domingo, 25 de septiembre de 2022

 
EL YANTAR DE MÍO CID

Revista gastronómica

GUÍA MICHARLYN

 

RESTAURANTE  LA BARCA  C/ Fernando Pérez Ojeda nº 6 SANTA POLA  (Alicante).

 

 

Comer en un restaurante a escasos veinte metros del mar es una delicia. Al resguardo del sol septembrino y permanentemente acariciado por la brisa marina, la sensación placentera que se experimenta abre el apetito y favorece la ingesta de aquello que vayas a degustar durante el tiempo que permanezcas allí.

Este restaurante tiene, por ubicación, un punto favorable para que, tanto foráneos como residentes se sientan atraídos a consumir su oferta gastronómica que es, en su mayoría, eminentemente marinera.

Mientras solicitas la paella en cualquiera de sus variedades, la jarra de cerveza bien tirada, calma la sed y te anima a saborear la fritura de pescaditos de la bahía, que son pura delicia. Una ensalada de la casa, abundante y con todos los ingredientes imaginables, hacen que el tiempo discurra rápidamente hasta que el espectáculo de la paella hace acto de presencia y comienza el disfrute de saborear unos granos de arroz que se encuentran al dente plenos de sabor. El socarrrat es siempre un placer añadido para acabar de la mejor manera el disfrute del plato estrella de la comida. Al tiempo, se apura la segunda jarra de cerveza, totalmente necesaria para sofocar la sed que siempre producen los ingredientes, en este caso de marisco, que hacen gustosamente deliciosa la paella.

De postre unos hojaldres con crema pastelera y nata, y un café remataron una comida muy bien servida por personal atento. En atención a ellos, nos levantamos de la mesa para que pudieran descansar, pues, la brisa continuaba meciéndonos y si por nosotros hubiera sido, un ratito más de sobremesa no nos hubiera venido nada mal.

La minuta estuvo acorde con lo consumido y la olvidamos rápidamente, como consecuencia del buen rato pasado.

 

 

 

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jueves, 22 de septiembre de 2022

                                                       JAVIER MARÍAS (†)

 

 

El pasado once de septiembre nos dejaba, tempranamente, Javier Marías (1951-2022). Traductor, escritor y miembro de la Real Academia Española de la Lengua desde 2008, fue ensayista y autor de numerosas novelas dentro del género que se ha dado en llamar el hibridismo genérico, obteniendo en la mayoría de sus publicaciones un gran éxito de público y crítica.

Recibió numerosos galardones entre los que destaca el venezolano "Rómulo Gallegos", por primera vez concedido a un español, y el "Fastenrath" de la Real Academia Española. En 2012 fue galardonado con el Premio Nacional de Narrativa, concedido  por el Ministerio de Cultura español, pero, tras agradecer la gentileza por su concesión, no lo aceptó por "rechazar toda remuneración que proceda del erario público", con lo que demostró su entereza moral.

Como lector, soy un apasionado de la obra de Javier Marías, habiendo leído varios de sus libros. Precisamente de su novela "Berta Isla", publicada en 2017, hice una crítica literaria en este mismo blog, el 15 de julio de 2018, crítica que ahora reproduzco como un modesto homenaje a su persona.

   BERTA  ISLA

 

 

Este es el título de la última novela del excelente escritor Javier Marías, que junto a Todas las almas, Negra espalda del tiempo y Tu rostro mañana, cierra la tetralogía del llamado “Ciclo de Oxford”.

La trama gira en torno a la agitada vida de Tomás Nevinson, un hombre hijo de española e inglés, que domina perfectamente ambas lenguas y que además es un aventajado en la imitación de acentos. Estas cualidades no pasan desapercibidas para los Servicios Secretos británicos, que le incorporan a sus filas como espía. A partir de este momento, Tomás, aparecerá y desaparecerá de la vida que comparte con su mujer, Berta Isla, haciendo que la convivencia entre ambos sea intermitente, e inesperados sus encuentros, puesto que el secreto que preside la vida del espía así lo justifica.

