domingo, 7 de diciembre de 2025

 

FÁBULA  DE LA FUGAZ CONVERSIÓN DE UN ESCRITOR

 

 


La fama de la que gozaba don Agapito Martínez de Coslada y Pérez de Armentería era incuestionable. Doctor en Filología, poeta,  ensayista y director de un periódico local, era la viva estampa del éxito literario que él mismo se encargaba de alimentar, ocupando su fotografía la primera página del periódico si asistía al acontecimiento al que se le invitaba. En su ciudad no había suceso cultural de cierto prestigio en que no fuera solicitada su presencia, y de paso, era homenajeado. Los organizadores de esos eventos, en un prodigio de imaginación, sabían que premiar a don Agapito era ensalzar su acontecimiento literario a los altares  de la actualidad gráfica, con lo que ello suponía de difusión y autobombo.

Tampoco le faltaban a nuestro ilustre escritor ofrecimientos para que presidiera jurados de certámenes y justas literarias, a las que don Agapito se prestaba gustoso porque, entre otras razones, le daba oportunidad de exhibirse, una vez más, en el diario, y lo que era mucho más importante: de esa manera podía corresponder a compañeros y amigos que previamente le habían distinguido con algún Galardón. La forma de actuar en estas ocasiones era bien sencilla: dejaba a una lado el montón de ilusiones en forma de escritos de los participantes y abría directamente los sobres que contenían las plicas. El resto es fácilmente imaginable. Otras veces, el procedimiento era mucho más sencillo: sobre la mesa de su escritorio figuraba el seudónimo que él mismo indicara días atrás al colega con quien estaba en deuda. Su trabajo se reducía entonces a escribir una frase rimbombante con el que justificar tal decisión: "La poesía de ...... es de una altura tal que leyendo sus versos uno cree deambular en espacios celestiales...."

Un día, sintiendo remordimientos de su injusto proceder, decidió obrar en conciencia. Leyó cada uno de los manuscritos de un concurso literario y decidió otorgar el premio al mejor trabajo, que correspondió a un autor desconocido. Sus corifeos, como siempre, aplaudieron la decisión, pero el fallo del certamen no debió agradar a quien lo esperaba, puesto que, en los meses siguientes no recibió invitaciones ni plácemes. Compungido, sobrado de desvergüenza, pero falto del halago humano, nuestro escritor decidió volver a las andadas. "A partir de ahora, obraré como siempre se ha hecho", pensó. Y la injusticia continúo...

MORALEJA: La conversión si no es total, no es válida.




 

1 comentario:

  1. Excelente fábula, ciertamente la conversión si no es total, no es válida.👏👏👏

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