domingo, 7 de junio de 2020


EN EL MADRID DE LOS 60 (IX)


.....................................................

Afortunadamente, siempre iba provisto de algunos poemas por si tenía la ocasión de leerlos públicamente y esta circunstancia acababa de producirse. Un tanto acalorado, con el orujo haciendo su efecto y acompañado de un ligero temblor de piernas, acerté a pronunciar:

—Gracias, señores, por hacerme partícipe de su compañía. Leeré a modo de presentación y como homenaje a la ciudad que me ha acogido, un breve poema dedicado a Madrid. Por favor, eviten comparaciones con la canción de Agustín Lara—pronuncié con media sonrisa, para quitar solemnidad a la declamación.

MADRID

Te canto, Madrid, porque tu brisa
acaricia al soñador errante
venido para plantar en tu asfalto
semillas de fantasía.

Resuenan bajo el pálido cielo,
el ajetreado caminar de afanes
en miradas que son resplandores
de tardes azuladas, de dorados recuerdos
de otros pueblos y ciudades.

En tu urbe se cobijan
junto a la carne vencida,
la tierna suavidad del niño;
quimera y realidad caminan juntas
por Plazas y Avenidas
de un encanto inabarcable que enamora.

En los castizos recodos de callejas, las corralas
no han perdido el saber popular de artistas y de reyes
que quisieron perder o ganar su noche
en  las Cavas de La Latina.
Escucho en la Castellana trinar de pájaros
sacudiendo las conciencias del viandante incrédulo,
mientras que en el Retiro cruzan las barcas como naves
hacia el Nuevo Mundo de la orilla opuesta.

El Cielo y Madrid son la misma cosa
para el poeta que escucha en sus fuentes
cantos de Sirenas, arpegios rumorosos
u ocultas melodías del Manzanares
tendido a los pies de la Almudena.

Junto a la leyenda, el oso y el madroño
se yerguen como yo, intentando palpar
con las yemas de los dedos
la belleza que Madrid me ofrece.

Varios ¡Bravo! y un nutrido aplauso de los asistentes, premió mi actuación. A los pocos segundos, como si se hubieran puesto de acuerdo, reanudaron el guirigay de sus conversaciones como quien da paso al segundo Movimiento de una Sinfonía momentáneamente interrumpida y deduje por su actitud, que más que cautivados por mis versos, los tertulianos eran personas complacientes y educadas.

Don Gustavo, en un deseo de que mi presentación dejara en mí un grato recuerdo se apresuró a decirme:

—No has podido tener mejor debut. Se ve que tienes madera de gran poeta y es de justicia que tu obra sea conocida. Por eso, deseo ayudarte. Te recomiendo que escojas entre tus poemas aquellos que te parezcan de mayor calidad y me los hagas llegar. Yo se los entregaré a mi amigo César, un gran periodista y escritor al que, últimamente, por su delicado estado de salud no se le ve mucho por aquí, pero que goza de gran influencia en varios diarios de tirada nacional.

—¿César González Ruano?—Pregunté, curioso.

—El mismo—Afirmó don Gustavo—Pocos de nosotros tienen tanta influencia como él. Se los podría dejar también a un joven escritor, Francisco Umbral, pero aún no tengo mucha confianza con él. Con Camilo José Cela, ni me atrevo, tiene el ego muy subido. El que más confianza me da es César, sin duda.
...........................................................


2 comentarios: