jueves, 7 de octubre de 2021

 

PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA"(82)

CAPÍTULO XI

La Tertulia

 

 

 

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―La poesía no acabará nunca, mientras haya en el mundo almas sensibles ―argumentó―. Yo he tenido la suerte de conocer a un joven capaz de recoger el testigo de nuestra generación. En Álvaro ―dijo, dirigiéndose a mí― tengo puestas mis esperanzas.

Mientras la sangre acudía a mis mejillas, escuché los aplausos de los tertulianos y la complaciente mirada de Cécile, sonriéndome, lo que hizo que, venciendo la timidez, pudiera agradecer la muestra de afecto diciendo:

―Gracias. Muchas gracias. Sé que no merezco estos aplausos. Los acepto como una muestra más del cariño que recibo en esta casa. Quiero corresponderles con la lectura de mis últimos versos. Tengo la costumbre de llevar conmigo mi último trabajo, que releo y corrijo varias veces antes de quedar definitivamente plasmado en mi poemario. Quizás, también a éste sea preciso retocarlo. Tienen toda la libertad para opinar sobre él ―rogué, sin atreverme a mirarles.

Puesto en pie, embargado por la emoción de verme por primera vez ante personajes tan entendidos, leí con más sentimiento que brillantez los versos que pugnaban por escaparse de mis labios y brincaban entre mis temblorosas manos:

 

TU PRESENCIA

Nada me conforta más que tu presencia.

No importa el lugar donde te halle.

Tanto me da que el sol dore las copas de los árboles

o que el aire gélido vaporice las palabras.

Iré a buscar las flores que te agradan

para amueblar con sus pétalos mi estancia

 y rellenar los espacios del alma

cuando no te sienta cerca.

Tu perfección me enloquece hasta transformar

los tristes recuerdos melancólicos

en sentimientos de gozosa plenitud.

Me siento fuerte al sentir

la fragilidad de tu cuerpo abrazándome.

Si algún día no pudiera besar tu boca,

besaría aquellas palabras

con que me anunciabas el amanecer,

alejando de mi mente

toda sombra de melancolía que me acecha.

Voy a rellenar los espacios del alma

con pétalos de las flores que te agradan,

para sentir tu aroma, por si una catástrofe

derribara los muros de este mundo

llevándote a donde no pudiera verte.

No importará que el Sol ya no me alumbre

ni que la noche sea eterna.

¡Llevo grabada en el alma tu presencia!

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