PASAJES DE
“CÉCILE.AMORÍOS Y MELANCOLÍAS"… (12)
CAPÍTULO III
La Prepotencia
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Al llegar a casa, mi padre solicitó
apresuradamente a tata Lola la comida para ambos, aunque dejó bien claro que el
más necesitado era él por el “enorme desgaste acaecido durante el regateo”, y
relató pormenorizadamente, con toda la familia pendiente de sus palabras, los
hechos acaecidos durante el viaje, cuidándose mucho de no desvelar el valor
exacto de la venta. Yo no dije ni palabra y, en cuanto tuve ocasión, me fui a
mi cuarto para plasmar en mi diario los versos octosílabos, estructurados en
forma de espinela, antes de que perdieran el dramatismo con el que habían sido
hilvanados. Éste fue el resultado:
VIRGEN DE LA SOLEDAD
Unas lágrimas se pierden
por el rostro que relumbra,
aunque el cirio que le alumbra
vea más que se retienen.
Por enjugarlas, obtienen
de sus errores, piedad,
los que quieren de verdad
sentir el Amor, cercanos.
Consuelo de zamoranos:
¡Virgen de la Soledad!
Aquella noche me acosté con una extraña
sensación de amargura, pero, paradójicamente, me levanté con el ánimo
fortalecido porque soñé que la Virgen de la Soledad volvía su rostro lloroso
hacia mí y esbozaba una sonrisa.
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