domingo, 28 de noviembre de 2021

 

EL YANTAR DE MÍO CID

Revista gastronómica

GUÍA MICHARLYN

 

RESTAURANTE  BULHA. R.de Sá da Bandeira, 490  PORTO (PORTUGAL)

 

 

Oporto se encuentra a tan pocos kilómetros de la frontera española, que supone una gran tentación no visitar esta ciudad, cuyo centro histórico ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Después de empaparnos de cultura y de subir y bajar empinadas calles, el apetito se despertó en las proximidades de la Rua de Santa Catarina, lugar en donde se concentran gran número de restaurantes, cafeterías y también multitud de turistas.

 Muy cerca de allí, en la arbolada Rua da Sá da Bandeira encontramos un coqueto y delicioso restaurante familiar, el "BULHA" en donde fuimos magníficamente atendidos, y yo diría que casi agasajados, por uno de los hijos de la cocinera. Para empezar, el joven además de ofrecernos un frugal aperitivo de bienvenida, nos dio a probar vinos con los que acompañar las viandas, decantándonos por ÁGUIA MOURA. Doc Douro 2019, que resultó afrutado, fácil de trasegar y muy apropiado para acompañar la inevitable Francesinha y los platos bien cocinados de bacalao. A reseñar los postres, de presentación y gusto exquisitos. Buena parte de las pitanzas consumidas, os las ofrezco en el reportaje gráfico.

Por la calidad de los productos, la delicada atención recibida y por el precio (bastante inferior al que nos hubiera costado en España) este restaurante queda recomendado para vuestra próxima visita a Oporto.

Con las buenas sensaciones recibidas fue imprescindible rematar la sobremesa tomando un café en el "MAJESTIC", Para que además del gusto, gozara también el sentido de la vista.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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jueves, 25 de noviembre de 2021

 

CIEGO DE AMOR

 

 

 

 

Gracias a ti,

soy capaz de ver en la distancia.

Distingo a miles de kilómetros

tus seductores ojos,

la lisa y rubia cabellera,

y el latido de tu corazón,

al que percibo rítmico

como el acompasado tictac

del reloj de pared que me acompaña.

Soy un ciego vidente,

 pues el amor me hace ver con los ojos cerrados

y me da alas a los ensueños;

con ellas vuelo y me desplazo

sin tocar tierra,

caminando entre nubes,

tocando estrellas.

Detengo el tiempo,

surco el espacio y me dirijo

a donde quiero,

aunque no pueda evitar

ascensos bruscos y

descensos trepidantes

recordando de tu cara la dulzura,

y de tu cuerpo la insinuante forma,

que a pesar del deseo,

no consigo abrazar.

A veces, maldigo la impotencia

de no poder transmutarme

en átomos viajeros

que acaricien tu piel.

Recuerdos inolvidables del último verano

se agolpan en mi mente.

Luego, emerjo de mi ruina con potentes alas

para seguir volando

y observar la fascinación cautivadora,

de tu boca sonriéndome.

Sé que ansías mis besos,

que alzando tus brazos

me reclamas. Lo sé,

porque  en la distancia,

ciego de amor, te veo.

 

Fotografía de David Dubnistkiy

 

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jueves, 18 de noviembre de 2021

 

CARTA AL AMIGO INVISIBLE (X)

 

 

Querido amigo, en mi última misiva te comentaba mi temor de que la defensa a ultranza del lobo en Castilla y León era una medida sin fundamento propiciada por este Gobierno para intentar contentar a los Colectivos Animalistas con tal de asegurarse un puñado de votos. Pues bien, desgraciadamente, en Revellinos de Campos (Zamora) los lobos han matado  a veintiocho ovejas y treinta y cinco corderos, continuando así la racha de desgracias que afectan a los ganaderos de la España vaciada y que de esta manera seguirá perdiendo población al no poder subsistir la actual, en condiciones tan extremas. A ver si se enteran de una vez por todas, de que lo que el lobo come, no lo come el hombre.

