UN TORO NOBLE
"Ceniciento",
era un toro astifino, berrendo en negro, cuya estampa, difuminada por el paso del tiempo, jamás
olvidaré. Formaba parte de una vacada que pastaba en una dehesa salmantina,
hermosa como pocas, en donde encinas, robles y alcornoques sobresalían sobre un
terreno un tanto ondulado, tapizado por un hermoso pastizal.

La confianza con la que
aquel hombre dejaba entrenar a su pariente, se basaba en que la ganadería no
era de toros bravos, aunque alguna ascendencia de bravura debían tener, porque
cuando se les citaba con un trapo rojo, hacían mención de ir a por el engaño.
Un día en el que observaba
desde una prudencial distancia, como "el perilla" se esforzaba en que
"Ceniciento" le embistiera, el animal, seguramente acosado, se
arrancó inopinadamente hacía mi, que, en
mi alocada huída, caí al suelo trompicado, quedando panza arriba deslumbrado
por el sol mañanero; sol que se ocultó fugazmente, cuando una cabeza negra y
enorme, se interpuso en la trayectoria de sus rayos. Aquel instante pudo
resultar trágico, sin embargo, el noble animal, deslizó su pala izquierda por
mi pecho y se alejó con la misma celeridad con la que se me había acercado.
Rota la camisa por el
varetazo, ese mismo día concluyeron mis acompañamientos al "perilla".
El rasguño del pecho se curó en poco tiempo, aunque tardé mucho más en
recuperarme del susto y de poder olvidar aquella mirada de astado noble.
"El perilla",
creo que anduvo alguna vez más trasteando con el morlaco, hasta que éste, fue
llevado al matadero. Al enterarme, estuve una temporada alimentándome de fruta
y de pescado..
No hay comentarios:
Publicar un comentario