jueves, 9 de agosto de 2018



ENTERRARON BAJO EL AGUA EL SOL DE NUESTRAS VIDAS

La mayoría de las novelas editadas cuentan historias fabuladas que pueden sustentarse en hechos más o menos verosímiles o reales. Sin embargo, la que da pie a este reportaje se basa en un hecho acaecido en 1929 como fue la construcción  de la presa de Ricobayo que sumergió bajo las aguas del pantano a varios pueblos, entre ellos, a San Pedro de la Nave. Las familias que lo habitaban fueron desalojadas y lanzadas en diáspora en busca de nuevos acomodos en donde poder subsistir.

Una de esas familias era la formada por los abuelos de la escritora que, junto a sus hijos, recalaron en un primer momento en Andavías, para luego aposentarse definitivamente en El Cubo de la Tierra del Vino, pueblo zamorano al igual que los anteriores.

La autora, Encarni Alonso Rodrigo, relata con indudable acierto, la tragedia sufrida por sus ancestros, poniéndose en su piel, recopilando documentos orales o escritos con los que ha recompuesto el dolor del desarraigo. Si del antiguo pueblo sólo se salvó la iglesia, reconstruida piedra a piedra en el término de El Campillo (Zamora), este libro recupera del olvido cuanto sucedió desde entonces para que el paso del tiempo no anegue, definitivamente, la historia de su familia. En este esfuerzo por revivir el pasado radica uno de los pilares en los que se sustenta la novela; el otro, es la descripción minuciosa del acontecer del pueblo en donde se asienta definitivamente la familia; El Cubo de la Tierra del Vino, lugar de nacimiento de Encarni.

Las normas de la época, los avatares familiares, vida y descendencia de algunos miembros del clan, así como Cancioneros de transmisión oral dejan constancia imperecedera de los primeros años del obligado destierro, mientras que la descripción de cuanto ocurre en el pueblo de acogida definitiva como el ferrocarril, la iglesia, los lavaderos, las labores del campo, las Fiestas…, el anecdotario de los acontecimientos ocurridos o ligeramente fabulados que constituyen la entrañable historia de este sin par pueblo zamorano, vertebran la segunda parte del relato.

Su lectura me  ha ilustrado, distraído y, en ocasiones, emocionado. Encarni, cubina de nacimiento y yo de adopción, fuimos convecinos cuando ella era una niña de pocos años y yo, rondaba la adolescencia. En aquella ocasión no nos conocimos, sin embargo, años después y gracias a las redes sociales, mantenemos una estupenda relación de amistad. Agradezco su deferencia al incluir en la novela junto a las composiciones poéticas de la autora, uno de mis sonetos dedicado a Zamora.

Felicito públicamente a Encarni, por su bello empeño hecho realidad y deseo una gran difusión y éxito a esta publicación que, en muy poco tiempo, ha alcanzado la 3ª edición.





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