PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN
POETA" (40)
CAPÍTULO
V
La Acogida
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Con
la complicidad de ambos conseguida y sabiendo que aquella tarde mis padres
estarían de tertulia en el Círculo de Recreo, me animé a llevarles a mi casa,
que con los retoques había quedado muy presentable.
―Vamos
a casa y le contamos a Margarita si le parece bien que organicemos un bailongo
en nuestra casa; la pobre, apenas sale a la calle. Guarda las ausencias como si
estuviese comprometida. Seguro que al decírselo se alegrará. Nosotros
procuraremos alegrarnos también porque sé que tata Lola siempre tiene en su
cuarto una botella de vino Sansón para cuando se acatarra. Las pastas están
aseguradas, porque son el avituallamiento de tía Gertru ―afirmé con desenfado,
para que no se notara que era la primera vez que llevaba a una chica al bastión
de los González Hontañera.
Petra
fue quien nos abrió la puerta. Había empezado ya “las prácticas” y llevaba
puesto el uniforme completo, zapatos incluidos. Todavía la cofia se le
resistía, pues, ladeada, amenazaba con desprenderse en cualquier momento.
―Pasen
los señoritos que ya cierro yo la puerta con cuidado, no siendo que con el aire
me se vuele este pedazo de trapo que llevo en la cabeza y que todavía no sé
para qué coños vale.
La
respuesta hizo que los tres no pudiéramos contener la carcajada. Margarita
acudió solícita a recibirnos y tras las presentaciones intentó disculpar a la
novata.
―Os
ruego no tengáis en cuenta lo que ha dicho. Lleva poco tiempo entre nosotros y
no conoce todavía la manera educada de dirigirse a quienes nos visitan.
Cuando
Margarita conoció el plan diseñado para acoger a Nacho, nos dio las gracias y
se mostró encantada, dejando encargado a Daniel que, llegado el momento,
hiciera un programa detallado de todas las visitas sagradas y profanas que
pensábamos llevar a cabo.
―Lo
que hagas, nos parecerá bien a todos. Goyita no pondrá ningún obstáculo, pues
como amiga, es una niña encantadora.
―A
mí me parece que no debemos descuidar la preparación de los tiempos de ocio
―dije, acordándome de Cécile―. Y puesto que para gente de nuestra edad no hay
locales de baile, estoy pensando que aquí mismo podíamos hacer el guateque.
Margarita
se quedó pensativa y expuso sus dudas:
―No
sé, no sé... Ya sabes que papá es muy estricto para algunas cuestiones.
―Por
si acaso, podemos hacer la prueba ―dije.
Y
al momento me puse manos a la obra, desplazando la mesa y amontonando las
sillas junto al aparador, de manera que quedó despejada una parte del salón.
Enchufar el tocadiscos y colocar un vinilo, fue cuestión de segundos. Margarita
tomó de la mano a Daniel, sacándole a bailar, haciéndose la ilusión de que, en
aquel momento, era Nacho su pareja. Cécile y yo les imitamos, bailando primero
un tanto distanciados, para juntarnos más tarde cuando sonó el tango “El Día
que me quieras” que parecía escrito expresamente para nosotros. Fueron unos
momentos inolvidables, en los que floté más que bailé, teniendo a escasos
centímetros de mi cara la de Cécile, mientras un fino aroma completaba la
fantástica sensación de sentir nuestras manos juntas en tanto evolucionábamos
sobre la tarima.
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Qué delicia es leerte, Carlos. Buen fin de semana!!!
ResponderEliminarPara mí, lo que es una delicia, es ver aparecer en mi blog una cara tan bonita. Gracias Mª Ángeles. Yo también te deseo un feliz fin de semana.
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