domingo, 20 de abril de 2025

 

RESURRECCIÓN

 

 

Percibo una luz difusa y sutil que me atrapa

y que penetra hasta “mi yo” desconocido

sumiéndome en la reflexión y en la zozobra,

pues agita los pilares de todo cuanto creo.

No tiene voz y me habla de lo eterno,

no es flor y desprende  aquel aroma

tan distinto al de un cuerpo putrefacto.

Me ofrece una escalera helicoidal

por la que subo y bajo

desde la Tierra al Cielo.

Cuando asciendo por ella,

cantan los pájaros internos,

aquellos que alegran la mañana

colmando de amor todo lo que alcanzo a imaginar.

Otras veces, las nubes me impiden comprender

tan gran misterio, aunque soy consciente de que mi vivir

no es casualidad, sino rescate del abismo.

¿Habrá resucitado?

¡Qué otra cosa podría explicar esto que siento!

 

 

 

 

 

jueves, 17 de abril de 2025

                                     
                                                 
EL ENCUENTRO

 

 

Cuál suave bálsamo que alivia el cuerpo seco,

Jesús encuentra en María, el Cielo abierto.

Por un momento, el dolor pasa deprisa,

una mirada de Amor es una brisa

que da fuerzas a un cuerpo medio muerto.

 

Arriba el sol, abajo dura piedra,

cerca el monte del dolor supremo

donde espera la soledad agónica…

Y la mirada maternal impulsa

a dar un paso más para cumplir

la voluntad divina.

¡Para todos habrá la salvación eterna!

 

El cielo rasgado, oscurecido

ve brotar del Redentor sangre y agua.

Todo está cumplido.

 

Cuando el Señor me llame, estoy bien cierto.

María, Madre de Amor, saldrá a mi encuentro.

 

 

 

domingo, 13 de abril de 2025

 

EL MILAGRO DE FRAY FLORIÁN

 

Sosteniendo a duras penas un caldero de cinc en su mano izquierda, ladeando el cuerpo hacia el lado derecho para que actuara de contrapeso, fray Florián caminaba lentamente hacia el surco donde  las lechugas esperaban, expuestas al sol de la tarde, el agua que las aportara los nutrientes y el frescor necesario para su supervivencia. Tras sufrir un ictus cerebral, había perdido sus portentosas dotes para la oratoria  y buena parte de la agilidad física y mental que le acompañaran tiempo atrás, y se refugiaba en los quehaceres de hortelano como un medio, pensaba, de contribuir  en lo posible al sostenimiento de la economía conventual.

En sus muchas idas y venidas por la huerta, en completa soledad, repasaba con minuciosidad su vida religiosa, alegrándose de los momentos felices disfrutados junto a sus hermanos y lamentándose, en ocasiones, de los fallos cometidos, de los que se arrepentía sinceramente. Sin embargo, tres hechos se habían grabado en su mente, de tal manera, que no conseguía apartarles de su pensamiento ni aún en los momentos de mayor recogimiento, y que correspondían a tres momentos en los que fue fuertemente tentado.

El primero de ellos sucedió a los pocos meses de su ordenación sacerdotal. Una joven bellísima, que se confesaba habitualmente con él, le manifestó abiertamente, en una ocasión, estar perdidamente enamorada de él, proponiéndole que colgara los hábitos. Fray Florián desechó de plano el ofrecimiento, pero no pudo evitar un sentimiento de tristeza al escuchar los sollozos de la joven al verse rechazada.

A punto de cumplir los cuarenta, cuando gozaba de una bien ganada fama de teólogo y predicador, recibió una visita secreta de quien dijo ser un enviado papal. Le ofrecía recalar en Roma como asesor, en donde tendría una vida muy tranquila y la posibilidad, no lejana, de convertirse en Príncipe de la Iglesia. “No he tomado los hábitos de fraile para vivir una vida regalada” fue su contestación. Pesaroso, comprobó cómo el enviado papal abandonaba la estancia, contrariado.

