PASAJES
DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS..." (20)
CAPÍTULO III
La Prepotencia
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―En este pueblo ―dijo, refiriéndose a Coreses― nació Ramón Álvarez, gran imaginero y autor de muchas de las tallas de la Semana Santa zamorana, entre ellas la de la Virgen de la Soledad.
Tal era
su animosidad que parecía que, al atravesar el límite provincial de
Zamora, todo su cuerpo hubiese experimentado una resurrección gloriosa, que le
dotaba de una locuacidad propia de un predicador.
Al
llegar a la capital, frente a los jardines de La Marina, ordenó a Félix:
―Sigue
por Santa Clara arriba, hasta que puedas aparcar. Allí nos esperas el tiempo
que sea menester. He de hacer una gestión que nos ocupará un tiempo.
La
gestión no era otra que llegarnos hasta la iglesia de San Juan y hacer una
visita a la Virgen de la Soledad.
―Era
una costumbre que tenían mis padres cada vez que se acercaban a Zamora ―me
dijo, al llegarnos a la Plaza Mayor―. Nosotros seguiremos con la tradición,
como buenos católicos. Recuerdo que, en vida de mis padres, no había Sábado
Santo que no acudiéramos a ver la procesión de la Virgen, por mucho frío que
hiciera. Éstas y otras historias, de las que tendrás noticia con el tiempo,
pertenecen al acervo cultural de nuestra familia, y no deben salir de ella.
Como has podido comprobar, no he querido que Félix supiera de nuestras
costumbres y de nuestra forma de proceder. A cada uno en esta vida nos toca
representar un papel y él, hoy por hoy, está a nuestro servicio, y de lo que
hagamos o dejemos de hacer, cuanto menos sepa, mejor.
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