domingo, 28 de abril de 2019



NOTRE  DAME


Un espacio del alma llora, silenciosamente.
Sobre los tejados, la llama amenazante
que nunca debió ascender tan alto,
se yergue ufana, poderosa, desafiante,
hasta destruir la aguja de esperanza.

Arden mis recuerdos de París
y el denso humo amenaza con asfixiarme
a kilómetros de distancia,
a segundos en el recuerdo
de una tarde primaveral
en la que el cielo de París
era azul, radiante y primoroso.

Sobre las ruinas, se alzan indemnes
dos torres como dos enormes piernas
para seguir caminando pese a los daños,
pese al implacable paso de los años,
casi como yo, o tal vez, como casi
la mayoría de nosotros.

Se nace una vez y se renace cada día.

Notre Dame de París: espero tu reconstrucción
para que mi alma recupere el equilibrio.



NOTRE DAME

Un espace de l´âme pleure, en silence.
Sur les toits, la flamme menaçante
qui  ne devrait jamais monter si haut,
elle se dresse fière, puissante, défiante,
jusqu´à détruire l´aiguille de l´espoir.

Mes souvenirs de Paris brûlent
et la fumée dense menace de m´étouffer
en kilomètres de distance.
en secondes dans la mémoire
d´un après-midi de printemps
dans lequel le ciel de Paris
était bleu, rayonnant et exquis

Sur les ruines, elles s´élèvent indemnes
deux tours comme deux énormes jambes
pour continuer à marcher malgré les dégâts,
malgré le passage implacable des années,
presque comme moi, ou peut-être, comme presque
la plupart de  nous.

On est né une fois et on renaît tous les jours.

Notre Dame de Paris: j´attends votre reconstruction
pour que mon âme retrouve son équilibre.


Traducción de María José Martínez Girón

jueves, 25 de abril de 2019

LA REFORMA
Crónicas de mi Periódico              25 de de abril de 2019


MANUEL ALCÁNTARA

Hace tan solo una semana nos abandonaba, tras una larga vida dedicada a la comunicación escrita, el poeta y periodista Manuel Porras Alcántara, al que todos conocimos por el seudónimo con el que siempre firmaba sus escritos, Manuel Alcántara. (1928-2019)

Malagueño de nacimiento, por necesidades del trabajo paterno, se traslada a Madrid en plena juventud y aunque comienza los estudios de Derecho, nunca los concluiría llevado por un desbordado amor por la poesía, lo que le hace frecuentar las tertulias literarias de la época en los cafés, Lisboa, Molinero, Lira y sobre todo en Varela en donde a las doce de la noche de cada viernes recita sus primeros versos. Estos eventos de “En Versos a  Medianoche” le dan la oportunidad de dar a conocer su poesía, llena de de gran consistencia y lirismo. Después de varios galardones, obtiene el “Antonio Machado” por su poemario “Manera de silencio”(1955) y poco después el Premio Nacional de Literatura (modalidad poesía) por su “Ciudad de entonces” (1961).

Por entonces, es ya un poeta conocido que traba amistad con escritores como Julio Camba o César González Ruano. Quizás esta sea la razón por la que se inicia tardíamente en el mundo periodístico. Trabaja en rotativos como “Arriba”, “Pueblo”, “Ya”, “La Hoja del Lunes” y “Marca” en donde escribe crónicas boxísticas  y futbolísticas. Sin embargo, la columna diaria que publicaba como cierre en la contraportada de los periódicos del grupo Vocento, fue la que le dio prestigio nacional.

Con cierto gracejo se le escuchó decir que: “solo hago cosas que puedo empezar y concluir en un mismo día, como un poema, un soneto o un artículo”. Estos artículos hacían que yo comenzara a leer “El Norte de Castilla”, siempre por la última página. Era una delicia comprobar cómo en una estrecha columna de escueto número de palabras, era capaz de comenzar, desarrollar y concluir, a veces con una espectacular Larga cambiada, cualquier tema de actualidad que su pluma desgranara.

Fue galardonado con innumerables premios periodísticos como el Luca de Tena, el Mariano de Cavia, el González Ruano o el Joaquín Romero Murube. Los 30.000 artículos que escribió hasta el pasado mes de enero, fueron, sin duda, su gran aval.

Desde el año 1993 instituyó el Premio de Poesía que llevaba su nombre, uno de los mejor dotados de España.

Pocos años antes de morir escribió sobre la muerte que barruntaba: “La muerte es como un libro o un espejo en donde uno mira y mira sin ver nunca”. Roto el espejo, ojalá haya podido satisfacer su curiosidad y ver cara a cara la Verdad como en un libro abierto.

Descanse en paz tan excelente escritor.

Fotografía de Francis Silva


domingo, 21 de abril de 2019


PASAJES DE “CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA” (56)
CAPÍTULO IX
La Ruptura
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A las diez de la mañana del día siguiente ya estaba mi padre zascandileando por la casa, preparando la siguiente visita turística con la que honrar a nuestros huéspedes y que en esta ocasión tendría como destino la cercana villa de Medina de Rioseco. Dudó entre comer en nuestra casa o hacerlo en Villanubla o en cualquier mesón que nos pillara de camino. Finalmente, se decidió por la primera opción, que le pareció la más apropiada para que tanto Tinín como Nerea, dada su corta edad y la más que probable tardía llegada, estuvieran más tiempo en familia. También en esta ocasión, no pareció oportuno que viajaran con nosotros, para no someterles a los rigores de una primavera excepcionalmente fría.