Sin dejar de acarrear el líquido elemento, el fraile recordó un tercer acontecimiento que acudía a su mente con la misma intensidad y frecuencia que los otros dos. Ocurrió hacía tan sólo unos años, cuando siendo Síndico Provincial escuchó la pretensión de un contratista, ofreciéndole una suculenta cantidad de dinero a cambio de que todas las obras que se realizaran en los conventos, fueran adjudicadas a su empresa. Fray Florián le despidió con cajas destempladas, pero no pudo evitar un cierto pesar cuando el desaprensivo contratista le justificó su intento de soborno en la necesidad de alimentar a su numerosa familia.

Desde entonces, fray Florián rezaba cada día por la bella joven, por el enviado pontificio y por el contratista, por si en algo les hubiera ofendido, a pesar de estar convencido de que con ellos había actuado correctamente. En esta plegaria estaba, cuando sintió girar la huerta a su alrededor, y trompicándose, cayó al suelo con tan poco aliento que no pudo pedir ayuda. Fue entonces cuando una figura de aspecto horripilante se interpuso entre su vista nubla y el sol.

—¡Maldito seas fray Florián! —dijo, lanzando por la boca llamaradas de fuego—. Hoy mismo vas a morir y siento no poder llevarte conmigo a los avernos. Cuantas veces he intentado que sucumbieras ante mis proposiciones; he fracasado. De nada me valió tentarte bajo la apariencia de una mujer hermosa, en los años de tu vigor juvenil. Tampoco tuve suerte al ofrecerte la dignidad de un Príncipe de la Iglesia, cuando me presenté ante ti revestido de delegado pontificio y ni siquiera mostraste interés por el dinero, aún cuando intente socavar tu entereza  presentándome como un padre de familia necesitado. Por todo ello te odio y vas a tener la peor de las muertes. ¡La que te mereces!: una muerte en soledad, abrasado por el sol, sin recibir el consuelo de la unción de los enfermos.

Dicho lo cual, la sombra funesta desapareció.

Cuando fray Florián agonizaba, mentalmente invocó a la Virgen: “Reina de la Orden de Predicadores, ruega por nosotros”. Al instante, percibió el consuelo de los brazos amorosos de la Virgen del Rosario: aquella que presidia el altar al que dirigía a diario sus rezos, y se sintió aliviado por una frescura sin igual y por un amor que transportaba su espíritu a un gozo indescriptible.

En la huerta, mientras los frailes del monasterio se lamentaban por la pérdida de uno de los suyos, un aroma finísimo, mezcla de narciso y de alhelí, brotaba del brocal del pozo, allí donde cayera desvanecido fray Florián.

 

 

 

 

.

jueves, 10 de abril de 2025

 

EL HOMBRE DE LAS DIEZ NOVIAS

(Obra teatral en tres Actos)


 



 

ACTO PRIMERO

(En la consulta de un psiquiatra)

 

PSIQUIATRA XXX— Buenas tardes. Sea bienvenido, señor paciente; acomódese en el diván, relájese y dígame todo aquello que le preocupa y que ha motivado esta consulta.

PACIENTE— Verá, doctor, el caso es que me da mucha vergüenza, pues son temas muy íntimos que pertenecen a mi anterior vida amorosa. ¡Si mi mujer supiera que estoy en su despacho...!

PSIQUIATRA XXX— En ese sentido no tiene por qué preocuparse. Mi secreto profesional me obliga a no difundir quienes son mis pacientes, ni lo que aquí se diga, sin embargo, le advierto que toda la conversación quedará grabada para poder escucharla de nuevo; esto me ayudará a emitir un mejor diagnóstico.

PACIENTE— Siendo así...

PSIQUIATRA XXX— Comience, por favor.

PACIENTE— Ejem ejem. Dudo si no estaré cayendo en algún tipo de locura, pero desde hace algún tiempo me suceden cosas muy extrañas. Cuando me acuesto, caigo en un profundo y repetitivo sueño en el que me siento acompañado por todas las novias que tuve hace años. He de decirle que en mi juventud viví una sucesión de malos hábitos con mujeres de moral licenciosa y, ahora, revivo esos momentos de pasión desenfrenada y alocadamente feliz, disfrutada en cada uno de esos noviazgos, pero, si cabe, en una atmósfera de idílica placidez, con sensaciones más intensas y agradables de las que gocé en su momento. Cada noche pienso en Sandra, Merche, Lidia... todas son protagonistas de mis sueños y me hacen disfrutar lo inimaginable.