Berta se convierte, pues, en una nueva Penélope, que ha de acomodar su primitiva idea de gozar de un matrimonio convencional a vivir en la incertidumbre de los espaciados encuentros. Por su parte, Tomás, que desempeña un trabajo que no desea realizar, se convierte en un fantasma con necesidades amorosas, y tiene que probar su identidad cada vez que se reúne con su esposa, mientras que esta acepta el rol que la vida le depara, admitiendo que el hombre que la visita es realmente su marido y que, pese a la fragilidad de la relación, entre ocultaciones y secretos, es una mujer paciente y fiel, como si el vivir en continua espera le hubiera hecho adicta a esa situación.

Las Malvinas, el Ulster, son escenarios donde  se desarrolla la acción de este espía que, como otros, debe ganarse la confianza de aquellos a los que más tarde traicionará. Este modo de actuar hará que Berta se plantee la moralidad  de su esposo, con quien tiene en sus encuentros, conversaciones en las que él no puede revelar nombres de personas ni situaciones. El destino ha sido cruel con él: se ha fijado en su persona por sus cualidades y le ha abocado a una vida semiclandestina, con continuas desapariciones.

El relato, salpicado con la aparición de personajes presentes en novelas anteriores de la tetralogía, no impide conocer lo esencial de la novela, aun sin haber leído las anteriores.

La utilización de la narración de la vida del espía en tercera persona es un buen recurso, como también resulta muy efectivo el relato en primera persona que Berta hace sobre su peculiar modo de vivir, siempre en vigilia. A destacar el placer que produce la lectura de un texto muy bien redactado por uno de los mejores escritores con los que cuenta nuestro país en el momento actual. De aquí deducirán ustedes que, encarecidamente, recomiende esta publicación.

 

 

 

 

jueves, 15 de septiembre de 2022

 

LA TORMENTA

 

 

 

 

Un calor sofocante asfixiaba la mañana

azul total, de pleno estío.

Sobre el cálido lecho humedecido

relucían nuestros cuerpos

seguros, turgentes, divisando la claridad matinal,

saboreando la dicha de nuestra relación:

un oasis de paz y de sosiego.

 

Sobraban miradas y palabras, al menos eso creíamos,

porque con tan solo mirarnos, penetrábamos

uno en el otro,

sin dolor,

el corazón y el alma,

abiertos de par en par en pura entrega.

 

Un cúmulo insignificante dibujó su blancura en la ventana,

quizás pudo ser un comentario banal

sobre un asunto olvidado, no lo recuerdo,

la causa que ocultó el azul en el balcón de tu mirada.

Aumentó a un mismo tiempo

junto al tono de voz, la blancura

que inundaba el firmamento.

Entre reproches, la ropa ocultó

tus formas a mi vista, tornándose en gris ceniza

la palidez de las nubes que crecían sin cesar.

 

Yo no callaba. Y se llenó de improperios la mañana.

Confundiéndose con el estrépito de la ducha,

cayeron las primeras gotas.

Cerré el ventanal para proteger la estancia,

aunque no pude evitar

que, el chaparrón de acusaciones mutuas,

inundara el dulce tálamo.

Un relámpago alumbró la crispación

de nuestras caras enfrentadas.

Supongo que dijiste "adiós"

cuando el trueno hizo vibrar los muros del amor,

y tembló el quicio de la puerta

tras el desencuentro.

Las nubes se vaciaron con fuerza inusitada,

y abrí de nuevo la ventana

para sentir la frescura del agua, el olor a ozono,

a tierra mojada, que tanto me recordaba

los instantes gozosos con mi amada, mientras en silencio,

meditando, preparaba mi discurso reparador para

cuando ella volviera y la tormenta escampara.

 

Fotografía de Santos Pintor Galán.

domingo, 11 de septiembre de 2022

 

EL ABRAZO   (2ª Parte)

Relato finalista del XXIII Certamen Literario. Diputación de Valladolid

 

 ……………….

Ya fuera por la amabilidad de Valentín o por los sabrosos pinchos de tortilla que Isabel preparaba a diario, el negocio fue prosperando hasta el punto de que los fines de semana se convertía en lugar de encuentro para vecinos y foráneos. Esto permitió que, en poco tiempo, al caserón fueran llegando muebles y enseres con los que vestir las antes desoladas estancias. Pasado el tiempo, el matrimonio sustituyó la bicicleta por una "Montesa" , y para cuando el hijo mayor hizo la Comunión, los vecinos del pueblo se sorprendieron al ver que "el del bar" había adquirido un "seiscientos" de segunda mano.

