domingo, 17 de febrero de 2019



 MANIQUÍES



(Obra teatral en tres Actos)

ACTO PRIMERO
(En una Cafetería)

Ernesto— He venido en cuanto he podido, Santi. Parecías muy preocupado. He deducido que algo gordo te estaba pasando; no es lógico que me cites con tanta prisa y en horas de oficina. Ya me dirás...
Santi— Perdona si te ha sorprendido mi S.O.S., pero eres mi mejor amigo y recurro a ti porque estoy pasando unos momentos muy malos.
Ernesto— ¿Momentos malos? Pero si eres el prototipo de hombre feliz: Juventud, trabajo, novia. ¡Lo tienes todo! ¿Qué te ocurre?
Santi— Pues ocurre que a Mariví le ha salido una seria competidora. Ahora somos un trío más que una pareja.
Ernesto— ¡No me digas! ¡Pero si Mariví es una chica encantadora! ¿Has encontrado alguna chica que la supere en cualidades?
Santi— En todas, no. Pero en elegancia, sí.
Ernesto— ¿Quién es ella? ¿La conozco?
Santi— En realidad, no se trata exactamente de una chica, sino de una maniquí que me sonríe cada tarde desde el escaparate de una tienda de Moda.
Ernesto— Esto es una broma. ¿Cómo puede haberte encandilado una muñeca por muy elegantemente que esté vestida? ¿Estás loco?
Santi— Eso pienso yo. Pero Mariví, a pesar de ser una buena chica no tiene gusto para arreglarse. En cambio, la figura del escaparate, no sabes con qué elegancia lleva la ropa, qué dulce mirada me dedica, con qué gracia coloca los brazos sobre su talle. Creo que Mariví está mosqueada porque siempre que puedo hago que nos detengamos en el escaparate y, viéndome tan interesado en contemplar ropa femenina ya me lanza puyitas sobre mi masculinidad.
Ernesto— ¡Pues sí que es un problema! ¿Y qué piensas hacer?
Santi— Para eso te he llamado. Dame alguna solución.
Ernesto —Lo único que se me ocurre es que sugieras a Mariví que adquiera la ropa que lleva puesta la maniquí. Tal vez así...


ACTO SEGUNDO
(Ante la tienda de Moda)

La encargada—Chisss, chisss.
Santi—¿Es a mí?
La encargada—¡Pues claro! He observado durante varios días, cómo se pasa buenos ratos delante del escaparate, unas veces solo y otros acompañado de una bella joven y quiero invitarle a que pase al interior de la tienda y me pregunte en qué puedo complacerle.
Santi— Verá, yo... Es que estoy prendado de la maniquí. La encuentro que va vestida de una forma exquisita.
La encargada— Muchas gracias, caballero. Intentamos vestir a nuestros maniquíes con las última tendencias de la moda. Para ello no solo estudiamos revistas especializadas, sino que nos fijamos en las preferencias que siguen las mujeres de nuestra ciudad. La elegancia no radica exclusivamente en la ropa con que nos vestimos, es una cualidad que algunas mujeres saben irradiar desde su interior.
Santi— Es muy interesante eso que me está diciendo.
La encargada— Y más interesante le resultará conocer que nos hemos fijado en la elegancia que posee su acompañante. Como se detiene junto a usted tanto tiempo frente al escaparate, su pose, su actitud y su serena mirada, nos parecen tan elegantes, que la tomamos como referencia a la hora de presentar el escaparate. Para nosotros, su acompañante es nuestro maniquí de referencia. ¡Enhorabuena!
Santi— Muchas gracias. La verdad es que no me había dado cuenta.
La encargada— Usted, caballero, lleva una maniquí a su lado. No obstante, si desea adquirir alguna de nuestras prendas, le atenderemos con mucho gusto.
Santi— Descuide, ya nos pasaremos por aquí con más calma. Adiós y gracias.


TERCER ACTO
(En una cafetería, una semana después)

Santi— He querido citarte en el mismo lugar en que te conté mi problema, para darte la satisfacción de decirte que ya está resuelto.
Ernesto— ¡No sabes cómo me alegro! ¿Y en qué quedó la cosa?
Santi— Pues que ahora salgo de paseo con la maniquí.
Ernesto— ¿Con la maniquí? Creo que necesitas ayuda psiquiátrica.
Santi— No te asustes. Ja,Ja,Ja.  Es una broma. Resulta que Mariví es la maniquí en la que se fijaban en la tienda para vestir a la maniquí del escaparate. Figúrate, yo como un tonto ilusionado con una figura de plástico, cuando a mi lado tenía toda la elegancia que un hombre puede desear.
Ernesto— Los encantos de una mujer siempre están en su interior.
Santi— Eso es cierto. A mí me ha costado descubrirlo, pero creo que he aprendido la lección. ¿Lo celebramos?
Ernesto— Claro que sí. Esto merece un Ribera de crianza.

(El telón cae lentamente, mientras ambos amigos alzan la copa)

FIN



2 comentarios:

  1. a veces somos tan triviales, que no nos damos cuenta de la esencia y belleza de la personas, ya sea hombre o mujer ...

    ResponderEliminar
  2. Es bien cierto, que solemos fijarnos más en la apariencia externa que en los valores que encierra en su interior la persona. Lo exterior caduca, mientras que el ser interior permanece. Darse cuenta cuanto antes de esta realidad, nos haría estar más acertados en nuestras elecciones personales. Gracias por el comentario, amable comunicante.

    ResponderEliminar