PSIQUIATRA XXX— Cuente, cuente...

PACIENTE— No me resultará fácil narrarlo, pero lo intentaré. En ese mundo imaginario, todo es felicidad. Las mujeres me complacen como odaliscas, los colores son sorprendentemente intensos, una música embriagadora acompaña cada una de nuestras acciones en escenarios suntuosos especialmente diseñados para nosotros... Al despertar, mi casa me parece poco menos que un establo y mi mujer..., ¡pobrecilla!, sufre muchísimo, porque al parecer pronuncio en sueños el nombre de alguna de mis antiguas novias. Ella sabe que antes de conocerla tuve algunas novietas, pero ignora que fueron tantas y desconoce, por supuesto, los escabrosos detalles de esas relaciones.

PSIQUIATRA XXX— Me parece interesantísimo su caso. Si le parece, entremos en materia: cuénteme esas experiencias; algunas veces, al contar el obsesivo sueño, éste desaparece.

PACIENTE— Esperemos que así sea, doctor. Verá, la primera aventura fue con Sandra. Recuerdo el viaje tan maravilloso que nos llevó a disfrutar una semana entera en una suite de un hotel de Ibiza, desde el que se dominaba toda la costa. Ella me besaba a cada instante y......... (media hora más tarde)......... Fue extraordinario el baño que nos dimos a la luz de la Luna, después....... (una hora más tarde)....... Entonces me desperté y el embrujo de lo soñado desapareció, porque me vi zarandeado por mi mujer, que me preguntaba sobre la Sandra en cuestión. De maravilloso sueño, pasé a tener, despierto, una pesadilla.

PSIQUIATRA XXX— Me parece tan interesante todo lo que me ha contado que le cito para la próxima semana y le reservo la tarde entera.

PACIENTE— Pero eso me costará un montón de dinero, ¿no?

PSIQUIATRA XXX— Por el dinero no tiene por qué preocuparse: le cobraré como una sesión normal. Espero, impaciente, el martes próximo. Que tenga una feliz semana.

PACIENTE— Adiós, doctor, y gracias.

 

ACTO SEGUNDO

(En el mismo escenario, una semana más tarde)

 

PSIQUIATRA XXX— ¿Qué tal? ¿Todo bien?

PACIENTE— Buenas tardes, doctor. Desde la anterior sesión he notado un cambio sustancial. Sandra ha desaparecido de mis sueños y ya solo imagino lo sucedido con las otras nueve novias.

PSIQUIATRA XXX— Parece que la terapia va dando sus frutos. Pero no perdamos tiempo, continúe su interesante relato hablándome de su segunda novia.

PACIENTE— Merche tenía una sonrisa encantadora y un busto imponente. Su pasión era el baile, en concreto, el tango. Nos fuimos a Argentina. Allí bailamos.............. En las Cataratas de Iguazú nos ocurrió algo maravilloso, cuando.............. De regreso en el aeropuerto, desperté del sueño y me encontré con mi mujer. ¡Qué despertar tan amargo!

PSIQUIATRA XXX— Dejemos la realidad y regresemos a los sueños. ¿Qué sucedió con Lidia, que creo fue su tercera novia?

PACIENTE— Lidia, era rubita pero, ensoñándola, su cabello relucía como el mismo sol. No era excesivamente cariñosa, pero recorriendo con ella la fría noche de Moscú, sus brazos y su cuerpo me proporcionaban el calor necesario, es más, en un momento en que........... después, visitando en San Petersburgo el Hermitage, vi que tenía un cuerpo exactamente igual que la Afrodita de uno de los cuadros que allí se exhiben, fue entonces cuando................ Al final, sentí frío y grité: ¡Lidia! ¡Lidia! y me desperté totalmente destapado. Mi mujer empleó esa artimaña para que dejara de gritar su nombre.

PSIQUIATRA XXX— ¡Qué sueños tan apasionantes! Continúe, por favor, con el resto de sus compañeras sentimentales.