A la vuelta de unos cuantos veranos, los hijos varones ya eran capaces de atender el mostrador, mientras las chicas aprendían de su madre todos los secretos de su buen cocinar. Así, cuando Tomás, un convecino, se despidió de este mundo tras habitarlo más de ochenta años, sus herederos decidieran poner a la venta su casa solariega. "¡Es el momento!" se dijo el matrimonio, y se lanzaron a una experiencia tan novedosa como incierta, adquiriendo la mansión del difunto, con la intención de hacer de ella, además de su nuevo hogar, una modesta casa de comidas.

Desde un principio, el negocio funcionó a la perfección. Por la comarca pronto se corrió la voz del estupendo sabor de los pichones escabechados, de las manillas de lechazo entomatadas y del cocido de "la Isabel", que la susodicha cocinaba en el restaurante "LOS CINCO HIJOS", que así quiso que se llamara esta catedral de la gastronomía.

Poco tiempo después, además de servir comidas y meriendas, el lugar pasó a ser el preferido para celebraciones familiares, pues el avispado Valentín decoró con gusto el corralón para que estos acontecimientos tuvieran el fausto y boato que cada ocasión requería.

Fueron años de prosperidad que compensaron esfuerzos anteriores, y cuando todo parecía encaminado a, que tras la jubilación, llegara el merecido descanso, surgió la maldita pandemia y el confinamiento, junto con el cierre del emporio de sus amores. Durante ese tiempo, Isabel se ocupó de mantener viva la llama de la esperanza. Con constantes abrazos y caricias trataba de aliviar la angustia de su marido: "No te preocupes, esto no durará mucho", "Nuestro amor superará todas las dificultades", "Por peores momentos hemos pasado"... Hasta que un mal día, Valentín notó que le faltaban las fuerzas, la respiración se le hacía dificultosa y empezó a sentir temblores, producto de la fiebre que padecía. Avisado el médico, las pruebas confirmaron que se había contagiado de COVID y tuvo que ser ingresado con urgencia en el hospital. Al principio todo fueron ayes y consternación pues la situación impedía visitar al enfermo y únicamente contaban con la escueta llamada telefónica con la que los  médicos informaban del estado del paciente. Fue en esos momentos de zozobra e incertidumbre, cuando Isabel pareció transformarse en una heroína. Recordó con nostalgia el cuidado siempre solícito de su marido, los besos apasionados de los primeros años, los otros más sosegados de los siguientes y el abrazo que siempre les enlazaba antes de dormirse, y decidió, a lo Juana de Arco, rebelarse contra el destino, capitaneando los ánimos de la desanimada familia. "Vuestro padre volverá —decía—. Él siempre ha sido fuerte y vencerá el virus. No perdamos la esperanza".

A solas, lloraba preguntándose si lo que proclamaba por los rincones del restaurante lo creía realmente o si era solo producto de una mente enfebrecida por el deseo de abrazar a su marido. Afortunadamente, del hospital llegaron noticias esperanzadoras, y para cuando permitieron abrir el restaurante, les comunicaron que en unos pocos días el paciente recibiría el alta. Isabel preparó con esmero el recibimiento. Globos, serpentinas y un enorme letrero en el que se leía ¡BIENVENIDO! engalanaban paredes y cuadros del vestíbulo, e incluso la previsora mujer ordenó tener preparada para la ocasión la crema de calabacines, el bacalao al pil pil y esos bollos con crema pastelera que constituían el menú preferido  de su esposo.

El día en que Isabel pudo abrazar a Valentín fue una jornada inolvidable. El cariño se desbordó por la casa, e hijos y nietos contemplaron la forma con que sus predecesores se dedicaban besos y arrumacos, como si quisieran confirmar con sus manos que la presencia del otro era real. El tiempo regresó al momento del primer abrazo cuando el agua del cántaro tembló por el impulso de los enamorados y a todas y cada una de las noches en las que, abrazados, soñaban juntos.

Al atardecer, las palomas fueron poco a poco regresando al campanario de la iglesia. La última en retornar al nido vio apagarse la luz del dormitorio en donde Isabel y Valentín reposaban felices al saberse juntos de nuevo.

