CAPÍTULO I
El Viaje
....................................................................................

Me
acuerdo cómo, en cierta ocasión, mi tía Gertru dijo, dirigiéndose a ella:
«Consuelo, hija, ¡qué acertado estuvo el cura al ponerte el nombre!».
Y es
que, en efecto, mi madre era, en los momentos difíciles, nuestro paño de
lágrimas, pero sobre todo poseía una gran virtud: «escuchaba». A cada uno le
dedicaba el tiempo necesario. Margarita ―¡la muy pesada!― estaba casi siempre
pegada a ella; le cuchicheaba al oído mil y una confidencias, seguramente
relacionadas con su estrenada pubertad, (digo esto, porque a veces, haciéndome
el distraído, escuchaba: «…Margarita, no debes comportarte así, con tus catorce
años, ya eres una señorita») y jamás, por muy cargante que estuviera, la
apartaba de su lado. Con mi hermano Tinín jugaba cuanto fuera preciso, al
tiempo que reía sus «gracias», mientras le cubría de besos. Y conmigo… bueno,
me da un poco de vergüenza decirlo, pero se ganó mi confianza desde el momento
que le confesé estar enamorado de Cristina, la amiga íntima de Margarita y al
oír la noticia, no se rió de mí, al contrario, con gesto grave, se me acercó, susurrándome
en tono confidencial: «Pórtate como un caballero; Cristina es una gran chica y
tú debes ser digno de ella». Esta respuesta confirmaba, de manera inequívoca,
lo que desde hacía algún tiempo venía observando al ducharme: equidistante de
mis tetillas, sobre la piel blanca que cubría mi esternón, afloraba una
incipiente pelambrera. Efectivamente, a pesar de mi voz un tanto aflautada, a
mis doce años ya era un hombre «de pelo en pecho», apto para iniciarme en
galanteos amorosos. Cristina encontraría en mí el hombre de sus sueños, del que
se sentiría orgullosa cuando paseáramos nuestro amor en la plazuela Santa Cruz.
¡Qué importaba la edad! ¡Qué importaban unos cuantos centímetros de menos! El
amor acabaría imponiéndose, aún a pesar de que ella coqueteara con Felipe, un
grandullón de quinto de bachillerato que pasaba por ser el botín más codiciado
entre las féminas de las Carmelitas. ¡Qué plastón de tío!

.......................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario