RECUERDOS DE LA AUTOESTIMA
Posiblemente, la historia que paso a relataros, no
se ajuste totalmente a la realidad y conste que no me incita a ello el deseo de
fabular para que la narración resulte más atrayente, sino porque gran parte del
affaire entre los protagonistas, se
ha ido diluyendo en la memoria selectiva del recuerdo que edulcora los
acontecimientos pasados dotándolos de un aura de romanticismo que quizás en su
momento no tuvieron.
Hace muchos años cuando yo estudiaba la Lengua de Molière en la Université Catholique de
l´Ouest de Nantes, sucedió un hecho que reforzó mi autoestima, por aquella
época tan vacilante e inconsistente, que necesitaba, urgentemente, refuerzos
positivos. Mi bisoñez y mi torpe manejo del idioma, únicamente me permitían
intercambiar breves frases con mis compañeros y utilizar, las más de las veces,
el idioma gestual. Esto propició que, durante los primeros meses, me sintiera
un tanto aislado y que desarrollara el sentido de la vista como medio para
amenizar los descansos entre clases. Dada mi clara inclinación por las
muchachas, me gustaba observarlas contemplando la facilidad con que movían sus
labios, observaba sus gestos, aspavientos y sobre todo, para qué negarlo, las
delicadas formas de sus juveniles cuerpos.
Entre todas ellas destacaba por su belleza y por su
exquisita forma de comportarse, Angélique, una jovencita de melena rubia que
hacía honor a su nombre, pues parecía encerrar bajo la apariencia de mujer, la
guapura que solemos atribuir a los entes angélicos. Esta hermosura, no dejaba
indiferente al contingente masculino que se disputaban el honor de poder
intercambiar con ella algunas palabras o, simplemente, sentir el gozo de
contemplar en posición cercana, el encanto de su sonrisa.
Entre los admiradores, destacaban por su insistencia
y deseo de ser los acompañantes vitalicios de esa atractiva compañera, Lucien y
Didier. Lucien era la mente privilegiada de la clase y el refugio seguro al que
acudían aquellos que necesitaban resolver alguna duda sobre lo que no
alcanzaban a comprender, fuera cual fuera el tema del que se tratara. Angélique
recurría a él con frecuencia para aclarar conceptos y este se jactaba de que
era la pura pasión que despertaba en la muchacha, la causa de sus
acercamientos. Su contrincante, Didier, era un efebo. Su cuerpo poseía las
proporciones del "David" de Miguel Ángel. Alto, guapo musculoso, era un
modelo atrayente para cualquier fémina por su escultural figura y que, por su físico, era en cantidad de
ocasiones reclamado por sus compañeras para fotografiarse junto a él. A este
festival de vanidad, también se prestó Angélique, lo que alentó en el joven la
esperanza de que en cuestión de días podría gozar de sus favores.
Era de dominio público que entre ambos galanes
existía una dura competencia para ganarse la confianza de la preciosa rubia y
conseguir enamorarla, utilizando cada uno de ellos, en incruenta batalla, las
gracias que poseían. Para sorpresa de todos, Angélique, despejó las dudas sobre
quién de los dos había ganado su corazón, cuando una primaveral mañana de mayo
hizo ostentosa demostración de amor, acariciando y besando a Jean Paul, otro
compañero de físico bastante discreto que no destacaba, precisamente, por su
inteligencia.
El acontecimiento fue motivo de un sinfín
comentarios entre todos los que seguimos el desarrollo de la pugna amorosa
entre Lucien y Didier. El fracaso de ambos dio mucho que hablar hasta que
finalizó el Curso y puso de manifiesto que el amor había triunfado sobre sus
respectivas vanidades.
Este episodio fue de capital importancia para
fortalecer mi autoestima. Con unas notas nada brillantes y una figura no muy
agraciada, al despedirme de Nantes pensé que todo un mundo de posibilidades se
abría ante mí. Poco afortunado en el terreno amoroso, una pregunta alentaba mi
mente: ¿Por qué no podría ser en el futuro el Jean Paul de una belleza
semejante?
Al cabo del tiempo, sigo esperando la respuesta.
Un placer leerte!!!
ResponderEliminarFeliz día, Mª Ángeles. Agradezco de corazón tu elogio y lo aprecio sobremanera sabiendo que viene de una gran escritora. La felicitación a un compañero de profesión, habla mucho y bien de tu grandeza de espíritu.Un fuerte abrazo.
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