 

FIN

 

 

 

jueves, 8 de septiembre de 2022

 

EL ABRAZO   (1ª Parte)

Relato finalista del XXIII Certamen Literario. Diputación de Valladolid

 

 

 

El día en que Isabel pudo abrazar a Valentín, asustadas, volaron a cientos las palomas acurrucadas en el campanario de la iglesia. Fue un abrazo explosivo, coreado de vítores y aplausos por medio centenar de convecinos, y de tal violencia, que hizo pensar al conductor de la ambulancia que había traído a Valentín, que no se volvería de vacío.

Una historia de amor puede resumirse en un flash, pero se cuece a fuego lento en los años en que una pareja convive. Así ocurrió en este caso. Hacía algo más de cuarenta años que Valentín, un apuesto y fornido joven, fue contratado por don Miguel, el ricachón del pueblo, para que hiciera todos los trabajos que un hombre puede realizar en una explotación agrícola. A cambio, Valentín recibía un salario ridículo y el poder utilizar como vivienda una cabaña situada a medio camino entre la última casa del pueblo y el pozo desde el que se bombeaba el agua de la que personas y animales subsistían en aquel páramo, falto de vegetación y sobrado de escarcha y sol, según la estación que tocara.

La vida de Valentín transcurrió sin sobresaltos hasta que conoció a Isabel, en las fiestas de la Virgen de la Sobradilla, en una calurosa tarde de primeros de septiembre. En el baile había un buen plantel de mozas garridas, pero como sucede cuando el amor clava sus dardos, él se quedó como petrificado al apreciar, bajo el pañuelo que cubría la cabeza de una de esas muchachas, una sonrisa que contenía toda la alegría del mundo y unos ojos claros y azules, como el mar que había visto de niño en un grabado de la enciclopedia Álvarez. No cejó en maniobras de acercamiento hasta conseguir que sus cuerpos quedaran encarados. Al primer requiebro, ella, sonrojándose, bajó la cabeza, detalle que a él le gustó sobremanera, y más cuando, al cabo de dos bailes, al decirle que era muy bella, le sonrió tímidamente. Antes de que el festejo concluyera, Valentín ya conocía su nombre y que la muchacha vivía en un pueblo limítrofe. Con estos datos, comenzó a construir toda suerte de estrategias para volver a ver a quien había robado su corazón. Para ello, solicitó al patrón que le permitiera pastorear las ovejas, oficio del que sus compañeros huían pero que a él le daba la posibilidad de contemplar desde un altozano, situado en la linde de su pueblo, las casitas del pueblo de Isabel e imaginar así mil proezas amorosas. Un día, no pudiendo aguantar más el ansia emocional, dejó a las ovejas careando y se lanzó ladera abajo, hasta culminar su carrera en la fuente donde las mujeres acudían a llenar el cántaro. Con paciencia esperó a que Isabel llegara para llenar su vasija, y sin pensárselo dos veces le declaró sus intenciones. Un abrazo fugaz e intenso hizo temblar el agua del cántaro y fue la confirmación de amores aceptados, significando el comienzo de una relación que se culminaría en la iglesia del pueblo, algunos meses después.

A partir de ese momento, el amor fue venciendo las mil fatigas diarias del cotidiano vivir. Al hogar fueron llegando bocas, llantos infantiles y mil necesidades que Isabel y Valentín trataban de capear. Ella, afanándose día y noche en el cuidado de los pequeños, y él buscándose un trabajo adicional en la cantina del pueblo, después de haber  cumplido con sus tareas agrícolas. Además de unas perrillas, esta ocupación le sirvió para conocer un oficio que, a la postre, le sería de gran utilidad.

Como esos dos trabajos no daban para cubrir las necesidades familiares, después de sopesar pros y contras, el matrimonio decidió comenzar una nueva vida en un pueblo situado a más de cincuenta kilómetros de donde residían, animados por la noticia que les hizo llegar el panadero: "En Alborada de Arriba se han quedado sin bar por culpa de una mala enfermedad que se ha llevado por delante al cantinero. Creo que dan buenas condiciones. Ahora vosotros sois los que decidís".

