SOL DE AGOSTO
sobre
la mies segada,
posee,
pese a su increíble fuerza,
síntomas
de cierta decadencia.
Como
el primer amor, apenas nacido,
rasga
el aire con gemidos eternos,
consciente,
de que la apariencia
vigorosa
y profunda del sentimiento,
está a merced del destino
y, como el pino,
y, como el pino,
del
imprevisible rayo.
Intuye
que el olor a ozono,
puede
borrar en un momento
el
aroma penetrante del feliz encuentro.
Salta
como corzo en la floresta
el
amor consolidado
y,
a su vez, titubeando, vacila,
porque
la vida muda a cada instante
y
está seguro que tras el bochorno,
ha
de llegar el frío invernal
que
puede congelarlo todo.
Dura
verdad que el gemido de placer
anuncie
muerte y que la agobiante realidad
que
te sofoca cuando el calor te invade,
amarillee
hoy lo que ayer fuera verde primavera.
Antes
de que el arado ennegrezca el rastrojo,
goza
vida, abrazando la ilusión primigenia,
disfruta
con pasión, cual última vez,
del
calor agobiante de este tórrido verano.
Disfrutemos del estío pero tomemos conciencia que somos los culpables del calentamiento global, pongamos un poquito todos de nuestra parte para evitar que siga sucediendo. Buena entrada, Carlos. Saludos.
ResponderEliminarCombatir el fenómeno del calentamiento global de forma individual, es una utopía. Nuestra labor consiste en agruparnos y presionar a quienes tienen el poder decisorio en asuntos de calado.Agradezco tu aportación, aunque el tema exceda del puramente estético que el poema aporta.Entre tanto, María José, soñemos...soñemos.
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