PARIS. OH, LÀ LÀ (14)
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Giselle estaba tan convencida como yo, de que
nuestra relación no sería eterna.
—Dentro de unos días regresarás a España y,
seguramente, el tiempo se encargará de apagar este fuego que ahora parece no
tener fin. Soy consciente de ello, porque no tengo fuerza moral para retenerte
a mi lado, ya que aunque te quedaras en París, yo no sacrificaría por nada del
mundo mi sueño de llegar a ser una figura del ballet con lo que ello supone de
cursillos, representaciones y viajes que me impedirían estar compartiendo mi
vida contigo todos los días.
—Tienes razón, Giselle. Nadie sabe lo difícil que
resulta compartir vocación y compañía—dije, como si mis palabras estuvieran
expresando un pensamiento sincero—. Pero he de darte una buena noticia y es que
ayer concluí mi cursillo en la Sorbona y dispongo de todas las fechas libres
hasta mi marcha.
—¡Eso es maravilloso, mon amour! Podremos disfrutar a tope todo el tiempo libre que me
permitan mis clases de ballet.
Giselle, extrajo de su bolso un ejemplar de “Le
Monde” y, haciéndome cucamonas, me rogó que se lo leyera. Con mucha calma, para
no equivocarme, lo leí dándole la mejor entonación de que, en ese momento, era capaz.
PARÍS
Il n' est possible que de penser à toi
te décrire dans un poème
c' est impossible pour moi.
Fasciné par ton charme, je note dans la mémoire
la beauté dont je prends plaisir et que je jouis,
Paris, à te regarder.
J' évoque en milliers de clichés la gentillesse de la
Seine et sa rive,
le calme glissement de l' eau qui me fait tomber
amoureux
en parcourant, d' une partie à l' autre, la ville du
sort permanent.
Attiré à Montmartre je retrouve
un nouvel esprit au Sacré-Coeur et à Montparnasse,
je plonge dans vieilles histoires de bohèmes
littéraires.
J' adore l' Impressionisme de Musée d' Orsay
et le vertige qui me produit regarder les coupoles
dorées
depuis la hauteur de la tour Eiffel.
Quelle rare perfection possèdent tes places et
jardins!
Dis -moi qui t' a offert de l' étrange sortilège
par lequel le voyageur, en te disant au revoir, rêve
de te revoir.
Racconte-moi le secret pour ne pas mourir de
mélancolie,
quand je ne serai pas là
et accorde-moi la grâce d' être le virtuel et éternel
promeneur de tes rues
pour me souvenir pour toujours de tes aubes et
demander que mon crépuscule
soit, comme le tien, rosé, tenre, éternel.
—Ahora,
recítamelo en español, deseo escuchar el original—me rogó como quien suplica
que se otorgue un gran favor.
PARÍS
Solo es posible pensarte,
describirte en un poema
me resulta imposible.
Fascinado por tu encanto,
anoto en la memoria
la belleza que gozo
y disfruto, París, al contemplarte.
Evoco en miles de
instantáneas la lindeza del Sena y su ribera,
el tranquilo deslizar del
agua enamorándome
al recorrer, de parte a
parte, la ciudad de permanente hechizo.
Atraído en Montmartre
recobro
un espíritu nuevo en el Sacré-Cœur y, en Montparnasse,
me sumerjo en viejas
historias de bohemios literatos.
Adoro el impresionismo
del Museo de Orsay
y el vértigo que me
produce contemplar las cúpulas doradas
desde la altura de la
Torre Eiffel.
¡Qué rara perfección
poseen tus Plazas y jardines!
Dime quién te dotó del
extraño sortilegio
por el que el viajero, al
despedirse de ti, sueña con volver a visitarte.
Cuéntame el secreto para
no morir de melancolía,
cuando ya no esté aquí
y concédeme el favor de
ser el virtual y eterno paseante de tus calles
para recordar por siempre
tus amaneceres y pedir que mi crepúsculo
sea, como el tuyo,
rosado, tierno, eterno.
Esta
vez, la lectura del poema resultó más entonada, porque se ajustaba al
sentimiento con el que lo escribí. A su conclusión me besó de nuevo. Esa era la
forma con que esta encantadora mujer me
premiaba cuando se satisfacían sus deseos. Otro beso más prolongado obtuve
cuando firmé una dedicatoria al pie del poema escrito en uno de los diarios.
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