SAN SEBASTIÁN
En
blanca espuma, alineadas olas
se
rompen, sin estruendo, contra
escolleras
de hormigonados bloques
que
protegen la blanca barandilla de la costa.
¡Casco
Viejo! Trajín y bullicio
ante
las barras repletas de pintxos,
ramilletes
de colores y sabores
del
jardín de las delicias.
Navegan
apacibles los veleros a los pies del monte Igeldo,
mientras
sobre la arena descansan,
cuerpos
tendidos al sol de la mañana.
Arriba,
en el paseo, desfile de pamelas y sombreros,
y en las terrazas, la calma y el sosiego
de
mecidos soñadores de esperanza.
¡Que
nadie turbe esta quietud de pájaros piando!
¡Que
nadie ose alterar la hermosura del momento idílico!
Porque,
hoy, los árboles se han vestido de un verdor inusitado
cuando
la paz ondea su bandera y resulta
difícil distinguir,
en la neblina, el tránsito entre mar y cielo.
En
Zurriola, esperan, impacientes, los surfistas,
el mar embravecido,
se besa con el Urumea,
Desde
el puente del Kursaal,
observo
el idilio feliz de los amantes
y
vuelvo a aspirar ese olor de los recuerdos.
¡Gaviotas de cristal, surcan el aire!
Quién pudiera ser gaviota, oler la mar y volar siguiendo el canto de un viento. Besos.
ResponderEliminarContemplé en su vuelo a la gaviota de cristal, hasta que se perdió en el infinito beso ¿Cuándo volverá?
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