PACIENTE— En el Festival de Río disfruté lo indecible con Yolanda, mi cuarta novia en el sambómetro...................... (dos horas más tarde)............................... Antonella, la séptima, era una bella siciliana, juntos recorrimos Palermo............... (tres horas más tarde).......................... Comiendo percebes en las Rías Baixas con Maruxa, mi décima novia, me despertó mi mujer. En esta ocasión no pronuncié el nombre de mi amor gallego pero, al parecer, proferí quejidos de placer. Me libré de la bronca pretextando haber cenado mucho.

PSIQUIATRA XXX—Bien, bien, mi querido amigo. Creo que ya tengo material suficiente para emitir un juicio, Estoy convencido de que su caso pertenece a un tipo de sueño obsesivo que se cura sin medicación. Al contármelo, usted se ha liberado de su ajetreada vida anterior. Debe estar tranquilo y hacer cenas muy ligeras, ya verá como esos sueños desaparecerán. Le cito para dentro de cuatro semanas y ya me cuenta su evolución. Le cobro la tarifa normal, son doscientos euros.

PACIENTE—Gracias, doctor. Nos vemos en un mes.

 

ACTO TERCERO

(En el mismo escenario, un mes después)

 

PSIQUIATRA XXX— ¿Qué tal, amigo?, ¿Cómo fue todo?

PACIENTE— ¡Genial! ¡Increíble, doctor! No he vuelto a tener aquellos sueños de recuerdos tan pecaminosos.

PSIQUIATRA XXX—¿No se lo dije? El suyo era un caso muy fácil de diagnosticar y de curar.

PACIENTE— Le estoy muy agradecido, doctor. No solo ha curado mis sueños obsesivos, sino que la felicidad ha vuelto a mi matrimonio. Mi mujer me quiere como cuando nos casamos. Cree ser mi primer amor, han desaparecido sus celos y, por mi parte, ahora vivo el amor verdadero, nada de tonterías en sueños imposibles.

PSIQUIATRA XXX— Me alegro mucho, joven. Está usted totalmente curado, Le doy el alta y si volviera a las andadas, cosa que no creo, ya sabe dónde me tiene. Por cierto, son doscientos euros.

PACIENTE— Gracias, doctor. Sus honorarios me parecen ajustados. Lo que ha hecho usted por mí no tiene precio, Gracias, muchas gracias

 

FIN

 

 

Una vez caído el telón una voz en off comunica al auditorio que, un año más tarde, el Psquiatra XXX, resultó ser el ganador del Concurso Literario más importante de España de Relatos de Amor, por su novela titulada: "El hombre de las diez novias"

 

 






 

domingo, 6 de abril de 2025

 

SUEÑOS (IV)

 

Durante mi infancia y adolescencia, tuve un amigo con el que tenía una amistad muy sólida hasta el punto de salir en pandilla con él en los años en que ambos éramos universitarios y coincidíamos en multitud de ocasiones aunque no estuviéramos estudiando la misma Carrera.

Algo muy gordo debió de ocurrirle, pues al finalizar sus estudios despareció de la ciudad sin despedirse de nadie y sin dejar rastro. Totalmente preocupado al principio, y siempre picado por la curiosidad, pregunté por él a amigos comunes y solo llegué a saber, en qué ciudad estaba trabajando, que se había casado y poco más. Hace dos años, de manera casual, me llegó la noticia de su fallecimiento, hecho que sentí y que puso fin a mi deseo de encontrarme algún día con él y poder aclarar la misteriosa desaparición ocurrida cincuenta años atrás.

Hace unos días soñé con este amigo. Físicamente no se parecía en nada, pues habiendo sido de estatura muy parecida a la mía, ahora me sacaba más de veinte centímetros. En el sueño, ambos éramos jóvenes ( de unos dieciocho años) sin embargo hablábamos como si tuviéramos la edad actual. Le pregunté por sus padres y me contestó que su madre había muerto, dando por sentado que su padre le había precedido. Aunque estaba extrañado por su presencia no se me ocurrió preguntarle por el motivo de su enigmática desaparición, al contrario, hablábamos con la cordialidad con lo que lo hacíamos años atrás. Después, fuimos a uno de los pisos en los que habitó cuando estudiábamos bachillerato. Era, evidentemente, su piso, pero la distribución de las habitaciones no se correspondía con la realidad. Con la misma afabilidad con la que apareció en sueños, despareció con el sol mañanero que entraba por la ventana despertándome.

