PASAJES
DE "CÉCILE.AMORÍOS Y MELANCOLÍAS..." (6)
CAPÍTULO I
La Ostentación
...............................
Afortunadamente todo tiene un
fin y aquel verano concluyó con una sensación agridulce, porque a pesar de la
contumaz compañía de Arancha, lo cierto es que disfruté contemplando la
placidez de los atardeceres vascos, el mar embravecido, a veces, y el chirimiri
que nos empapaba en ocasiones, aunque tratáramos de evitar el calabobos
refugiándonos en las incontables tascas del casco histórico de la ciudad. Allí
probé por primera vez el queso de Idiazábal y el chacolí, que don Ignacio me
ofrecía a escondidas de mi padre, y comprobé sus efectos con alguna que otra
vomitona. Mi madre sabía la causa de mis indisposiciones pero también, ante
hechos tan evidentes, callaba... De ninguna manera quería que mi padre se
enterara y con la estridencia con la que acompañaba sus regañinas, estropeara
el buen ambiente del que Margarita disfrutaba junto al solícito Nacho.

―Me parece imposible que un
hijo mío no sepa sacrificarse en aras de la felicidad de nuestra familia. ¿No
te das cuenta, insensato, del modo afable con el que los señores de Echegáriz
nos han acogido? ¿No percibes las múltiples ventajas que obtendríamos si
consiguiéramos emparentar con ellos? ¿Se puede ser tan egoísta?
―Cálmate, Álvaro ―intentó
mediar mi madre―. Alvarito es muy joven aún para comprender los entresijos que
llevan a familias como la nuestra a emparentar con otras del mismo rango social.
―Me repatea que tenga que oír
de un mocoso, sublevaciones orales que no se atrevieron a formularme hombres de
barba tupida durante la Contienda Nacional. ¡Ya sabrá éste lo que es disciplina
cuando tenga que hacer la mili! ―fueron las últimas palabras de mi padre antes
de alcanzar nuestro destino, pues en el resto del trayecto se podía cortar el
silencio con un cuchillo.
En esta primera vez que me
rebelé de manera formal contra la autoridad paterna, pude comprobar, también
por primera vez, que mi madre había hecho causa común con mi padre. Para ella,
importaba en este momento más la felicidad de Margarita que mi infelicidad.
Ahora empezaba a ver claro que el desapego de las faldas maternas y la búsqueda
en solitario de la felicidad, era la estrategia que tenía que seguir para
encontrar aquello que no sabía muy bien lo que era, pero que me inquietaba,
produciéndome una desazón continua. Y este camino, tendría que hacerlo en solitario.
.................................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario