jueves, 10 de mayo de 2018




PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (46)
CAPÍTULO VI
La ilusión
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Cuando de regreso a casa nos reunimos con Margarita y Nacho en la cafetería, nos pusimos de acuerdo en lo que teníamos que decir: haber visitado las fachadas de San Pablo y de San Gregorio, para ir después a contemplar la cabalgata de Reyes, naturalmente todos juntos.
Impaciente por habernos demorado unos minutos, eso fue lo primero que preguntó nuestro padre a Margarita cuando nos abrió la puerta.
―¿Qué tal el paseo? ¿Dónde habéis estado? ¿Has enseñado a Nacho alguna de las maravillas de la ciudad?
―Sí, papá, el paseo ha sido estupendo, lo hemos pasado muy bien. Nacho ha quedado impresionado con la filigrana en piedra de las fachadas de San Pablo y de San Gregorio.
―No me extraña que se haya quedado extasiado. Éstos del Norte, cuando vienen a Castilla, descubren por vez primera el sabor de un buen lechazo asado y la grandiosidad de nuestra arquitectura religiosa. Don Ignacio siempre me ponderaba las cuatro iglesias de su pueblo como si fueran únicas en el mundo. La verdad es que los vascos tienen pocos monumentos de los que presumir, aunque piensen lo contrario. Para contentarse, llaman al estadio del Athletic de Bilbao “La Catedral”. Serán fanfarrones... Por cierto, mañana le dices a Nacho que está invitado a comer.
Seguramente, aquella noche los sueños de Margarita y Nacho fueron placenteros, rememorando el calor de sus respectivas arquitecturas corporales, sin que hubieran necesitado contemplar fachadas de fría piedra por mucha filigrana que tuvieran. Mis sueños fueron todo lo maravillosos que cabe imaginar. Si mi padre me hubiera preguntado a mí acerca del lugar en donde habíamos estado, no hubiera podido reprimir esta exclamación: “¡En el Cielo! ¡En un cielo azul, como los ojos de Cécile!”
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