PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO
JEREMÍAS" (29)
CAPÍTULO I
El Viaje
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Tras el
refrigerio, mi padre se lió un cigarrillo de «caldo», su tabaco preferido, no
sin antes subirse con ambas manos los pantalones, hasta situarlos a un palmo de
los sobacos, dejando los botines y calcetines, momentáneamente a la vista. De esta guisa recorrió
a grandes zancadas el andén al menos en tres ocasiones, respirando profunda y
acompasadamente. Movía a un tiempo ambos brazos, estirando alternativamente el
derecho y el izquierdo, mientras retorcía tronco y cabeza hacia el lado
contrario del brazo extendido, resultando un tipo de gimnasia esperpéntica y
autodidáctica de efectos desconocidos. A nosotros este comportamiento nos
instruía porque siempre descubríamos algún movimiento nuevo, pero sobre todo
nos garantizaba un día sin sobresaltos, porque evidenciaba que nuestro padre
estaba contento.
Cuando
acabaron los estiramientos se dirigió a nuestro grupito y nos dio las
novedades:
―Dentro
de media hora estará aquí «el extremeño» y en una horita más llegaremos al
pueblo.
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