De cualquier forma, el horario paterno había que cumplirlo a rajatabla y, sin apenas tiempo para reposar la comida, mi padre puso en marcha la maquinaría que nos llevaría acto seguido a la Ciudad de los Almirantes, dando, como solía, razones convincentes:

―Resulta sorprendente ―dijo― que un pueblo que apenas cuenta con cinco mil habitantes, conserve tal cantidad de arte, y sus gentes sientan con inusitado fervor tamaña devoción por sus procesiones y de manera tan excepcional. La procesión del Mandato, en Medina de Rioseco, suele empezar hacia las ocho de la noche, pero no hay que perderse el toque agudo del Pardal, reuniendo a los gremios y su desfile, Rúa Mayor abajo, para cumplimentar a las autoridades en el Ayuntamiento. Después, cuando hayamos contemplado los prolegómenos con un buen bocadillo y café con leche calentito, resguardados en los soportales de la Rúa, nos deleitaremos viendo el paso de la procesión, que posee una valor plástico fuera de lo común ―afirmó mi padre, convencido de que los acontecimientos iban a discurrir al modo en que los tenía planificados.


Los taxis nos condujeron aquella tarde hasta nuestro destino, pero la angosta carretera, el lento fluir de los vehículos y el gentío congregado en la villa, hizo que no llegásemos a tiempo de vislumbrar la ceremonia de la Plaza Mayor.


Un cielo grisáceo, anunciador del frío que nos envolvió y nos hizo tiritar a todos, se hizo patente cuando los últimos rayos de la tarde abandonaron la esbelta torre de Santa María. Buscamos refugio en los soportales, junto a una carnicería en la que dos amenazantes ganchos, situados a ambos lados de la puerta, señalaban el lugar que en otro momento ocuparan los marranos sacrificados y abiertos en canal, para contemplación de futuros compradores, según la costumbre del lugar.


Con la picardía que proporciona la edad, Nacho hizo saber a sus padres que buscaríamos acomodo no lejos de ellos, pero en algún lugar desde el que las chicas pudieran tener buena visión del espectáculo, y una vez les convenció, se alejaron también de donde nos encontrábamos Arancha y yo. En estas circunstancias, mi acompañante no tuvo ninguna dificultad en exagerar el frío que le cercaba por fuera y el calor que le agobiaba por dentro. Mostrando una pericia impropia de su edad, introdujo sus manos en los bolsillos de mi pantalón, buscando calor, me dio friegas en la espalda para transmitirme confort, rodeó mi cuello con sus brazos, intentando que nuestros rostros se juntaran, y por último me susurró varias veces al oído que yo era la persona con la que soñaba desde el instante en que me conoció. 


Al principio no hice más que retirar la cara y reprimir sus excesos, esperando que, ante mi negativa, acabarían por amortiguarse y ceder, ¡pero en vano! Infatigable, ella redoblaba sus esfuerzos por atraerme cada vez que la rechazaba, de modo que cuando desfiló ante nuestros ojos “Jesús atado a la columna”, yo ya estaba sujeto por sus zalamerías. Imitando a la “Santa Verónica”, jugueteó con un pañuelo de seda sobre mi cara, para sorprenderme después con un beso. En “La Desnudez” me sentí totalmente falto de recursos para defenderme del aluvión de caricias que se me venían encima. Al “Cristo de la Pasión” y a “La Dolorosa” pedí perdón por mi falta de firmeza al dejarme arrastrar por la pasión encendida de Arancha. Los graves sonidos de los Tapetanes que acompañaban cada Paso, actualizaban mi infidelidad en un alma tan destemplada en aquellos momentos como el sonido producido por las baquetas al golpear la membrana del tambor, recubierta del grueso paño.
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Fotografía del autor. Iglesia de Santa María de Mediavilla. Medina de Rioseco (Valladolid)



jueves, 18 de abril de 2019


SEPTUAGÉSIMO QUINTO ANIVERSARIO DEL PREGÓN DE “LAS SIETE PALABRAS”

Desde el año 1944, la Cofradía de “Las Siete Palabras” de Valladolid organiza un acontecimiento que realza y prestigia la Semana Santa de esta hermosa ciudad castellana.

En la mañana del Viernes Santo, un pregonero, acompañado de un conjunto de cofrades a caballo, da lectura en lugares emblemáticos de la urbe, el soneto que resultó ganador en el Concurso Literario anual previamente celebrado. En él, convoca a los ciudadanos, a que ese mismo día, a las doce de la mañana, acudan a la Plaza Mayor para escuchar el llamado “Pregón de las Siete Palabras” en las que un eminente orador explicará ante la multitud allí congregada, las Siete Palabras que Cristo pronunció en la Cruz.

