PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN
POETA" (55)
CAPÍTULO VII
La sanación
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―No, no toco ningún instrumento porque no sé ni siquiera solfeo, pero no
lo considero imprescindible. Ya he compuesto varias canciones, entre ellas un
villancico que conoce Daniel.
―Mais... vous êtes un génie! ―exclamó mi anfitriona―. Ahora comprendo la
admiración que despiertas en Cécile. Ella me habla constantemente de ti y de
tus ocurrencias. Puesto que no sabes solfeo, si lo deseas, yo podría plasmar en
una partitura tu villancico.
―De acuerdo ―respondí agradecido―. A Cécile también le hará mucha
ilusión.
―Mi hija está francamente ilusionada contigo. Espero que con el tiempo
seáis grandes amigos, aunque por el momento, dada vuestra juventud, os
recomendaría a ambos paciencia. Desearía que, una vez disfrutadas las
vacaciones y reiniciado el curso, espaciarais vuestros encuentros y no os
vierais, salvo en momentos puntuales como cumpleaños y celebraciones. Créeme,
lo más importante a vuestra edad es el estudio. Te lo digo por la experiencia
que te aportan los años: sin la suficiente madurez, menudear los encuentros
produce hartazgo y decepción. Quisiera para mi hija y para ti lo mejor. Lo
comprendes, ¿verdad? Pero... ¿cuál era el objeto de tu visita?
Derrotado y herido de muerte en mis aspiraciones, me dieron ganas de
inventarme cualquier excusa y largarme. Solamente pensar que faltaban dos meses
largos para mi cumpleaños, que sería la próxima celebración, me angustiaba.
¡Dos meses para poder disfrazarme de Humphrey Bogart! Demasiado tiempo para un
corazón que ardía cuando sentía el de Cécile latiendo cerca del mío. Sin
embargo, instintivamente pensé que “algo” es mejor que “nada” y tal vez con las
clases de francés tendría la oportunidad de verla, aunque fuera sólo un
instante.
―Bueno, he venido a ver si fuera posible que pudiéramos conversar en
francés. Los idiomas, según mi padre, son fundamentales.
―Y tiene razón tu padre. Hoy en día los idiomas son imprescindibles para
conocer mundo y para obtener puestos de responsabilidad. Además, el francés
está considerado como el idioma culto por excelencia. Debo confesarte que ambos
saldremos beneficiados, pues a mí también me vendrá muy bien practicarlo. Sin
un repaso adecuado, las normas gramaticales acaban por olvidarse. ¿Cuántos días
vas a venir y cuándo quieres empezar? ―me preguntó con aparente interés.
Sobre la marcha, improvisé que con dos días a la semana sería
suficiente. Pensé que uno de ellos fuera el sábado, por si la suerte me
acompañaba y al término de la clase pudiera salir con Cécile.
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Fotografía de Juli Garrido Velasco
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