PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (20)
CAPÍTULO IV
Conociendo el
pueblo
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Se
notaba que Jeremías tomaba muy en serio la tarea de profesor que se había
impuesto, con el noble fin de hacer de mi persona un ser apto para bandearme
por la vida y quitarme de una vez la pátina de capitalino que me impregnaba, y
por eso me hablaba con la preocupación de darme en pocos días todo un cursillo
acelerado de galanteos y tácticas amorosas.
―¡Mira!
¡Fíjate! Aquí viene Pili, la hija de Melquíades, el de los ultramarinos. ¡Ya
verás cómo se liga!
Y sin
más preámbulos, se dirigió resueltamente hacia la muchacha.
―Pili,
date prisa y a la vuelta nos das un poco de agua fresca, no siendo que mi primo
con la calor, se me muera de sed.

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