Sigo interesado en contactar con algún amigo común que me pueda informar sobre su vida. Mi curiosidad no tiene límites.

 

jueves, 3 de abril de 2025

 

HAIKUS DEL TIEMPO INESTABLE

 

 

Miles de gotas

inundan los senderos

de mis paseos.

 

Se adivinan

en esta primavera

menos gorriones.

 

Mañana fría,

templado mediodía

hasta la noche.

 

Humildes flores.

Nace la primavera

de mil colores.

 

El olmo seco

está reverdecido,

dijo Machado.

 

Fotografía de Nicolás Ventosa López

 

domingo, 30 de marzo de 2025

 

NOSTALGIA INVERNAL

 

 

En el soportal, el viento sopla

zigzagueando entre los arcos,

anhelando libertad.

 Sufren las aristas del alma

 mientras los pobres suplican

al resguardo de esquinas

y la luz se apaga

acortando distancias

entre amor y desamor.

 ¿Qué hacer cuando la sombra

inunda cada pensamiento?

 ¿A dónde huir?

La ilusión me hace ver figuras humeantes,

 balbuceos de chimeneas

que alimentan el trasiego,

en un sin vivir, de dudas acuciantes.

Y aún cuando los ateridos jilgueros

 reposan silenciosos en jaulas de alambre,

resuenan en mi interior,

canciones de enamorados.

Como la tuya y la mía,

cuando el sol calentaba

el corazón y las pasiones.

En la noche, perdido y frío,

busco el amanecer entre la bruma mental

que me trastorna, y me siento débil

al no reconocerme mendigo de amor

al reguardo de un soportal,

en donde el viento sopla

llevándose los recuerdos.

 

 

 

 

jueves, 27 de marzo de 2025

 

PASAJES DE “CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA” (108)

CAPÍTULO X

La Ambición

 

 

…………………………………

Mi padre se quedó un poco sorprendido por los nombres nada comunes de la familia de don Augusto, aunque en su interior alabó el cambio que habían sufrido en aras de parecer distinguidos y más propios de gente acomodada. Pero éstas eran cuestiones menores; lo que verdaderamente le importaba era establecer lazos más consistentes con los Ripollezo, teniendo en cuenta que, sobre la base de su fortaleza económica, alguno de sus hijos podía mitigar el dolor de Margarita, disgustada por la ruptura con Nacho, de la que se sentía de alguna manera culpable. Y comenzó su plan, comentando un día, durante la comida, que el destino le había proporcionado la ocasión de conocer a un poderoso industrial que, habiéndose instalado en Valladolid, carecía de amistades.

―Yo, naturalmente, me he ofrecido para introducirle en el grupo de nuestras selectas amistades, porque lo considero la más elemental de las obras de caridad, ¿no te parece, Consuelo? De manera que he quedado citado con don Augusto y su mujer, para esta misma tarde ―dijo, sin haber consultado sobre la conveniencia de esta cita nada más que con el cuello de su camisa.

Mi madre quedó un poco extrañada de que su marido, tan escrupuloso en hacer nuevas amistades sin conocer previamente su currículo, sugiriera tan repentinamente incluir en el grupo de sus amigos a uno que había conocido como cliente y que, aparte de estar al tanto de su fortuna, no poseía más datos. Pero creyendo que el corazón de su marido se movía por una buena causa, asintió y consintió en acudir aquella misma tarde al Círculo de Recreo, donde conocería al nuevo matrimonio, dispuesta a ganarse el Cielo con tal de no disgustarle.

                                      ...................................

                                                                       


domingo, 23 de marzo de 2025

 

LA VIDA DE MAGÍN PUERRO

-XXI-

 

 

 

Sanadas las posaderas,

el buen cura se lanzó

a reprender quien optó

vivir en concubinato,

por ser obrar insensato

lo que la Iglesia prohibió.

 

 

—“¿Dónde están los pecadores?

­(exclamó desde la puerta

a tales horas abierta

del bar en pleno bullicio).