Hablando de la España vaciada, propongo que en alguna de esas zonas totalmente abandonadas por el desgobierno que padecemos, se sitúe la tan cacareada fábrica de semiconductores que en España, necesitamos como el comer. o para mejor decir: Para poder comer y no depender tanto de nuestros amigos chinos. Eso sería "descentralizar" y no lo que pretende Sánchez con tal de contentar a los independentistas y fastidiar un poco más a Madrid, cuyos ciudadanos parecen haberse dado cuenta de las continuas mentiras de nuestro Presidente.

Mencionar Madrid me da pie para deciros que estuve muy atento a la entrevista que Isabel Díaz Ayuso concedió al "Hormiguero"( 23,2% de audiencia). Esta mujer me encanta y no me extraña que se lleve de calle a una inmensa mayoría de madrileños. Espontánea, ágil en las respuestas, sencilla , alegre y sincera en todo momento, dijo verdades como puños, explicando el modo por el que Madrid es un ejemplo de progreso y diana a la que lanzan sus dardos los envidiosos. Entre otras cosas afirmó que el himno de España tiene letra, refiriéndose a la que escribiera José María Pemán. Por prudencia o por falta de tiempo no mencionó el agravio sufrido por la familia de tan insigne escritor al ver como busto, placa conmemorativa e incluso el nombre de un teatro han sido suprimidos en su natal Cádiz, en donde reina el descerebrado Kichi.

Como un tema lleva a otro, no sé por qué me viene a la memoria la fotografía de cinco mujeres paseándose por las calles de Valencia entre abucheos, afiche perfecto para el siguiente bodrio cinematográfico de Almodóvar. Todas ellas no están muy sobradas de cerebro, pero traman una desconocida alianza que las mantenga cobrando del erario público. Puede que hasta logren el objetivo de crear una Plataforma capaz de reunir centenares de votos de incultos que aún no distinguen entre sexo y seso.

Y mientras la vida pasa y crece la expectación por saber si este año los árboles navideños se iluminarán, o no, con velas, la tragedia insular continúa y el volcán amenaza con hacer imposible la vida de los palmeños. Me solidarizo con ellos, e incluso al contemplar su situación, se me pasa el cabreo por el desorbitado aumento de todos los productos esenciales para el diario vivir. Al menos, estoy en tierra firme y el aire, de momento, es gratis y de buena calidad.

Que tengas un buen día, amigo invisible.

 

domingo, 14 de noviembre de 2021

 

PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (83)

 

 

CAPÍTULO XI

La Tertulia

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“¡Bravo! ¡Bravo!” exclamó don Julián cuando terminé la lectura, mientras doña Rosario corrió a besarme en las mejillas, aliviándome de la carga emocional que golpeaba con fuerza mis sienes hasta el punto de creer que podría desvanecerme. “Tiene talento. Mucho talento” afirmó don Alfonso, que hasta el momento había permanecido en silencio. Su mujer, doña Teresa, alabó exageradamente la pureza estética del poema: “Cuesta creer que un muchacho de su edad ―apostilló― posea tan elevado sentido del ritmo”. La sensibilidad de doña Paula también se vio afectada en esta ocasión, pues llevándose de nuevo el pañuelo a los ojos comentó: “¡Cómo hubiera deseado ser esa mujer en la que nuestro poeta se ha inspirado!” dijo, mirando de soslayo a Cécile, que permanecía estática, con la cabeza vuelta hacia donde me encontraba, tiñendo con el azul de su mirada todo mi ser. Don Julián, guiñándome un ojo, musitó unas palabras que sólo yo fui capaz de entender en toda su acepción: “Evolución. La evolución es la clave”. Después propuso un brindis y todos elevamos encantados la copa de limonada, que aún conservaba un frescor aceptable.

―Creo que todavía es buena hora para que sintáis la hermosura de la primavera que está a punto de abandonarnos ―sugirió, doña Rosario―. Nosotros tenemos la costumbre de concluir nuestras tertulias con una partidita de póker. Es nuestra manera de distraernos y de olvidarnos de la frustración de no poder andar con la ligereza de antaño. Mi marido está pasando unos días horribles con el dichoso reuma.

Tras despedirnos, al alcanzar la calle sentimos en nuestros cuerpos la tibieza del aire, anunciador del estío que, en pocos días, haría su aparición.

