jueves, 4 de julio de 2019

PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (58)

CAPÍTULO IV
Conociendo el pueblo

………………………….

―Los que utilizan motes para nombrar a sus convecinos o parientes son gentes de poca cultura, que con un vocabulario soez o rastrero ―afirmó mi padre― demuestran su baja catadura, movidos en la mayor parte de las veces por la envidia, evidenciando así que son gentes de escaso soporte moral. En nuestro caso, el apodo con el que nos nombran me parece de muy mal gusto y ya añejo. Sería más justo, ahora que tengo un reconocido prestigio, que nos conocieran por los Notarios o, en su defecto, por los Vallisoletanos, sin tener que recurrir a mulero para recordarnos continuamente el oficio de mi abuelo. Además, lo dicen cobardemente, a mis espaldas, porque todavía no ha nacido quien tenga el coraje de decírmelo a la cara ―concluyó mi padre, atusándose el bigote primero y haciendo antes de levantarse de la mesa un nudo estrangulador en la servilleta, como si en ella se hubieran congregado todos los cobardes del pueblo.

El reloj del ayuntamiento no había dado las diez cuando Jeremías apareció jadeante en casa, reclamando la atención de mi madre:
―¡Tía Consuelo, tía Consuelo! Ha dicho mi madre que Alvarito se venga a comer hoy con nosotros. Después nos iremos a las eras para que mi primo vea cómo se trilla.
―Me parece muy buena idea ―dijo mi madre―, pero procurar protegeros del sol y sobre todo, Álvaro, no vengas tarde.
―Descuida mamá; estaré para la merienda ―dije, tras colocarme un amplio sombrero de paja rescatado de la buhardilla.
Jeremías no se percató de que mi deseo de merendar en mi casa era la mejor manera de asegurarme el condumio, teniendo en cuenta lo que me había contado el día anterior de las frugales comidas en la suya, a la que, mentalmente, empecé a llamar desde ese momento «la casa de los ayunos».
Hasta bien entrada la mañana estuvimos dando vueltas por el pueblo sin rumbo fijo, hasta que Jeremías quiso enseñarme algo que para él era más importante que la trilla. Se estaba empezando a interesar por las chicas y creía conocer muy bien la forma en que las podía cortejar sin que se notara que, por el momento, su principal preocupación era conseguir la atención de Rosita la de la Nicanora.
―Aquí, sentados a la puerta de Teresa, la Africana, veremos pasar a eso de las doce a las chicas con sus cántaros, camino del Chagaril ―me informó, mi primo―. A las tías es mejor verlas así, en un día de trabajo, porque estando sin arreglar, no te engañan con maquillajes, tacones y pijadas, como cuando van a misa. Tienes que estar atento y no perder detalle de lo que las digo, ni cómo las trato. Ser un poco duro es lo mejor en estos casos. Como te hagas el finolis estás perdido. Te lo digo por experiencia ―dijo ufanamente, lanzando su mirada calle arriba―. Esto lo hago por ti, para que vayas cogiendo experiencia y sepas cómo tratar a las mujeres.
.............................................


                                                                       

No hay comentarios:

Publicar un comentario