Con cuatro cachivaches mal contados y con la ayuda del señor Arcadio, que les cedió para el transporte un carro desvencijado y una  mula vieja, pusieron rumbo a su nuevo destino, con la ilusión de conquistar su particular Oeste. Se acomodaron en un caserón frío y desangelado, situado junto al bar del pueblo, vivienda que les proporcionó el alcalde gratuitamente a cambio de que atendieran el establecimiento.

                                                                                                                    (Continuará)

 

domingo, 4 de septiembre de 2022

 

CARTA AL AMIGO INVISIBLE  (XVI)

 

 

 

Querido amigo:

Mi tardanza en escribirte de nuevo viene motivada por el deseo de conocer los datos del mes de agosto referidos al empleo y a la inflación. Los resultados publicados no pueden ser más desalentadores. El paro sube en 40.428 personas y la cifra de desempleados supera los 2,8 millones. Por si fuera poco, los cotizantes a la Seguridad Social disminuyen en 190,000. Ante este desastre, el señor Escrivá, Ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, afirma que ha sido “un buen mes”. ¡Increíble! Basa su declaración en que, en otros años, se destruía más empleo. Convendría recordar a este buen señor que cuando Rajoy creaba empleo, el PSOE era el primero en criticar las cifras por exiguas y los sindicatos, que ahora hablan con moderación del tema, eran los primeros en censurar que los puestos de trabajo creados eran “de mala calidad”. “¡Cosas veredes, amigo Sancho!”

En cuanto a la inflación, ha causado gran regocijo en el Equipo Gubernamental que esta se sitúe en el 10,4%, frente al 10,8% anterior (En Francia, el índice es del 5,8%). Todo ello debido a la bajada del precio de los carburantes, mientras que la inflación subyacente, en la que sí podrían haber intervenido los inútiles que nos desgobiernan, escala al 6,4%. “¡No veas cómo suben los precios, amigo Sancho!”

Para que el descontento no afecte demasiado al personal, no se le ocurre otra cosa a la Ministra Yolanda Díaz que arengar a las masas pidiéndoles que se echen a la calle para recuperar el poder adquisitivo. Esta señora que es partícipe del desastre económico debería saber que los aumentos salariales deben ser consensuados entre los trabajadores y la patronal de manera sectorial porque, debido al incremento del precio de la energía, cientos de empresas han echado el cierre y el aumento desmesurado de costes puede hacer que otras muchas sigan el mismo camino. “¿Te vas dando cuenta, Sancho, en qué consiste la imprudencia?”

Pero si hay un tema que me preocupa sobremanera es que la nefasta “ideóloga”, Irene Montero, haya dado luz verde  para que el Gobierno apruebe la Ley del Aborto que permite poder eliminar niños mediante abortos libres, gratuitos y, lo que resulta más sorprendente, que las jóvenes de dieciséis y diecisiete años, siendo menores de edad, puedan hacerlo sin consentimiento paterno en las primeras catorce semanas de gestación. ” ¡Increíble, Sancho, amigo!”

Increíble resulta también, que el Govern, se ría del Tribunal Supremo y piense comenzar el Curso escolar sin respetar el 25% de enseñanza en castellano. Lo mismo ocurre con el acercamiento de presos de ETA con delitos de sangre, a cárceles vascas.

Sánchez mira para otro lado porque sabe que es rehén de separatistas y de etarras para poder estar en la poltrona aunque eso suponga llevarnos a la ruina.

Con todo lo que te acabo de contar, amigo invisible, no ceo que te sorprendas cuando concedan el indulto a Grinán y no me preguntes por los seiscientos millones que “volaron”. Sancho, que es muy avispado, tampoco lo sabe.

Te deseo un feliz mes y te recomiendo que vayas comprando pijamas de lana y un buen abrigo para este invierno. Abrazos, amigo, y a Sancho, también.

 

 

jueves, 1 de septiembre de 2022

 

HAIKUS DE CONTEMPLACIÓN

 

 

 

Como neveros

brillan en la montaña

blancas calizas.

 

Sol amarillo

de las doradas tardes

con mis amigos.

 

Hierba mojada

nos deja la tormenta

sobre los prados.

 

Ya los geranios

dan sus postreras flores

en las ventanas.

 

En el regreso,

soñamos con la vuelta

dentro de un año.


Fotografía de Ángeles Gil Pérez