Cécile me tomó de la mano, sin importarle que pudiéramos ser vistos por parientes o amigos. Se encontraba feliz y caminamos, unidos por el cordón umbilical de nuestros brazos, en dirección al Pisuerga, buscando, sin pretenderlo, que la frescura de su ribera, mitigara el fuego de la pasión que a ambos nos embargaba. Sentados a poca distancia del cauce del río, ensimismados ante el apacible discurrir de las aguas, me pregunté cuán distinta era la sensación que en ese momento me aportaba su contemplación, en comparación con la sentida en soledad a principios del otoño. Cécile pareció adivinar mis pensamientos y me susurró:

―¿Por qué en tus poemas citas tantas veces amor y melancolía?

―El amor y la melancolía son dos estados extremos del alma que me han impactado desde que tengo uso de razón. Antes buscaba amor y me cercaba la melancolía. Al conocerte y ser correspondido, tu presencia invadió de amor mi ser, sin dejar hueco alguno en donde pudiera asentarse la melancolía.

Noté la tibieza de sus labios besándome el lóbulo e la oreja, antes de que me hiciera una pregunta, cuya respuesta conocía de antemano:

―Entonces... ¿Soy yo a quien iba dirigido ese poema?

―Y a quién si no ―respondí.

Mientras me cubría de besos, hizo, entre risas, un comentario jocoso:

―Si nos estuviera viendo doña Paula, ¡se moriría de envidia!

 

Las luces de la ciudad se fueron encendiendo a nuestra espalda, después de que el sol se ocultara, refugiándose en la otra orilla, tras la arboleda.


 

jueves, 11 de noviembre de 2021

 

SUEÑOS INEFABLES

 

 

La luz hirió mis las pupilas, me arrugó el entrecejo y desató una serie de desagradables sensaciones que traté de evitar cambiando de postura. ¡Vano intento! El cuerpo no me obedecía. Angustiado, comencé a escuchar ruidos de máquinas, trasiego de pasos  y largos silencios hasta que una cabeza totalmente cubierta de protecciones plásticas, después de contemplarme unos instantes, pronunció con voz femenina:"¡Venid, venid, el paciente de la 2 ha recobrado el conocimiento!".

La voz me irritó hasta el punto que intenté cerrar los ojos de nuevo y sumergirme en el inefable sueño del que acaba de despertarme. En él todo era placidez. Deambulaba por espacios siderales ingrávido, ascendía y descendía a mi antojo entre dulces melodías y colores cambiantes extraordinariamente atractivos que me hacían sentir dichoso aunque nunca conseguía alcanzar un "algo" excelso y atrayente en el que creía se encontraba la felicidad completa. "¡Abre los ojos, José!" fue la siguiente voz que escuché, esta vez imperativa y masculina, mientras que cuatro o cinco figuras totalmente embutidas en equipamientos plásticos se arremolinaban ante mí ocultándome la visión del techo.

En un continuo trasiego de idas y venidas de seres que deduje que eran personal sanitario, fueron discurriendo las siguientes horas en las que me fui acostumbrando a la luz, a los sonidos y también comprobando con inmensa alegría, cómo podía mover ligeramente la cabeza. ¿Qué hacía yo allí? ¿Cuál era la causa de que me encontrara privado de libertad, encerrado en la cárcel de mi cuerpo? Eran las preguntas que bullían en mi mente, que mi boca no podía pronunciar y de las que, naturalmente,  no obtenía respuesta alguna.

Transcurrido un tiempo, la voz de una mujer madura con indumentaria diferente a la de las anteriores ,  me dijo: "¡Hola, cariño! ¿Qué tal estás? Soy Amparo". No entendí nada. Amparo coincidía con el nombre de mi mujer, pero era evidente que esta otra la estaba suplantando. Su voz no se correspondía con la de una treinteañera. Minutos más tarde, cuando dos jóvenes, varón y mujer exclamaron: "!Papá!", entre sollozos, comprendí que mi viaje sideral que apenas había durado un instante, se correspondía con varios años de existencia terrenal, pues recordaba a Marta y a Luis en el jardín de infancia.

Poco a poco y en días sucesivos, fui recordando hechos y lugares. Ayudado por especialistas,  recobré el habla y la movilidad de mis miembros progresó de tal manera que era capaz de realizar acciones concretas y valerme por mí mismo. En el proceso de regresión pude recordar  aquel fatídico día en el que el resbaladizo asfalto me hizo perder el control del coche hasta quedar deslumbrado por una potente luz... y luego, nada.