A mí me saca de quicio

que la virtud esté muerta.

.

 

Con estas duras palabras

huyeron los parroquianos,

ni siquiera los ancianos

a don Cosme recordaban

tan irritado. Pensaban

vivir en tiempos lejanos.

 

 

En un recinto vacío

al sacerdote contamos

nuestras vidas y firmamos

papeles de casamiento

con fecha de vencimiento

antes de mayo, pensamos.

.

 

 

El que nos iba a casar,

con su sotana arreglada,

dijo que para Dios, nada

es imposible alcanzar.

Nos dejó tras trasegar

tres vasos de limonada.

jueves, 20 de marzo de 2025

 PASAJES DE “LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS” (108)

CAPÍTULO VII

Se acerca la Fiesta

 

 

…………………………………….

Acto seguido, dando la mano a Tinín, Jeremías nos urgió:

―Tenemos que darnos prisa porque dentro de un rato los mozos van a pedir al alcalde los toros y eso de ninguna manera me lo puedo perder. Vamos a las eras de arriba y así les vemos venir ―ordenó tajante.

Andando a la carrera, me faltó tiempo para preguntarle:

―¿Se puede saber por qué has mentido? Que yo sepa, tú no nos has comprado las almendras ―dije cabreado.

Casi sin mirarme, me contestó, evidenciando el complejo con el que convivía:

―Si tuviera la seguridad de que mi tío me lleva con él a Francia, no hubiera dicho nada, pero… ¿Y si me quedo en el pueblo? Al menos, el Chimenea contará a mis amigos que os he invitado y me iré quitando la fama de pobretón que me acompaña.

Llegar a las eras de arriba fue tarea imposible. Sólo pudimos recorrer media calle, hasta darnos de cara con una multitud vociferante que nos cerraba el paso.

―¡Vamos! ¡Subid rápido a la ventana del Parranda, que nos atropellan! ―gritó Jeremías, cogiendo a Tinín en brazos.

Como pude, me agarré a la verja de la ventana, sujetándome a la forja con brazos y piernas, para no desgraciarme. Desde tan privilegiada situación, vi acercarse una comitiva encabezada por un hombre que, apoyándose en el bastón, retorcía su cuerpo al andar a causa de una gran cojera, flanqueado por dos números de la guardia civil que le iban despejando el camino. Detrás de ellos, a escasos diez metros de distancia, los mozos y no tan mozos se divertían en una bulla impresionante al ritmo que marcaban las charangas, bailando mientras cantaban: «Tengo yo una ovejita lucera…» para de repente, siguiendo las consignas de Pepe el Colmenero, unir sus voces coreando: «Alcalde, tacaño, para toros los de antaño» que alternaban con otro eslogan menos edificante: «No atendemos a razones: ¡los toros por cojones!». Desafiantes, gritaban empleando un tono amenazante, insinuando con gestos inequívocos querer vapulear a los guardias y al cojo, mostrando al personal hoces y tornaderas. Pero, nada más lejos de la realidad: únicamente escenificaban, como cada año, un ritual ancestral que no conseguía alterar al hombre de la cachava, sabedor de que las amenazas eran una farsa; por eso, tranquilo y sonriente, cumpliendo con la tradición y el protocolo, saludaba a diestro y siniestro a cuantos encontraba a su paso, mientras los perseguidores se refrescaban continuamente, levantando la bota o bebiendo a morro de calderos con limonada.

―¡Corre cojo que te linchan! ―gritó Jeremías, elevando la aguda voz sobre la algarabía, cuando la cabecera de la comitiva pasaba a nuestro lado.

Se ve que el hombre, a pesar del griterío, debió oír a mi primo porque, sin perder la sonrisa, le contestó blandiendo la cachava:

―¡Ay si te agarro, mecagüen chico!

Y continuó el recorrido, como si nada hubiera pasado, repartiendo saludos mientras alzaba la mano o el bastón, dependiendo del pie que en ese momento tocara suelo.

                                                                                 ……………………………

domingo, 16 de marzo de 2025


 

LA DISTANCIA

 

 

La distancia, habla.

Percibo su voz a través del bullicio

y del rumor de la fuente en que bebí.

