circunstancias le asignan en cada momento.

En mi novela, Cécile. Amoríos y melancolías de un joven poeta, mi protagonista, Álvaro, sintiendo esta dualidad temporal en la condición humana, se atrevió a escribir en sextillas hernandianas:
“Unos ríen, otros lloran,/ según dicte la ocasión./ Entre el llanto y la canción/ los humanos nos movemos/ contándose con los dedos / quien se sale del guión./ ”...

Si ustedes quieren ver o escuchar más disparidad de criterios, sintonicen emisoras y anoten comentarios: “Aplicación estricta del Estado de Derecho”  o “Con la prisión para nuestros compañeros, ha muerto la democracia en el Estado español”. ¿Quieren más? Pues allá va: Los árboles del Parque del Retiro que, años atrás, no estaban bien controlados y por eso se caían originando desgracias, al decir de un determinado grupo político, ahora, cuando  controla la Alcaldía de Madrid, dicen que la muerte de un niño golpeado por la caída de un árbol en el mismo Parque, es fruto de una “desgraciada fatalidad”.

Parece que en esta Semana Santa aumentará el número de extranjeros que nos visiten, aunque también es cierto que cada vez son más los españoles que viajan al extranjero. Yo, en concreto, he contabilizado cinco o seis más repartidos por varios países de la Unión Europea, con innegable vocación de ser repatriados cuanto antes. Todas estas consideraciones las hago mientras mi caña  espera, pacientemente, que algún pez gordo pique. Tal vez sea el mismo que ha afirmado que soy   un hombre rico porque después de cotizar cuarenta y dos años, he conseguido tener un piso en propiedad. El Estado, que siempre vela por la igualdad de los contribuyentes, cree que con aumentarme un 0,25% la pensión, será más que suficiente para soportar el aumento del coste de la vida. Un aumento mayor, piensa, podría inducirme al vicio y al despilfarro. Es un detalle que agradezco enormemente, aunque no sé si me dará para tomarme un corto de cerveza y brindar por todos ustedes, queridos amigos de tiempo vacante. Para una caña no me da; ya me han dicho que  con la de pescar tengo bastante.



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