El Paso de “Jesús entre los ladrones”, preside este Acto de reflexión cristiana. El “Cristo de las Mercedes” que centra el monumental Paso es obra del escultor milanés Pompeyo Leoni y fue esculpido a principios del siglo XVII, cuando Felipe III decidió que Valladolid fuera capital del reino (1601-1606).

Tengo el honor de ser uno de los poetas cuyo soneto fuera elegido para este acontecimiento excepcional. Ocurrió en el año 2012 y supuso para mí una enorme satisfacción personal y me permitió, además, dar a conocer algunos de mis escritos que permanecían hasta ese momento sin publicarse.

Aunque pueda parecer una pedantería, no me resisto a daros a conocer este soneto, que tan buenos recuerdos aportan en mi vida. Dice así:
       
       Venid, contemplad al Cristo, herido,
          hecho Luz, que ilumina verdadera,
    esta mañana azul de primavera,
    todo aquel corazón que esté dormido.

        En su rostro veréis lo que ha sufrido
        soñando cada instante en ardua espera,
    no se pierda su sangre sementera
    sin que el mundo se haya convertido.

    Aún antes que la tarde haya venido,
    oiréis desde la Cruz el testamento,
        de un hombre por tres clavos sostenido,

    Siete Palabras, son el alimento
    que dan al corazón nuevo latido,
    para vivir de Amor, no de lamento.
                            
               Soneto ganador del Pregón de las Siete Palabras 2012
                     Autor: Carlos Malillos Rodríguez
          
                       https://youtu.be/nJE6vA2wLd4
          




jueves, 11 de abril de 2019



PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (56)

CAPÍTULO IV
Conociendo el pueblo


Los rayos de sol, filtrándose a través de la persiana, iluminaron tempranamente la habitación en la que habíamos dormido los dos hermanos, decorando la estancia con un rayado de distinta intensidad luminosa que alcanzaba nuestros pijamas. Sin poder evitarlo, me acordé con tristeza de los famélicos niños judíos que, con indumentaria similar a la que parecíamos tener nosotros, hacían cola ignorando su suerte en los campos de exterminio de Auschwitz, y me sentí muy afortunado al comprobar que el rayado se desprendía del pijama simplemente con moverme.
 Tinín permanecía sumido en un profundo sueño casi desde el momento en que se tumbó en la cama. No había mostrado temor al acostarse frente el colosal armario que ocupaba gran parte de la destartalada habitación, ni extrañó el hecho de dormir a más de tres metros del techo. Abrazaba la almohada con su gesto habitual, confiado en mi compañía. A mí, sin embargo, me costó trabajo conciliar el sueño: extrañé la cama, los inesperados crujidos de la madera; sentí, de vez en cuando, ruido de pasos acompañados del consiguiente abrir y cerrar de puertas y de las inevitables toses, que se percibían con tanta claridad como en los entreactos de un concierto. Para colmo de males, a media noche, algún desinhibido labrador rasgó el silencio con su recio vozarrón, intentando conducir a los bueyes camino de las tierras, donde esperaban los haces de mies para su acarreo, y por si fuera poco, del corral de Rosario, la Peineta, me llegaron antes del amanecer los cánticos destemplados de los gallos. Así, me sorprendió la alborada, hambriento y somnoliento. Ante la urgencia de ambas necesidades, opté por engañar al hambre mientras pudiera, permaneciendo acurrucado entre las sábanas, semidormido, haciendo tiempo hasta que el estómago me indicara que había llegado la hora de su ración, hecho que no tardó en producirse, por lo que, calzándome las zapatillas, me levanté sigilosamente para no despertar a Tinín, deteniéndome coquetamente ante el espejo del cuerpo central del armario. En el corto diálogo visual, el descomunal espejo fue mi aliado porque al mirarme en él sólo percibí la silueta de un muchacho delgaducho y despeinado, sin que se pudiese apreciar en mi difuminada cara vestigios de la mala noche pasada.
Cuando bajé a desayunar, hacía tiempo que Petra se había hecho con el control de la cocina, preocupándose de paso en recordar a tata Lola dónde se encontraban los utensilios y las viandas, para que la intendencia funcionara a la perfección, y ella misma había dispuesto, como en un hostal, las tazas, los platos, las servilletas y la mantequilla sobre la consistente mesa rectangular de la cocina, que servía el resto del año, en ausencia de invitados, de mesa de comedor.
 Aunque en un primer momento, Petra me había impresionado con su tétrico aspecto, esta mujer ocultaba bajo su rudo aspecto, un corazón noble y una actitud de servicio como la que sólo pueden tener aquellas personas que desde su nacimiento vienen a este mundo a estar a las órdenes de otros. En este caso, Petra estaba orgullosa de servir a mi abuelo, «su señorito», y tenía a gala tanto los muchos años de servicio como que su propia madre hubiera quitado los pañales al ahora su jefe, objeto de sus actuales desvelos.
Nada más verme, corrió a ofrecerme un gran vaso de leche y unas magdalenas, diciéndome cariñosamente:
―Come rapaz, que entavía tienes mucho que crecer.
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Fotografía de Juli Garrido Velasco