EL BITCOIN
De
entre todas las monedas virtuales, el bitcoin,
es la que goza hoy de una mayor demanda. Tal vez su atractivo resida en que,
hace tan solo unos meses, su cotización ascendió como la espuma hasta alcanzar
los 20.000$ cuando, cinco años atrás, se podía adquirir por unos cuantos
céntimos de dólar. Hablar de esta criptomoneda o moneda digital cuyo valor no
está respaldado por ningún Banco Central ni ninguna autoridad o Estado, produce
un cierto respeto (por no decir desconfianza), sobre todo, cuando se publicita
que un joven noruego invirtiendo tan solo 27 dólares en bitcoins, es en la actualidad millonario. Si nos molestamos en
entender su funcionamiento, entonces puede que entremos en una espiral de
conceptos ininteligibles para la inmensa mayoría de los mortales. ¿Qué es eso
de que cada usuario tiene una clave criptográfica (P2P) que permite hacer transferencias entre
cuentas? ¿Quién entiende que sean algoritmos tecnológicos los que respaldan la
propiedad sobre lo que se posee? Puede
que sea un gran ignorante financiero, pero les aseguro que no pienso cambiar
mis modestos ahorros en euros por un puñado de bitcoins, aún a riesgo de pasar, por "carroza inversor".
Los
años te van volviendo previsor porque, antes de que pueda perder el poco
sentido común que he ido atesorando en mi experiencia vital, sé que, con
diferente nombre, a ustedes y a mí se nos han ido ofreciendo chollos que luego
no resultaron tales. ¿Recuerdan ese bitcoin
de trabajo bien remunerado en el que apenas tenías que viajar y, en ese
supuesto, las dietas serían espléndidas
y un fulgurante ascenso en la empresa, gratificaría nuestro esfuerzo? Seguro
que ya recuerdan cómo la cruda realidad fue que, después de pasar la semana
fuera de casa, con unas dietas aptas tan solo para comer de bocadillos, el
ascenso mayor que tuvimos en la empresa fue cuando se mudaron las oficinas al
ático de un rascacielos.
Y
en amor, ¿quién no ha tenido un bitcoin
amoroso en su juventud? Solía ser una encantadora muñequita rubia y estilizada
de mirada angelical que ponderaba sin cesar las múltiples virtudes de su mamá,
a la que soñaba con parecerse y a la que tú no conocías ni siquiera en
fotografía. El día fatal en que te la presentó, la cotización del bitcoin amoroso se desplomó y tuvimos
que poner nuestro amor a buen recaudo, yendo en busca de nuevas divisas.
A
la hora de escribir esta crónica, parece ser que el valor del bitcoin se desinfla. ¿Estamos ante el
principio del fin de esta criptomoneda? ¿Será realmente otra de las burbujas
que tienden sus tentáculos ofreciéndonos ser reyes de Midas en poco tiempo?
Demos tiempo al tiempo. De momento, ¿saben lo que pienso?
¡Qué
bien hice en cambiar a tiempo de trabajo y de novia!
El bitcoin siempre me ha sonado a coña, poco serio. Buen finde!!!
ResponderEliminar¿Verdad que sí, Mª Ángeles? A mí me ocurre lo mismo y eso que no dispongo de dinero para invertir, pero si algún día acertara con los escurridizos números del Euromillón, lo invertiría en algún valor seguro, o sea, comprando tus libros. Feliz semana. Abrazos.
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