Hoy, casi totalmente recuperado, me siento feliz con mi familia. Soy un hombre seguramente más activo que cualquiera de mi edad, quizás en un oculto deseo de recuperar como Marcel Proust, el tiempo perdido y medito con frecuencia, pensando que algún día tal vez pueda alcanzar ese "algo" que iluminaba mis inefables sueños y que parecía contener la felicidad completa.

domingo, 7 de noviembre de 2021

 

PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (83)

 

 

 

 

CAPÍTULO VI

El cursillo de verano

 

Desde hacía media hora, Jeremías, sentado en el zaguán, esperaba pacientemente a que Tinín acabara de desayunar. Esa mañana, para mi hermano y para mí era una página en blanco con visos de aventura, porque comenzaba nuestra andadura en la escuela de verano, a la que tan explícitamente nos había invitado don Matías, y de la que Jeremías era asistente asiduo. A mi primo le hubiera gustado que no nos acompañara el pequeño, porque según decía él, «el espía» iría con el cuento a mi madre si en nuestra conversación se nos escapaba alguna palabrota o si surgía la inevitable referencia a Rosita la de la Nicanora.

―Vamos, pesado; no comas más magdalenas, que te vas a poner como una bola― dije para apremiarle.

―Todavía tiene que peinarme tata Lola ―contestó respondón el niño.

Jeremías, levantando la ceja, argumentó:

―Llegaremos tarde; a don Lucio le gusta la puntualidad y se pone nervioso si no escuchamos completa su charla inicial.

Luego, moviendo la cabeza con tono de suficiencia, pronunció: «¡Quién con niños se acuesta…!»

Con la lentitud con la que Tinín comía, el refrán se cumplió, y como era de esperar, llegamos tarde. Cuando, picando la tra­sera de la huerta de don Matías, pedimos permiso para entrar, don Lucio nos franqueó la puerta con semblante circunspecto, para a continuación, carraspeando, decirnos:

―Como ya conoce Jeremías, la actividad está programada para las diez, y la puerta se cierra a las diez y cinco; si llegáis más tarde, con las mismas os volvéis a casa. La puntualidad es una cualidad que debe adornar a todo español. Hoy, por ser el primer día, podéis pasar. Sentaos ―nos dijo, indicando el suelo― que en breve comenzaremos la clase.

Don Lucio era un hombre extremadamente delgado, de pelo alborotado y de tez pálida, en la que se podía apreciar el discurrir violáceo de las venas. Su afilada nariz cumplía esa mañana con la doble misión de aspirar los enervantes aromas que desprendía la huerta y de soportar el peso de las gafas con montura de concha y gruesas lentes de anillos concéntricos, que paliaban su gran miopía pero le vencían la cara hacia adelante. Dos diminutos ojos se apreciaban con dificultad tras los cristales, como si estuvieran alojados en el cogote, si bien uno de ellos se desviaba de la correcta trayectoria, dándome la sensación de que podía estar viendo en ese momento la huerta y sus alrededores. A pesar del calor, vestía un impoluto traje negro que resaltaba, más si cabe, la blancura de su piel y de su camisa. Sentado en un sillón de mimbre, a la sombra de una higuera, se había despojado del sombrero, que reposaba encima de las entrecruzadas piernas, y, nervioso, miraba que las manecillas alcanzaran no se sabe qué lugar en la esfera de su reloj de bolsillo para comenzar la charla al auditorio, compuesto por una veintena de muchachos de todas las edades, que describíamos un corro a sus pies, sentados en el suelo, a dos metros de la improvisada cátedra.

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jueves, 4 de noviembre de 2021

 

HAIKUS DEL TRISTE NOVIEMBRE

 

 

 

El calendario

me dice que es noviembre.

A los muertos, Paz.

 

Por la vereda

me asaltan pensamientos

del tiempo final.

 

Últimas hojas

vencedoras de vientos

sugieren  pensar.

 

La fría lluvia

empapa los tejados

y el alma mía.

 

Perdiz cantora,

no cantes mientras haya

mil cazadores.

 

Fotografía de Teresa Soto.