SOL DE AGOSTO
Este
sol que reverbera
sobre
la mies segada,
posee,
pese a su increíble fuerza,
síntomas
de cierta decadencia.
Como
el primer amor, apenas nacido,
rasga
el aire con gemidos eternos,
consciente,
de que la apariencia
vigorosa
y profunda del sentimiento,
está a merced del destino y, como el pino,
del
imprevisible rayo.
Intuye
que el olor a ozono,
puede
borrar en un momento
el
aroma penetrante del feliz encuentro.
Salta
como corzo en la floresta
el
amor consolidado
y,
a su vez, titubeando, vacila,
porque
la vida muda a cada instante
y
está seguro que tras el bochorno,
ha
de llegar el frío invernal
que
puede congelarlo todo.
Dura
verdad que el gemido de placer
anuncie
muerte y que la agobiante realidad
que
te sofoca cuando el calor te invade,
amarillee
hoy, lo que ayer fuera verde primavera.
Antes
de que el arado ennegrezca el rastrojo,
goza
vida, abrazando la ilusión primigenia,
disfruta
con pasión, cual última vez,
del
calor agobiante de este tórrido verano.
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