CAPÍTULO
V
El
tío Caparras
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Ayudado por don Matías, el
abuelo consiguió incorporarse y, apenas anduvo unos pasos, se oyeron las
zapatillas de Petra repicando en el pasillo y la consabida cantinela:
―Espere señorito. Ya le
acompaño yo, no siendo que entavía se caiga y la preparemos.
Avisados por Petra, toda la
familia, incluida tata Lola, estuvimos confinados en una habitación el tiempo
que duró la conversación, para que don Matías no fuera interrumpido en su
primer cara a cara con el abuelo, y cuando oímos cerrar la puerta del lavabo,
salimos precipitadamente hacia el comedor. Mi madre fue la primera en preguntar
al sacerdote:
―Don Matías, ¿cómo le ha
encontrado?
―Físicamente, muy deteriorado,
hija; creo que, a partir de ahora, debo frecuentar las visitas. En cuanto a su
preparación espiritual, está claro que «Zamora no se ganó en una hora». No
vamos a pedir que un hombre alejado de Dios muestre repentinamente una conversión total, pero la enfermedad y el sufrimiento son en muchos
casos el mejor caldo en que se maceran los espíritus y espero que, con
―No creo que le lleve mucho
tiempo llevarle a su terreno ―intervino mi padre―. El abuelo carece de carácter
y es un hombre al que se convence fácilmente. En esta casa siempre se ha hecho
lo que decía mi madre; fue ella la que, a fuerza de insistir, consiguió vencer
la oposición paterna, y únicamente a ella debo que pudiera estudiar Leyes en
Salamanca. Si mi padre hubiera demostrado carácter, a estas horas no tendría el
prestigio de mi notaría y sería únicamente el más ilustre destripaterrones de
este pueblo.
―Por favor, Álvaro, no hables así de tu padre
―dijo mi madre, dulcemente―. Cada uno tenemos el carácter que Dios nos da y,
aunque reconozco que Tino no es resuelto en sus decisiones, sin embargo nadie
puede negar que es comprensivo con todo el mundo y caritativo con los pobres, y
eso hará que en poco tiempo vuelva su corazón hacia el Señor.
―Así lo espero ―reafirmó don Matías―, pero aun
en asuntos tan delicados como éste, también se cumple el refrán: «A Dios
rogando y con el mazo dando», por eso, la próxima vez que le visite, vendré
acompañado de don Lucio, hombre cristiano donde los hay, que me ayudará en mi
tarea haciendo tertulia con don Constantino. El hecho de que don Lucio sea
seglar hará que el abuelo no recele, como le ocurre conmigo, y acabe él mismo
pidiendo los sacramentos.
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Fotografía de Santos Pintor Galán.
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