sábado, 5 de diciembre de 2020

 

.PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (73)

CAPÍTULO V

El tío Caparras

    

 

 

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Ayudado por don Matías, el abuelo consiguió incorporarse y, apenas anduvo unos pasos, se oyeron las zapatillas de Petra repicando en el pasillo y la consabida cantinela:

―Espere señorito. Ya le acompaño yo, no siendo que entavía se caiga y la preparemos.

Avisados por Petra, toda la familia, incluida tata Lola, estuvimos confinados en una habitación el tiempo que duró la conversación, para que don Matías no fuera interrumpido en su primer cara a cara con el abuelo, y cuando oímos cerrar la puerta del lavabo, salimos precipitadamente hacia el comedor. Mi madre fue la primera en preguntar al sacerdote:

―Don Matías, ¿cómo le ha encontrado?

―Físicamente, muy deteriorado, hija; creo que, a partir de ahora, debo frecuentar las visitas. En cuanto a su preparación espiritual, está claro que «Zamora no se ganó en una hora». No vamos a pedir que un hombre alejado de Dios muestre repentinamente una conversión total, pero la enfermedad y el sufrimiento son en muchos casos el mejor caldo en que se maceran los espíritus y espero que, con la Gracia de Dios, poco a poco se acuerde del Creador.

―No creo que le lleve mucho tiempo llevarle a su terreno ―intervino mi padre―. El abuelo carece de carácter y es un hombre al que se convence fácilmente. En esta casa siempre se ha hecho lo que decía mi madre; fue ella la que, a fuerza de insistir, consiguió vencer la oposición paterna, y únicamente a ella debo que pudiera estudiar Leyes en Salamanca. Si mi padre hubiera demostrado carácter, a estas horas no tendría el prestigio de mi notaría y sería únicamente el más ilustre destripaterrones de este pueblo.

 ―Por favor, Álvaro, no hables así de tu padre ―dijo mi madre, dulcemente―. Cada uno tenemos el carácter que Dios nos da y, aunque reconozco que Tino no es resuelto en sus decisiones, sin embargo nadie puede negar que es comprensivo con todo el mundo y caritativo con los pobres, y eso hará que en poco tiempo vuelva su corazón hacia el Señor.

 ―Así lo espero ―reafirmó don Matías―, pero aun en asuntos tan delicados como éste, también se cumple el refrán: «A Dios rogando y con el mazo dando», por eso, la próxima vez que le visite, vendré acompañado de don Lucio, hombre cristiano donde los hay, que me ayudará en mi tarea haciendo tertulia con don Constantino. El hecho de que don Lucio sea seglar hará que el abuelo no recele, como le ocurre conmigo, y acabe él mismo pidiendo los sacramentos.

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Fotografía de Santos Pintor Galán.

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