PASAJES DE "CÉCILE.AMORÍOS Y
MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (38)
CAPÍTULO V
La Acogida
.......................................................
En su habitación, Daniel me mostró una colección
maravillosa de soldaditos de plomo, que compraba en una tienda de maquetas y
luego él se entretenía en decorar con pinturas que abarcaban toda la gama de
colores y tonos, formando ejércitos multicolores de distintas naciones. Me
asombré del orden que imperaba en el cuarto ¡tan diferente al del mío! y me
propuse en lo sucesivo, también en esta faceta, imitarle. Junto al armario, el
estuche de un violín delataba su contenido.
―Desconocía que tocaras el violín ―le comenté al
intuir el instrumento.
―Sí. En casa somos muy aficionados a la música ―me
respondió sin dar mucha importancia a esta cualidad.
Tampoco faltaba, en la parte alta del armario, una
exposición permanente de mariposas, que conservaba ensartadas en alfileres
sobre una base de corcho. Cada una de ellas estaba perfectamente identificada
con su nombre científico, en su correspondiente caja. En los estantes próximos a la mesa de estudio se
encontraban los libros de texto y los de lectura. Entre estos últimos abundaban
los de contenido religioso. Después de enseñarme varios, acabó por recomendarme
uno que estaba seguro de que me encantaría: “Las Cien Mejores Poesías de la
Lengua Castellana” de Marcelino Menéndez y Pelayo.
―¿Lo has leído? Si quieres te lo dejo, porque sé
que eres un poeta en ciernes.
―¿No habrás dicho nada de esto en tu casa?
―pregunté, temeroso de que mi afición fuera conocida.
―Descuida, ya te dije un día que de lo que tú y yo
hablemos, nadie se tiene por que enterar. Únicamente lo contaré cuando me
autorices.
Animado por la confidencialidad demostrada, no
tuve inconveniente en relatar a Daniel el plan que habían urdido en mi casa y
que consistía en que fuera por unos días la pareja de la simpática Goyita,
pretextando que conmigo ya había agotado todos los temas de conversación, y
además, que ello supondría hacer una gran favor a mi hermana Margarita, para
que no tuviera que renunciar a salir a solas con Nacho, contraviniendo la
opinión de mis padres.
―Es muy comprensible que a tus padres no les
parezca apropiado que Margarita y Nacho paseen solos ―razonó―. Date cuenta de
que en esta ciudad nos conocemos todos y hoy por hoy existen prejuicios que en
Francia no se dan. ¡Pero no te preocupes! Si lo crees necesario, no tengo
inconveniente en ser el acompañante de Goyita. En cuanto a ti, puede que mi
hermana Cécile no ponga reparos en venir con nosotros; aunque parece callada,
cuando quiere habla por los codos, y creo que le has caído muy bien.
―¡Magnífico! ¡Me parece magnífico! Pero no me
gustaría que Cécile se vea en un compromiso ―dije, temeroso.
―No te preocupes por esa cuestión. Ya me encargaré
de decírselo y de convencerla. No creo que haya quedado con las amigas, y aún
en ese caso, no le resultará difícil cambiar las fechas.
...................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario