PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO
JEREMIAS" (21)
CAPÍTULO IV
Conociendo el pueblo
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El
primer intento fallido no supuso ningún contratiempo para Jeremías, que
justificó el fracaso diciendo:

No
pasaron ni diez minutos cuando, calle abajo, tres muchachas con sus respectivos
cántaros avanzaban lentamente hacia nuestra posición, dejándose ver. Parándose
cada poco, cuchicheaban mientras nos lanzaban miradas insinuantes.
Esta
vez no fue necesario que Jeremías les dirigiera la palabra, pues la más alta y
desenvuelta, sintiéndose arropada por la presencia de sus compañeras, al llegar
a nuestra altura, dijo a mi primo con un cierto retintín:
―Qué
calladito tenías lo de tu primo; si no es por la Encarna , no sabemos que
había llegado esta «joyita» ―dijo, señalándome.

―¡Uy
madre, vaya humos! ¡Quién fue a hablar! ¿Quién te has creído que eres?
―contestó, soliviantada, la muchacha.
―Pues
quién va a ser: el hijo del Mecagüen ―respondió otra de las acompañantes―. Y
las tres, entre risas, reanudaron la marcha.
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