LA NOSTALGIA DE UN NAVARRICO
Hace
tiempo que no puedo acudir a Pamplona por San Fermín ¡Maldita sea! Para
contentarme, hago lo indecible para vivir la experiencia en la distancia. Esos
días, madrugo cada mañana para ver ante el televisor los prolegómenos del
encierro y su desarrollo. Ilusión no me falta y quizás algo de locura, tampoco,
pues me visto para la ocasión con la indumentaria sanferminera, sin olvidarme del calzado deportivo ni del
periódico, en mi mano derecha. Agitándolo, coreo el cántico a san Fermín con el televisor a toda pastilla.
Escuchando las protestas del vecindario y, sin hacerlas caso, no reprimo
exclamaciones cuando los morlacos resbalaban sobre el empedrado, empitonan a
algún mozo o brincan sobre las montoneras. Respiro aliviado cuando los pastores
introducen las reses en los corrales. Entonces, espero impaciente, hasta
escuchar el parte médico; si no hay heridos graves, almuerzo chistorra con
tinto navarro en porrón, escuchando como música de fondo jotas de la tierra.
Dejo, intencionadamente, que algunas gotas
manchen mi camisa para que todo resulte más real. Con el sopor que me
proporcionan las viandas, cierro los ojos e imagino estar allí... Cuando vuelvo
en mí, me desvisto, esperando ilusionado el encierro del día siguiente. ¿Qué
año podré hacer realidad mi sueño?.
Carlos, cuentas que la historia la protagoniza un amigo tuyo. Pero no será una historia personal?. Digo....
ResponderEliminarEs un hecho cierto. Hace algún tiempo, un amigo mío sufría enormemente cuando por san Fermín no podía desplazarse a Pamplona porque estábamos haciendo la programación del curso siguiente.
EliminarNaturalmente, está un poco anovelado y en primera persona, pero ocurrió, Javier.