PASAJES
DE “ CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS….” (13)
CAPÍTULO II
La Amistad
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En alguna charla confidencial había confesado a mi hermana el temor de quedarse soltera. En su deseo de ayudarla, Margarita pidió consejo a nuestra madre cuando ésta tomaba el habitual chocolate vespertino con tía Gertru, sin advertir que nuestra tía no sabía mantener la boca cerrada y que, ante cualquier cuestión, ella era la primera en dar su opinión, aunque nadie se la pidiera. En esta ocasión se mostró especialmente mordaz con la rolliza Goyita:
―Dile a tu amiga que, en lo referente al matrimonio, no
se preocupe demasiado. Con paciencia, encontrará novio. Yo también pasé lo mío
de joven, pero pronto descubrí que en el mundo hay dos tipos de hombres: los
espirituales y los carnales. Mi difunto marido era de estos últimos, ¡y bien
que disfrutó con mi solomillo! Y eso que el día de nuestra boda tuvo que
pegarse materialmente a mí para poder salir en las fotos.
―¡Por favor, Gertru! ―exclamó, mi madre―; no hagas ese
tipo de comentarios; ¿no te das cuenta de que la niña está delante?
―Ya la he visto; no soy tonta ―replicó, mi tía― y he de decirte
que Margarita, de niña, cada vez tiene menos. Te recomiendo que, a la vez que
preparas el ajuar, la vayas poniendo al corriente de que en el matrimonio las
mujeres encontramos otros placeres que nos gustan más que este suculento
chocolate con churros que nos estamos tomando. ―Y remató el comentario
añadiendo―: No me gustaría que a tu hija le pasara lo que a mí, que me casé sin
saber cómo se acoplaba cada cosa en su sitio. ¡Luego nos quejamos de que los hombres
hacen de nosotras lo que quieren! ―dijo suspirando, mientras que, con el
pensamiento puesto en vete a saber qué, mojaba y remojaba el enésimo churro en
su taza de chocolate.
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