jueves, 21 de marzo de 2019



PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (55)

CAPÍTULO VII
La sanación
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A bote pronto, pensé decir: “las maracas”, un regalo de tía Gertru, con las que acompañaba, a veces, las canciones de Machín que tanto gustaban a tata Lola, pero me pareció harto vulgar la respuesta en un ambiente tan distinguido y decidí contestar con una frase que hiciera honor a mis progenitores, porque no en balde poseía genes de materna humildad en la misma proporción que otros de prepotencia paterna.
―No, no toco ningún instrumento porque no sé ni siquiera solfeo, pero no lo considero imprescindible. Ya he compuesto varias canciones, entre ellas un villancico que conoce Daniel.
―Mais... vous êtes un génie! ―exclamó mi anfitriona―. Ahora comprendo la admiración que despiertas en Cécile. Ella me habla constantemente de ti y de tus ocurrencias. Puesto que no sabes solfeo, si lo deseas, yo podría plasmar en una partitura tu villancico.
―De acuerdo ―respondí agradecido―. A Cécile también le hará mucha ilusión.
―Mi hija está francamente ilusionada contigo. Espero que con el tiempo seáis grandes amigos, aunque por el momento, dada vuestra juventud, os recomendaría a ambos paciencia. Desearía que, una vez disfrutadas las vacaciones y reiniciado el curso, espaciarais vuestros encuentros y no os vierais, salvo en momentos puntuales como cumpleaños y celebraciones. Créeme, lo más importante a vuestra edad es el estudio. Te lo digo por la experiencia que te aportan los años: sin la suficiente madurez, menudear los encuentros produce hartazgo y decepción. Quisiera para mi hija y para ti lo mejor. Lo comprendes, ¿verdad? Pero... ¿cuál era el objeto de tu visita?
Derrotado y herido de muerte en mis aspiraciones, me dieron ganas de inventarme cualquier excusa y largarme. Solamente pensar que faltaban dos meses largos para mi cumpleaños, que sería la próxima celebración, me angustiaba. ¡Dos meses para poder disfrazarme de Humphrey Bogart! Demasiado tiempo para un corazón que ardía cuando sentía el de Cécile latiendo cerca del mío. Sin embargo, instintivamente pensé que “algo” es mejor que “nada” y tal vez con las clases de francés tendría la oportunidad de verla, aunque fuera sólo un instante.
―Bueno, he venido a ver si fuera posible que pudiéramos conversar en francés. Los idiomas, según mi padre, son fundamentales.
―Y tiene razón tu padre. Hoy en día los idiomas son imprescindibles para conocer mundo y para obtener puestos de responsabilidad. Además, el francés está considerado como el idioma culto por excelencia. Debo confesarte que ambos saldremos beneficiados, pues a mí también me vendrá muy bien practicarlo. Sin un repaso adecuado, las normas gramaticales acaban por olvidarse. ¿Cuántos días vas a venir y cuándo quieres empezar? ―me preguntó con aparente interés.
Sobre la marcha, improvisé que con dos días a la semana sería suficiente. Pensé que uno de ellos fuera el sábado, por si la suerte me acompañaba y al término de la clase pudiera salir con Cécile. 
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Fotografía de Juli Garrido Velasco
                                                                          



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