El EMPRENDEDOR
(Obra teatral en 3 Actos)
ACTO PRIMERO
(Enrique va a visitar a Sebas que se
encuentra ligeramente resfriado)
Enrique—¿Se puede?
Sebas—Pasa, pasa, campeón. Gracias por venir. Aquí me encuentras arropado
en el sofá por un maldito resfriado.
Enrique—Bueno, si solo es eso no tiene ninguna importancia. Ya verás como
en unos días te encuentras restablecido.
Sebas—Eso espero, Enrique. ¿Y qué hay de nuevo por ahí?
Enrique— Pocas cosas. Quizás seas tú el que tenga más temas de conversación.
Dime, Sebas, ¿cómo te van los negocios? Siempre has tenido fama de ser muy
emprendedor.
Sebas—Calla, calla, que últimamente no me puede ir peor.
Enrique—¿Y eso?
Sebas—Creo que ya sabes que hace años monté una granja de chinchillas,
porque me parecía entonces, que la máxima aspiración de toda mujer era tener un
abrigo de piel. En los primeros años me fue bien, pero con el cambio climático,
fueron disminuyendo los días de invierno en los que hacía verdadero frío y las
ventas comenzaron a disminuir.
Enrique—Sí, eso es verdad.
Sebas—Para colmo de males, los ecologistas me estuvieron haciendo una
campaña feroz basándose en el maltrato animal y acabaron por asaltar la granja
y soltarme los animales. Tuve unas pérdidas enormes. Menos mal que el seguro me
cubrió parte del desaguisado y con lo que me dieron compré un terreno cercano a
la ciudad para montar otro tipo de explotación.
Enrique—Si está cerca de la ciudad, puede que haya menos riesgo de que te
hagan alguna fechoría. ¿Has pensado qué animales vas a explotar?
Sebas—Lo tengo que concretar, pero seguramente pondré terneros de cebo.
Ahora parece que el precio de los filetes está repuntando.
Enrique— Seguro que te irá bien. Tu eres un hombre inquieto y con ideas
Sebas—Inquieto, sí que soy un rato, pero mis ideas no siempre dan buenos
resultados.
Enrique—Espero que esta vez te vaya bien y también que te mejores del
catarro.
Sebas—Gracias, amigo. A ver si nos vemos pronto.
Enrique—Que así sea. Adiós.
ACTO SEGUNDO
(Enrique y Sebas vuelven a encontrarse dos años
después)
Enrique—¡Hombre,
Sebas, qué alegría verte!
Sebas—¡Cómo
es la vida! Dijimos que nos veríamos pronto y han pasado dos años.
Enrique—Si
es que el tiempo corre a una velocidad de vértigo. A uno le da pereza coger el
teléfono y en las grandes ciudades, ya
se sabe que no es fácil encontrarse. Pero dime, ¿qué tal la familia?
Sebas—De
salud bien, pero estamos pasando un mal momento económico y eso siempre origina
tensiones.
Enrique—Entonces,
¿es que te fue mal el negocio de los terneros.
Sebas—Mal,
no, ¡pésimo! Al poco de montar la explotación, que se extiende a lo largo de la
autovía, pusieron un burger justo al
lado.
Enrique—¿Y...?
Sebas—Pues
que cada dos por tres estaban los animalistas manifestándose junto a la cerca
de la explotación, llamándome de todo. "Asesino de animales" fue lo
más bonito que me dijeron. Pegaron carteles afirmando que inyectaba a las reses
clembuterol y que luego vendía la carne a la hamburguesería y cosas por el
estilo. Más tarde se corrió la voz y vinieron los veganos haciendo caceroladas
hasta por la noche. Total, que al final, mi ganado estaba tan estresado que no
engordaba y tanto el del burger como
yo tuvimos que dejar el negocio.
Enrique—Pues
ya los siento. Vivimos en un país en que unos pocos quieren imponer su ley a
los demás como en los tiempos del lejano Oeste.
Sebas—Sí,
eso es lo que ocurre. Ahora estoy dando vueltas a la cabeza a ver qué negocio
monto que no moleste a ningún colectivo.
Enrique—
Eres un hombre de grandes ideas y ya verás como en poco tiempo te inspiras y
sales del
atolladero.
Sebas—Dios
te oiga. Si no encuentro una solución rápidamente, me moriré de hambre.
Enrique—Ten
confianza y ya me irás diciendo. Esta vez no dejaré que pase tanto tiempo y
prometo llamarte pronto.
Sebas—
Gracias, amigo. Que te vaya bien. Saludos a tu familia.
Enrique—Igualmente,
Sebas.
ACTO TERCERO
(Tres meses después, Enrique telefonea a Sebas)
Enrique—¿Sebas?
Sebas—
¿Quién eres?
Enrique—Soy
Enrique, tu amigo. Como te había prometido te llamo para ver qué tal se van
resolviendo las cosas. La última vez que nos vimos me quedé muy preocupado.
Sebas—No
te lo vas a creer, pero ahora me va de maravilla y sin dar golpe.
Enrique—¡Cómo
es eso?
Sebas—Ya
te dije que mi finca estaba junto a la autovía.
Enrique—
Sí, sí, lo recuerdo.
Sebas—Pues
contacté con un amigo mío que apunta maneras para ser un buen político y me
aconsejó poner publicidad a lo largo de finca que linda con la autovía. Así lo
hice y desde entonces, treinta carteles
luminosos publicitan a Grandes Almacenes, productos de limpieza, jamones y
embutidos, ropa interior de señora, colonias, en fin, todo lo que te puedas
imaginar. ¡Ah! Muy importante, también propaganda del Gobierno de la Comunidad.
Enrique—¿Y
eso te da para vivir?
Sebas—Ya
lo creo. Gano mucho más que antes y como te he dicho, sin dar un palo al agua.
Enrique—
Pues me alegro mucho. Y ahora, ¿qué cultivas en el terreno?
Sebas—Nada.
El terreno está en barbecho. Según me han dicho, este es el nuevo modelo
productivo para que todos salgamos de la crisis. No es importante producir, lo
que importa es la información. Así entre todos haremos que este país prospere.
Enrique—No
sé si el país prosperará así, lo que es evidente es que tu sí que lo has hecho.
Sebas—Toda
la vida trabajando para poder comer y ahora me ha llegado el premio por dar con
la tecla adecuada.
Enrique—Cuando
te acuerdes, dame el teléfono de ese amigo tuyo. Yo también quiero ayudar al desarrollo de mi país.
Sebas—Descuida,
Enrique. Así lo haré, aunque ten paciencia si a las primeras de cambio no te
coge el teléfono. Ahora ya es un jefazo.
Enrique—
No me extraña. Una persona con tanto ingenio merece ocupar un alto cargo.
Gracias, Sebas. Me alegraré de que las cosas te sigan yendo bien.
Sebas—Y
yo de que aciertas a tocar la tecla adecuada.
(Ambos amigos se despiden deseándose lo mejor,
mientras cae el telón)
FIN