jueves, 12 de enero de 2017



ARACELI SAGÜILLO

La excelente poetisa Araceli Sagüillo, directora del conocido encuentro semanal poético literario Los Viernes del Sarmiento, ha recibido ayer en el teatro "Zorrilla" de Valladolid, un merecido homenaje coincidiendo con la presentación del que hasta  ahora es su último poemario, que lleva por título: Las Moiras.

En el Acto, junto al editor, Pablo Méndez, intervinieron los prestigiosos literatos, Carlos Aganzo,  y Jorge Tamargo. Ante el numeroso público asistente, Araceli, tras agradecer los afectos recibidos, declamó, con exquisito gusto, algunos de los poemas de los que consta su nuevo trabajo, que es todo un compendio de versos maduros, directos y profundos.

Después de sus poemarios: Mujer, Tiempo de silencio, Manantial, Lo que nunca se encuentra, El ático vacio o Desde entonces..., Araceli, nos deleita con una poesía de corte autodidacta e intimista  que deja entrever buena parte de su experiencia vital. Son poemas que describen ese "hilo de la vida" controlado por Cloto, Láquesis y Átropos, las tres Moiras, que parecen estar dirigiendo el destino de cada uno; poemas concebidos para leer y releer pausadamente y poder apreciar metáforas construidas con palabras de significado contrapuesto, pareciendo como si una débil luz de lamparilla que ilumina el arcano desvelado, fuera tomando, progresivamente, la fuerza necesaria para resplandecer en la conciencia del lector, desbordado por tanta belleza plástica. En suma, poemas y micropoemas cuyo mensaje nos cala, agitando la percepción sensible de nuestro "yo" más insondable. Reciba por ello la autora, mi más cordial felicitación.

Como he tenido la fortuna de leer anticipadamente este poemario, extraigo de él unos versos que me han impactado y que confirman cuanto acabo de exponer:

Seguimos caminando por un país perdido
sabiendo que mañana se cerrarán los balcones
y el brillo de la luna habitará de golpe sueños y cielo.

Para seguir la vida hay que abrir ventanas,
hay que abrir balcones, donde el viento se balancee
entre todas las corrientes, entre las demás auroras.

Seguimos buscando la luz de los azoques,
esa luz brillantísima que en la tierra no existe,
la luz que entre las nubes a veces se divisa,
y envuelta entre los árboles, nos sigue y acaricia.

Nos hemos acostumbrado a ignorar a las estrellas,
a los montes de la luna, a las islas del ocaso...
Y hasta nos olvidamos que en la paz redonda
de nuestra calle estrecha, sigue creciendo la vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario