Al PASEANTE DESCONOCIDO
En ocasiones, me cruzo con él y le observo. Rondará
los setenta. Nunca le falta el sombrero y casi siempre viste con la misma ropa
que viene a ser el uniforme con el que recorre a paso lento las calles y los
parques de la ciudad. Desconozco su nombre: eso es lo de menos, pero admiro, a
pesar de su apariencia nada boyante, que al andar, conserve un cierto porte de
hidalgo venido a menos. No creo que llegue a leer esta Décima Espinela, y de
hacerlo, pienso, que ni él mismo se reconocería.
Bajo un sombrero
aceituna,
que oculta su pensamiento,
se adivina el
sufrimiento
por desamor o infortuna.
Sospecho, no desayuna;
andar es su pasatiempo.
No sería un
contratiempo
escuchar la voz amiga,
que le invite o que le
diga:
"Por usted, no
pasa el tiempo"
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