OTRA VEZ LA GUERRA
Me desgarran las penas y las
muertes de inocentes.
Odio las sirenas que anuncian
destrucción
mientras la gente despavorida busca
algún refugio.
Rechazo el maldito jinete de la
guerra,
las torpes palabras que la
justifican,
y el hipócrita silencio
de los que, no hace mucho tiempo,
se manifestaban contra otra guerra
que sus amigos no habían organizado.
Hoy, todo mi ser se ha conmovido
ante la inminente desgracia de
algunos,
y la pasiva indiferencia de muchos,
aunque me sienta reconfortado
por la solidaria impotencia de los
justos.
No encuentro razones que justifiquen
la muerte
de un solo ser humano, por eso me
espanta
el anuncio de una matanza grupal y
sin sentido.
Es un crimen responder con las
armas al diálogo,
para acallar eternamente la
necesaria voz de los interlocutores.
Maldigo el afán de tanta
destrucción,
maldigo la afrenta de locura de
conciencia,
porque cuando la paz sea el cántico de
la humanidad entera,
una alas chamuscadas, negras,
será lo único que quede
del incendio que el poder ha
provocado.
"El
grito" de Edvard Munch
Es una bala en carne viva la que me atraviesa al ver las gentes corriendo a los refugios. Unos y otros, todos los responsables, todos nosotros por qué no cambiamos?
ResponderEliminarAmigo/a desconocido/a la condición del ser humano es muy compleja y con frecuencia cambiante. Los buenos propósitos se pueden ver alterados por diversas circunstancias, y si los que no ostentamos puestos de responsabilidad podemos caer en la tentación de pequeñas corruptelas, qué fácil puede ser dejarse abrazar por el poder y por la facultad de ejercer de dueño absoluto de la vida de los demás. Una profunda reflexión debe producir en nosotros un cambio radical de nuestra actitud. La Cuaresma puede ser un tiempo apropiado para que se produzca este cambio.
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