 

La percibo en las mil imágenes

que pugnan por revivir lo vivido

y en los incontables rostros

atrapados en el recuerdo.

 

La lejanía más que una distancia medible,

es una sensación pasada

que no termina de amortiguarse,

es un contemplar sin tener el paisaje delante,

aunque el lienzo permanezca vivo,

matizado, quizás, porque la memoria

resalta los momentos felices

para hacernos creer

que aún no perdimos la juventud

ni el miedo a lo desconocido.

 

En la distancia, los amores frustrados se amortiguan

y brotan con inusitada fuerza

los amores que hacen posible

que el vivir siga teniendo sentido. 

 

A pesar de que la distancia nos separa

de lo que jamás retornará, 

sigo alimentando la esperanza

de que un día podré abrazar

el ensueño que me persigue noche y día.


Fotografía: David Dubnistkiy

Portada del Poemario: Manuel Malillos Rodríguez

jueves, 13 de marzo de 2025

 

EL RETIRO  DEL  ANTICUARIO

 

 

Aportar algunas monedas al escaso poder adquisitivo de la familia, fue para Andrés, desde bien pequeño, una obligación impuesta por las circunstancias.  Hijo de Ambrosio, el chatarrero, pronto supo lo que era rebuscar entre inmensos montones de  desperdicios, hasta encontrar algún objeto metálico con el que en engrosar la carga de su humilde carretilla. Su padre era el encargado de estimular al muchacho y a sus hermanos para que inspeccionara nuevos vertederos. ”Comer depende de vosotros— les decía—, anunciándoles, de vez en cuando, la llegada de una nueva boca a la que alimentar.

Acuciado por la necesidad, Ambrosio, se embarcó en otra actividad  ajena a su oficio de chatarrero. Comprobó que algunas personas tenían serias dificultades en desprenderse de objetos varios procedentes de herencias o, simplemente, porque al comprar nuevo mobiliario, les molestaban. Fue así como vaciaba de enseres inservibles para sus dueños, casas enteras. Entre lo que recogía, siempre encontraba libros viejos, relojes deteriorados, marcos, sillas, etc., que llevaba a los mercadillos en donde obtenía ingresos superiores a los que le proporciona  la venta de la chatarra. En este nuevo negocio se desarrolló el espíritu mercantil de Andrés, que pronto distinguió la plata de la alpaca y el volumen valioso para una biblioteca de aquel otro que, aunque maltratado por el tiempo, no tenía valor alguno.

Cumplida la mayoría de edad, y harto de pasar dificultades, Andrés, se estableció por su cuenta; primero, en un lóbrego sótano, después, en la garita de un amplio portalón, y cuando las cosas fueron a mejor, en una calle céntrica, rodeado de tiendas lujosas a las que acudían gentes de elevado poder adquisitivo. Tenía tal ansia por olvidar su mísero pasado, que con tal de obtener pingües beneficios, era capaz de atribuir a algún personaje histórico cualquier objeto del que conocía su modesta procedencia; envejecía marcos, puertas y tallas recientes, para que pasaran por piezas antiguas, al igual que maltrataba volúmenes enciclopédicos, con tal de que parecieran mil veces leídos en una prestigiosa biblioteca. El engaño era la forma habitual con la que aumentaba su patrimonio.

Un día, tasando el palacio de un miembro de la realeza venido a menos, encontró un cuadro de un pintor impresionista de incalculable valor. Siguiendo la táctica que tan buenos resultados le daba, fingió no reparar en ella, ofertando por todos los enseres palaciegos una cantidad, que el noble aceptó encantado. Con el valioso cuadro en sus manos, Andrés, creyó llegado el momento de retirarse y disfrutar del resto de sus días sin tener que trabajar. Repartió su fortuna entre sus hijos, quedándose, únicamente, con una pequeña cantidad de dinero y el famoso cuadro, calculando que con su venta, tendría para vivir más de dos vidas.

Lo colocó en el salón, frente al sofá desde el que imaginaba todos los días, las mil aventuras que le proporcionarían su venta, cuando llegara el momento.

Poco podía imaginar, Andrés, que la policía seguía el rastro de ese cuadro, robado años atrás de una pinacoteca.